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martes, 30 de diciembre de 2014

.- SORPRENDEME .- CAPITULOS 33 34 Y 35

MARATOM DE FIN DE AÑO!!! MAÑANA NO AGREGO HASTA EL 1 ASI QUE ESPEREN OTRO MARATOM DE COMIENZO DE AÑO 2015!!
CHICAS!! FELIZ AÑO NUEVO, QUE DIOS ME LAS BENDIGA SIEMPRE, GRACIAS POR ESTAR CONMIGO EN ESTE AÑO POR MEDIO DE LAS NOVES, DE VERDAD QUE SON IMPORTANTES PARA MI!! MAÑANA `PONGANSE BORRACHAS!! JUAJAJA DISFRUTEN EN COMPAÑIA DE LOS SUYOS, ESPERO QUE ME ACOMPAÑEN EL OTRO AÑO CON MAS HISTORIAS, PORQUE YO NO DEJO DE PUBLICAR EH? BUENO UN ABRAZO Y CUIDENSE MUCHO, SI MANEJAN NO BEBAN JAJAJA LO DIGO POR USTEDES PORQUE YO NO SE CONDUCIR xD ... BUENO ADIOS Y YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ... ADIOS, POR CIERTO, YA PRONTO ACABARA LA NOVELA, YA PONDRE, ULTIMOS CAPITULOS!!! U.U ... AHORA SI ADIOS :))

33
____ se fue a Asturias a buscar a su hija. Al llegar allí, su abuela le
preguntó rápidamente por Tlomsito y ella consiguió sonreír e explicarle que
tenía que trabajar. Durante un par de días, eludió hablar del tema con su
madre, hasta que una tarde en la que _____ estaba en la playa con la niña,
Luján bajó con su esterilla, se sentó al lado y dijo:
—Muy bien, hija. Visto que no me lo cuentas, ¿qué ha ocurrido con
Tom?
Aiss, mamááááá. No quiero hablar de eso.
—Te ha descubierto, ¿verdad?
—Sí.
—Cuéntame qué ha ocurrido.
Desesperada, ____ se sinceró con ella. Le contó cómo él se había
enterado y lo mal que se lo había tomado. Una vez acabó, concluyó:
—Y eso es lo que ha ocurrido, mamá. Ya lo sabes todo.
Luján asintió y tras acariciar el cabello de su hija, comentó:
—Es una pena que piense así. Ese hombre, además de ser guapo, era
un buen partido para ti. Sólo había que ver cómo te miraba y miraba a
Sami para darse uno cuenta de que eras especial para él.
Era mamá. Lo has definido maravillosamente bien. Porque lo que
había entre él y yo ha desaparecido —puntualizó, tocándose el colgante en
forma de fresa que él le regaló.
Dos días después, regresó a Múnich algo más tranquila y una mañana,
tras dejar a Sami en la guardería, al pasar por una floristería sonrió al ver
unas preciosas rosas rojas de tallo largo. Eran como las que Tom le había
enviado durante mucho tiempo y no lo pensó. Entró en el establecimiento y
encargó que le llevasen una rosa en una caja.
Cuando el mensajero dejó en el bufete del señor Kaulitz la caja, su
secretaria se la llevó. Tom, al ver la rosa, frunció el entrecejo y blasfemó
al leer:

Una vez te dije que yo te regalaría flores. Espero que te guste.
_____

Durante unos segundos, Tom miró la flor y, ofuscado, le ordenó a su
secretaria que la devolviera a su destino. Cuando la flor llegó a la casa de
_____ sin ninguna nota, ella se quedó sin habla. ¡Qué grosero! Pero
dispuesta a quedarse por encima, bajó de nuevo a la floristería.
Esa misma mañana, cuando la secretaria de Tom entró con una nueva
caja, en esta ocasión más ancha, éste la miró incrédulo. A diferencia de la
otra vez, sonrió al ver un cactus de púas afiladas. Cogió la tarjeta y leyó:
Esto te va más, capullo.
Y ahora, si no quieres que te llame «capullo»... ¡dímelo!
____

