musica

sábado, 6 de septiembre de 2014

.- SORPRENDEME .- CAPITULO 1

1
Alto...
Moreno...
Ojos ambar...
Sexy...
Simpático...
Así es Tom Kaulitz.
Disfrutar de una noche de sexo caliente en el Sensations para un
hombre como él era lo más fácil y divertido del mundo.
Las mujeres, e incluso algún hombre, se volvían locos porque fijara su
leonina mirada en ellos y les propusiera entrar en un reservado. Tom era
caliente... muy caliente.
Por norma, los hombres que entraban solos en ese o en cualquier otro
local de intercambio de parejas no tenían derecho a elegir. Ellos eran los
elegidos. Pero Tom no funcionaba así. Él escogía. Él decidía. Él
seleccionaba.
Esa noche, tras una semana de mucho estrés y trabajo, conducía su
elegante deportivo gris hacia el Sensations mientras escuchaba en el CD de
su vehículo Let’s stay together , de Al Green, uno de sus cantantes
preferidos.
I’m, I’m so in love with you
Whatever you want to do
is all right with me
‘Cause you make me feel so brand new
And I want to spend my life with you.

La música, como solía decir su buena amiga Judith, amansaba a las
fieras, y tararear música soul mientras conducía lo relajaba y estimulaba
para la noche de sexo que deseaba tener por delante.
No había llamado a ninguna de sus conquistas. No lo necesitaba.
Sólo quería sexo, sin cenas ni charlas de por medio. Las mujeres le
encantaban. Se lo pasaba bien con ellas. Eran maravillosas y excitantes.
Por ello intentaba rodearse de las que eran como él. Que pensaban como él.
Que actuaban como él. Que sólo demandaban sexo. Sólo sexo.
Al llegar al Sensations, Tom metió el coche en un parking cercano.
La vigilante sonrió al verlo. Ese tipo había ido allí más veces y cuando la
miraba se sentía especial.
Una vez salió del aparcamiento, Tom entró en el local y al llegar a la
barra se encontró con varios amigos. Charló con ellos cordialmente hasta
que vio a una pareja que conocía y con la mirada se entendieron. Minutos
después, en compañía de dos de sus amigos, Carl y Hans, Tom se acercó a
la pareja. George y Susan sonrieron al verlos. No era la primera vez que
jugaban juntos, y minutos después los cinco se encaminaron hacia uno de
los reservados. No hacía falta hablar. Todos sabían lo que querían. Todos
sabían lo que buscaban. La noche prometía ser morbosa y calentita.
Al entrar en el reservado, George se sentó en la cama mientras los
otros se quedaron de pie.
Susan, una mujer de hermosa figura y pelo largo y sedoso, estaba
dispuesta a disfrutar del sexo con esos hombres y, mirándolos, se mordió
los labios a la espera de que comenzara su caliente juego. Sus pezones ya
estaban duros y su vagina lubricada. Temblaba mientras pensaba en el
placer.
Tom sonreía. Le gustaba sentir la excitación de las mujeres. Por ello,
tras dejar su copa sobre una mesita, se acercó a ella y le preguntó al oído:
—¿Estás preparada, Susan?
—Sí.
—¿Dispuesta a que juguemos contigo? —insistió pasándole las manos
por el pecho.
Ella asintió y se le aceleró la respiración.
Sin necesidad de tocarla, por su gesto, Tom ya sabía que sus fluidos
traspasaban la fina tela de sus bragas. Nunca, ninguna mujer, en sus treinta
y dos años de vida, había rechazado ese íntimo acercamiento. Les gustaba.
Les ponía. Tom era tan sexy, tan varonil, que todas, absolutamente todas,
caían bajo su influjo, y más cuando miraban sus ojos ambar.
A Susan le gustaba jugar con varios hombres. No le gustaban las
mujeres. Su apetito sexual era insaciable y a su marido le encantaba verla
en esa tesitura. Era su juego. Eran sus normas y les encantaba disfrutar del
morbo y del placer.
Susan se daba la vuelta para mirar a Tom de frente. Su mirada
lujuriosa hablaba por sí sola. Lo deseaba. Deseaba que la tocase. Se moría
por sentir placer y se empapaba al imaginar cómo iban a jugar con ella
esos hombres.
Lentamente, comenzó a desabrocharle los botones de la blusa,
mientras la respiración de ella se aceleraba. Dos segundos después, vio sus
pechos erguidos, sus duros pezones, y murmuró:
—Susan, me encantan tus pechos.
—Son para ti —ofreció ella.
Tom sonrió. Se sentó en la cama y le hizo una señal con el dedo para
que se acercara mientras todos observaban. Ella obedeció y cuando estuvo
frente a él, excitada llevó su maravilloso pezón derecho hasta la boca de
Tom, que lo aceptó gustoso. Durante varios minutos, lo lamió y succionó
hasta ponérselo duro como una piedra. Ella sonrió.
George, el marido de Susan, se levantó. Le bajó la cremallera de la
falda, que cayó a sus pies. Acto seguido, desabrochó dos cadenitas doradas
que unían el tanga y éste cayó al suelo también, dejando al descubierto su
afeitado pubis y su redondo y apetecible trasero.
—Interesante —susurró Hans, acercándose para darle un cachete en el
culo.
George, el marido, sonrió. Comenzó el juego. Se desabrochó el