Sin poder evitarlo, cogió aquel cactus de púas afiladas y lo colocó en
un lateral de su despacho. Después se sentó a la mesa y no pudo dejar de
mirarlo durante horas.
Sin dejarse vencer por lo que sentía, _____ lo siguió intentando. Se
hacía la encontradiza con él en la puerta de su casa, pero Tom ni la
miraba. Se encontraban en el quiosco de prensa los domingos, pero él sólo
saludaba a Sami. Hizo todo, todo lo que pudo para que Tom hablara con
ella, pero éste le daba a entender con su desprecio que parase. No quería
saber nada de ella y finalmente _____ lo aceptó.
Una tarde, mientras merendaba con Judith en una cafetería, exclamó:
—¡Se acabó! No puedo más.
Su amiga, desolada por lo que ella le había contado, suspiró y dijo:
—La verdad, creía que Tom reaccionaría.
—Te juro que si sigo arrastrándome así, me hago yo misma el
harakiri. Vale, asumo que le oculté que soy militar, pero joderrrrrrrr..., ¡ya
no puedo arrastrarme más! Por lo tanto, doy el tema Tom por finiquitado
por mucho que me duela el corazón. Si superé lo de Mike, podré superar lo
de él.
—Me joroba decirlo, pero creo que tienes razón —afirmó Judith—.
Yo en tu lugar ya le habría cogido del pescuezo y seguramente matado. Y
mira que a Bill a cabezón no lo gana nadie. Pero ahora, tras ver a Tom,
comienzo a dudarlo.
Con un movimiento mecánico, ____ se quitó el colgante en forma de
fresa que llevaba colgado del cuello y, mirándolo, susurró:
—Se acabó. Ahora sí que se acabó. Le haré llegar este maldito
colgante y después normalizaré mi vida y continuaré viviendo, ¡que no es
poco!
En ese instante, sonó el teléfono de Judith.
—Hola, Marta. —Y tras un silencio, añadió—: ¡Genial! ¿El sábado?
Bien...bien... Me apunto y se apunta una amiga mía. Nos vemos allí sobre
las diez, ¿te parece?
Cuando colgó, miró a _____ y preguntó:
—¿El sábado tienes algo que hacer?
—Nada. Estaré con Sami.
Judith, sonriendo, le guiñó un ojo y le expuso:
—El sábado, Sami se quedará con tu vecina o en mi casa. Acabo de
quedar con mi cuñada Marta y unos amigos para ir a bailar y tomar unas
copas a un bar cubano llamado Guantanamera, ¿lo conoces?
—No.
Judith sonrió e intentó animarla:
—Ponte guapa y sexy, que este sábado vas a gritar «¡Azúcar!».