pantalón y se lo quitó junto con los calzoncillos. Se sentó en la cama y,
tocándose el duro pene, miró a Carl y murmuró:
—Yo también quiero jugar.
Carl se acercó a él sin demora, y George le quitó el pantalón y los
calzoncillos. Ante él apareció una caliente erección y sin pensarlo se la
metió en la boca. La degustó. La disfrutó mientras Carl cerraba los ojos y
apretaba sus nalgas hacia él con placer.
Susan, excitada al presenciar la escena, suspiró mientras Tom, cada
vez más gustoso, le chupaba los pezones y Hans comenzaba a tocarla por
atrás.
La intensidad del momento subía. Susan y George habían encontrado
lo que habían ido a buscar en ese local. Tom disfrutaba del manjar que
ella le ofrecía sin reservas. Pero cuando la mujer intentó desnudarlo, él la
paró y musitó.
—Lo haré yo.
—¿No quieres que te ayude?
Tom negó con la cabeza. No le gustaba estar en manos de nadie. Él
decidía cuándo se quitaba la ropa o cuándo se la ponía. Ése era su juego.
Todas lo aceptaban y Susan no iba a ser menos.
Mientras Tom se desnudaba y dejaba su ropa sobre la silla,
pulcramente doblada, Hans había masturbado a la mujer, que ya estaba
empapada y deseosa del pene que ante ella se mostraba potente y viril.
Tom sonrió. Sabía de su magnetismo. Se sentó desnudo en la cama y,
sin apartar los ojos de Susan, recorrió su depilado monte de Venus y le
indicó.
—Acércate.
Ella lo hizo y él la tocó. Bajó su mano lentamente hasta meterla entre
sus piernas y comprobó que estaba mojada, muy mojada. Hans, desde atrás,
le estrujó los pezones mientras ella cerraba los ojos como signo de goce y
su marido continuaba con su placentera felación.
Durante varios minutos, Tom paseó una y otra vez sus dedos por la
humedecida hendidura, hasta que ella separó las piernas para facilitarle el
acceso. Él se arrodilló ante ella y posó su boca sobre el pubis. Lo mordió.
Y cuando la sintió vibrar de placer, con sus dedos le abrió los labios
vaginales y metió su boca entre sus piernas. Susan jadeó. La boca de Tom
era impetuosa, y cuando le chupó el clítoris con deleite, ella sólo pudo
jadear y disfrutar.
Minutos después, Tom se dio por satisfecho. Se incorporó y,
cogiéndola por la cintura, la acercó un poco más a él.
Sin hablar, metió un dedo en su mojada vagina y segundos después
otro.
—¿Te gusta que juegue contigo así?
Susan tembló y asintió. Separó más las piernas y se agarró a sus
hombros, dejándose masturbar con fuerza por él, mientras Hans le
estrujaba las cachas del culo y le susurraba cosas calientes y muy... muy
subidas de tono al oído que a ella la volvían loca.
Un gruñido de satisfacción les hizo saber que Carl había llegado al
clímax con la felación de George. Tom, que continuaba masturbándola
con los dedos, de pronto paró y dijo:
—Súbete a la cama y ponte de rodillas sobre tu marido.
Estimulada y deseosa de sexo, hizo lo que ese adonis le había pedido.
Una vez la tuvo como deseaba, Tom se subió a la cama tras ella y
acercando la boca a su oído, murmuró:
—Ahora ponte sobre él y deja caer tus pechos en su cara.
Cuando Tom vio que George se los metía en la boca, musitó:
—Quiero que le digas a tu marido lo que deseas que pase y luego
cuánto disfrutas mientras te follo.
—Sí —jadeó excitada.
—Abre las piernas, Susan.
No era la primera vez que jugaban a eso.
Instantes después, mientras Tom la masturbaba, ella comenzó a
decirle a su marido que quería que se la follaran todos. Deseaba varias
pollas para ella y que no pararan en horas. George, al oírla, se masturbó
con fuerza bajo su cuerpo. A ambos les gustaba jugar y Tom, agarrando su
duro pene, se puso un preservativo y lentamente se introdujo en ella
mientras Susan jadeaba.
—Así... toda... toda...
Tom paró y, dándole un cachete en el trasero, exigió:
—No me pidas nada. Cuéntale a tu marido lo que te hago, ¿entendido?
Encendida por su voz y por lo que éste le pedía, susurró:
—Tom me ha abierto las piernas y me está follando. —El
mencionado dio un empellón que profundizó su arremetida y ella,
jadeando, añadió—: Me ha metido toda su polla, cariño. Me gusta. Me
siento llena... más...
Abrasado al escuchar lo que ella relataba, el marido la agarró por la
cintura y la movió para encajarla más en Tom.
—Más. Quiero que te folle más —siseó.
Tom sonrió al oírlo y se incrustó en ella hasta tenerla totalmente
empalada.
—¿Así, George? ¿Quieres que me folle así a tu mujer?
Susan jadeó. La lujuria y el morbo que sentía en ese instante no la
dejaban hablar y George, enloquecido por el momento, afirmó:
—Así... fóllatela así.
Tom sonrió. Le gustaban esos juegos y con una fuerte estocada
murmuró asiéndola del pelo para que levantara la cabeza:
—Cuando yo salga de ti, entrará Carl y después Hans. El último en
tomarte será tu marido y cuando él acabe, te volveré a follar, ¿quieres eso,