34
Esa noche, cuando Bill supo los planes de su mujer, de entrada se
molestó. No le gustaba que fuera a aquel antro cubano.
—He dicho que no Jud, no vas a ir —insistió, sentado a la mesa de su
despacho—. Estás embarazada, por el amor de Dios. ¿Qué pretendes, beber
mojitos y gritar «¡Azúcar!» con mi hermana como haces siempre?
—La verdad es que lo de los mojitos me tienta y gritar «¡Azúcar!» ni
te cuento —se mofó.
Bill, ofuscado, miró a la loca de su mujer y cuando fue a protestar,
ella, en tono dulzón, le soltó:
—¡Ya tú sabes, mi amol!
Incrédulo por su poca vergüenza fue de nuevo a protestar cuando
Judith, sentándose sobre él, dijo:
—Cariño, simplemente quiero salir a divertirme con mis amigas. No
pretendo ser la reina de la pista, ni beber un solo mojito. Sólo quiero pasar
un rato agradable y diferente antes de que nazca Conguito.
—He dicho que no, Jud. Y no es no.
Pero ella lo tenía claro, iría le gustara a él o no y, llevándolo por
donde sabía que tenía que llevarlo para conseguir lo que deseaba, le dijo,
acercándose:
—Vamos a ver, cariño...
—No. No vamos a ver nada. Y no te pongas zalamera que te conozco,
morenita. Sabes que no me gusta que vayas allí y...
Pero no pudo continuar. Jud, acercando su boca a la de él, murmuró:
—Escúchame, cariño.
—No. No piens...
Besándolo con pasión, lo hizo callar y cuando se separó de su boca,
añadió:
—Vayamos juntos.
—¿A ese antro? Ni loco.
Jud soltó una carcajada y, paseando su lengua por la boca de él,
cuchicheó mientras se apretaba contra su cuerpo:
—Ese lugar te excita, piensa en cómo a nuestro regreso haremos el
amor. Echaremos el pestillo de la habitación y tú y yo jugaremos y lo
pasaremos bien y...
—Jud...
Escuchar aquello lo tentaba. Siempre que regresaban del
Guantanamera lo pasaban bien reconciliándose. Era un clásico.
—Vamos, Iceman, dame ese capricho. Prometiste que cada cierto
tiempo me acompañarías a mi local preferido. Venga..., dime que sí. Estoy
embarazada y no me puedes decir que no. Mira que si el niño por un antojo
sale con acento cubano, ¡será culpa tuya!
Esas palabras lo hicieron sonreír y Jud, que lo conocía mejor que
nadie, insistió:
—Venga, cariño. Sabes que me gusta bailar. Es más, si quieres invita
a Tom para que venga también, así estarás más acompañado. Seguro que
lo pasamos genial.
Incapaz de negárselo, se dio por vencido y, sonriendo, preguntó:
—¿Irá ____? —Judith asintió y Bill, divertido, la acusó—: Pequeña,
eres una lianta ¿Qué pretendes que ocurra?
—De entrada, que se encuentren. Si nosotros no hacemos algo, esos
dos nunca se reconciliarán.
—Jud... no.
—Cariño, piensa. Tom nos ayudó mucho a nosotros, ¿por qué no
ayudarle ahora a él?
—Porque no sé si ____ es la chica que necesita. ¿Te parece buena
contestación?
Jud soltó una carcajada y, besando a su marido, preguntó:
—¿Y por qué sabía él que yo era la persona que tú necesitabas? —Bill
no contestó y ella insistió—: ¿Quizá porque te vio descolocado? ¿Quizá
porque se percató de que yo era especial para ti? Vamos a ver, cariño,
desde que conoces a Tom ¿alguna vez te ha hablado de alguna mujer
como te habló de ____? ¿Alguna vez lo has visto tan afectado por alguna
como lo está ahora? ¿De verdad no ves que _____ le gusta y mucho?
Bill no respondió. Simplemente se acercó a la boca de su mujer, le
chupó el labio superior, después el inferior y, tras darle un mordisquito,
murmuró:
—Morenita..., eres una bruja.
Divertida, ella asintió.
—Y a ti te gusta que lo sea, ¿verdad?
—Me encanta...
Bill la besó con el morbo que siempre había entre ellos y cuando sus
labios se separaron, preguntó:
—¿Y si Tom no reacciona bien al verla?
Jud, deseosa de seguir saboreando sus labios, lo reprendió:
—Iceman, ahora olvídate de todo y céntrate en mí.