Susan?
—Sí... sí...
Ese tipo de sexo era duro, caliente, morboso, desinhibido y a todos les
gustaba. En especial a Susan y George, que eran quienes lo demandaban.
Tom incrementó su ritmo mientras los pechos de ella, bamboleantes,
caían sobre la cara de su marido, que se masturbaba mientras escuchaba
toda clase de proposiciones subidas de tono por parte de Carl y Hans.
Deleite. Placer. Eso era lo que todos sentían en ese instante.
Uno a uno, los hombres fueron penetrándola.
Uno a uno, ella los recibió gustosa.
Uno a uno, la poseyeron como ella demandaba hasta llegar al éxtasis,
y cuando el marido finalizó, Tom la cogió de la mano, la llevó hasta la
ducha y allí mismo, tras ponerle ella un preservativo con la boca, volvió a
penetrarla. Cuando acabó ese nuevo ataque, la llevó de nuevo a la cama y
preguntó:
—¿Qué te parece cómo lo pasa tu marido?
Acalorada a pesar de la ducha que se acababa de dar, miró a George.
Éste disfrutaba mientras era penetrado por Carl por el ano y éste le hacía
una felación a Hans. Durante varios minutos, jadeos varoniles tomaron el
reservado.
Tom los observó junto a Susan. Ese tipo de sexo no era lo que le
gustaba, a él le gustaban las mujeres, pero disfrutaba observando. Cuando
el trío llegó al clímax y se levantaron para ducharse, la cama quedó libre.
Tom, excitado por lo visto, rasgó un preservativo y una vez se lo hubo
colocado, dijo mirándola:
—Siéntate sobre mí.
Ella se clavó en él a horcajadas. Con maestría, Tom la movió en
busca de su propio placer. Le gustaba llevar la voz cantante y ahora quería
disfrutar él. Ella jadeó ante la profundidad y cuando creía que no podría
profundizar más, Tom se movió con rotundidad. Ella gritó y al ver que él
sonreía, murmuró:
—Me gusta cómo me haces tuya.
—Dime cuánto te gusta —exigió Tom.
—Mucho... mucho... ¡Oh, sí! —gritó, mientras él la empalaba una y
otra vez.
Los tres hombres salieron de la ducha y se quedaron alrededor de la
cama. Tom, al verlos, dijo ensartándola de nuevo:
—Susan, dile a tu marido por qué te gusta que te folle.
—Me llena entera. Es dura... muy dura... no pares —chilló, abriéndose
más para él.
Y Tom no paró y continuó disfrutando de lo que más le gustaba. El
sexo.
El sexo sin compromiso.
El sexo por puro placer.
El sexo sin amor.
El sexo caliente y morboso.
Excitado por los chillidos de su mujer, George no pudo más y exigió
participar. Tom sonrió. Apretó a Susan sobre él y segundos después su
marido introdujo su duro pene por el mismo lugar por donde Björn la
penetraba. Entre los dos le llenaron la vagina mientras se oían sus
placenteros gemidos y sus excitadas respiraciones.
Susan chillaba de placer. Eso era lo que deseaba. Le gustaba sentirse
totalmente follada. Se relamía de gusto mientras ellos dos tomaban su
cuerpo y disfrutaban. Una y otra vez se hundieron en ella y cuando Tom
no pudo más, se dejó ir.
Cuando ambos salieron de ella, Tom se levantó y fue directo a la
ducha, mientras Hans y Carl ocupaban su lugar y Susan volvía a ser
penetrada. Ella quería. Ella lo deseaba. Ella se entregaba gustosa a los
hombres, ansiosa de dar y recibir placer.
Mientras el agua corría por su cuerpo, Tom cerró los ojos. El sexo lo
relajaba, lo cautivaba, pero una parte de su vida estaba incompleta. No lo
quería reconocer, pero algo en él quería tener lo que otros amigos como
Frida y Andrés o Eric y Jud tenían. Una vida sexual plena con una pareja
acorde.
El problema era que él era muy exigente y no le valía cualquier mujer.
A los dos minutos de conocerlo, todas babeaban por él y eso lo
desconcertaba. Él necesitaba conocer a una mujer que lo sorprendiera.
¡Que lo volviera loco! Pero nunca ninguna lo sorprendía lo suficiente como
para que su interés fuera más allá de la primera cita. Tenía amigas. Muchas
amigas. Pero ninguna especial.
Una vez cerró el agua de la ducha, observó cómo los demás
continuaban con su particular baile sobre la cama. Se tocó el pene. Se lo
rozó con los dedos y una nueva erección creció en él. El sexo era excitante
y lo que aquellos hacían lo excitaba. Cuando vio que el orgasmo había
tomado el cuerpo de Carl, se puso un nuevo preservativo y, mojado, se
dirigió de nuevo a la cama, agarró a la mujer y la penetró por el ano. Ella
gritó. Y cuando la tuvo empalada, agarró con fuerza sus caderas y comenzó
a moverla a su antojo mientras ella jadeaba enloquecida. El marido, al
verlo, rápidamente se colocó delante de ella y le introdujo el pene en la
boca. Susan relamió, chupó y ninguno paró hasta notar que sus cuerpos se
tensaban y finalmente se dejaban llevar por el placer.
Tres horas después, Tom salió solo del local. Fue hasta el garaje
donde había dejado su coche y, tras saludar a la vigilante, que al verlo se
sonrojó, se montó en él y se dirigió a su casa mientras la música de Al

Green volvía a sonar. Tenía que descansar.



HOLA CHICAS!!! BUENO ... QUIERO PREGUNTARLES ... ¿DESPUES DE LEER ESTE PRIMER CAPITULO DE LA NUEVA NOVELA QUE QEDARA EN LUGAR DE "LA REDENCION DE TOM" ¿QUIEREN QUE LA PUBLIQUE O NO? ... NECESITO DE SU OPINION, SI LES GUSTA, DECIMELO PARA PREPARAR EL BLOG ... Y LA SIGAN ... BUENO SEAN HONESTAS Y DIGANME SI LA QUIEREN LEER ... LA VERDAD ESTA HERMOSA ESTA HISTORIA, SE LAS RECOMIENDO, ESTA ES UNA PARTE DE LA VIDA DE TOM ANTES DE CONOCER A ____ ELLA TAMBIEN ES COMO EL, TIENE UNA HIJA Y ES MILITAR, ES TODO LO QUE LES PUEDO DECIR, ESPERO Y ME DIGAN QUE SI ... ES MORBOSA Y TIENE ESCENA EXPLICITAS Y SI SON MAYORES DE 18 AÑOS LEANLA SINO ... NO LA LEAN!!! ESPERO SUS COMENTARIOS ... HASTA PRONTO :))

6 comentarios:

  1. Wooo que novela ... se ve muy interesante

    ResponderEliminar
  2. A mi me gustaaaaaa, me gustaría leerla, subeeee

    ResponderEliminar
  3. muy interesante .. me gustaria leerla :)

    ResponderEliminar
  4. Se ve interesante y si quiero leerla virgi.. :(

    ResponderEliminar
  5. Parecia que esta leendo una peli pornoo!! Hahaahaha . Me encantaa suena muy muy interesantee .

    Sii subee Virgiiii..!! Subeee(tn) es militar??!!

    ResponderEliminar