35
El sábado, tras dejar a Sami con la vecina, ____ llegó al local donde
había quedado con su amiga y se sorprendió al ver a Bill allí. Después de
saludarla, Jud le presentó a sus amigos y, divertida, vio cómo instantes
después _____ ya estaba bailando con Reinaldo.
Cuando Tom llegó, Jud sonrió, pero el gesto se le torció al ver a su
lado a Agneta y, acercándose a su marido, preguntó:
—¿Qué hace Foski aquí?
Reprimiendo una sonrisa, Bill, acercó su boca a su oreja y respondió
con su acentazo alemán:
—¡Ya tú sabes, mi amol!
Se quedó boquiabierta al oírle decir eso y Bill, soltando una
carcajada, explicó:
—Cariño, cuando le propuse que viniera, no le pude decir que viniera
solo. Lo conozco y rápidamente hubiera sospechado.
—Joder —murmuró Jud, molesta.
Miró hacia la pista donde ____ seguía bailando con Reinaldo y cuando
Tom y su acompañante se acercaron a ellos, Judith los saludó con una
forzada sonrisa. Pidieron unos mojitos y cuando los estaban bebiendo,
llegó ____, divertida, junto a Marta, y dijo sin percatarse de los recién
llegados:
—Madre mía, Judith, qué bien baila Reinaldo.
—Es una pasada —convino ella.
—Pues espera a bailar con Máximo —comentó Marta—. Entre lo
bueno que está y lo bien que baila, te aseguro que no te dejará indiferente.
—¿Queréis algo de beber? —preguntó Bill.
—Hombre, Tom —gritó Marta—, no te había visto. ¿Cuándo has
llegado, guapetón?
A ____ se le puso la carne de gallina. ¿Tom? ¿Dónde estaba? Y
mirando a su derecha, lo vio tras Bill. Sonriendo a pesar de la desolación
que sentía, movió la cabeza a modo de saludo.
A Agneta, al verla allí, le entraron todos los males. Aquella mujer
había sido la que había separado a Tom de ella en los últimos meses y,
agarrándolo del brazo, marcó su territorio.
Ese gesto no pasó desapercibido para nadie y menos para _____, que,
indiferente, pidió al camarero una bebida:
—Un Bacardi con Coca-Cola.
Durante un buen rato, todos hablaron. _____ y Tom no se dirigieron la
palabra, pero sus miradas cargadas de reproches se encontraron en varias
ocasiones. Judith, al verlo, intentó mediar entre ellos.
—Tom, no he visto que saludaras a _____.
—Tengo ojos, no soy idiota —repuso él.
_____, al oírlo, con toda la mala leche del mundo lo miró y dijo:
—De eso, muñeco, no estoy muy segura.
Sorprendido de que ella volviera al juego de antaño, fue a contestar,
pero _____ fue más rápida y se marchó a bailar con Reinaldo.
No pensaba aguantar un segundo más las carantoñas que la rubia
idiota que colgaba del brazo de Tom le hacía a éste.
Jud, que se había percatado de todo, cuando vio que Agneta se
marchaba al baño, se acercó a su amigo y cuchicheó:
—Eres tonto.
—Gracias, Jud. ¡Tus piropos me encantan!
—Pero ¿no ves que ____ está aquí?
Con gesto incómodo, él la miró y respondió:
—Por mí, como si se la traga la Tierra.
Irritada por su indiferencia, insistió:
—_____ vale mil veces más que Foski, ¿no te das cuenta?
Él sonrió con amargura y sin ganas de entrar en el tema, objetó:
—Agneta me da todo lo que quiero y no miente. Con eso me vale.
—¡Sexo!... vale —replicó Judith—. Pero te conozco y sé que no lo
estás pasando bien. ____ te gusta y ella te puede dar sexo y amor. No seas
cabezota.
La palabra «amor» le cayó como un jarro de agua fría y, apretando los
dientes, clavó una furiosa mirada en Jud y siseó:
—¿Qué tal si no te metes donde no te llaman, queridísima Judith, y
por una vez en la vida ¡puedes olvidarte de que existo!?
Esa contestación y cómo la miró, dolieron a Jud. Nunca, en todo el
tiempo que se conocían, le había hablado así y, mirando a su cuñada Marta,
que conversaba con Bill, dijo:
—Marta, acaba de llegar Máximo.
—¿Dónde está Don Torso Perfecto?
—Allí —respondió Jud, señalando.
Máximo, un argentino guapo y galante hasta rabiar, saludaba a unas
chicas de la entrada cuando Marta informó:
—Ha roto con Anita y se siente muy solo. Ayer estuvo en casa con
Arthur y conmigo.
Bill miró a su mujer y ésta, haciéndole reír, respondió:
—Pero ¿qué me dices? —Y levantando la voz para que Tom la oyera,
propuso—: Presentémosle a _____. Seguro que se caen muy bien.
Las dos mujeres se marcharon. Bill miró a su amigo y, con
complicidad, preguntó:
—¿Otra copa?
Tom asintió y cuando el camarero dejó ante ellos la bebida, Bill
carraspeó.
—Hablando de mi mujer. ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer
esta noche?
Al ver que Tom no se había percatado, aclaró:
—Jud está muy, pero que muy molesta contigo con tu contestación.
Ya sabes, ¡las hormonas! La conozco y esto traerá consecuencias.
—Joder —murmuró Tom.
—Y la primera consecuencia —continuó Bill— es Don Torso
Perfecto.
—¿Quién?
—Máximo, el caprichito de las nenas, ¿no lo conoces?
Bloqueado porque hubiera otro caprichito que no fuera él, se interesó:
—¿Y ése quién es?
Siguiendo la dirección de su mirada, Tom se tensó al ver a ____
dándole dos besos a un guaperas con estilo. Se percató de cómo sonreía él
ante la presencia de la joven y le molestó cómo rápidamente la agarró de la
cintura y la invitó a bailar.
Bill, divertido por cómo se le abrían las aletas de la nariz, se acercó a
él y le informó:
—Ése es Máximo. Y por lo que sé de él, ¡las vuelve locas!
El resto de la noche fue una auténtica tortura para Tom. ____ parecía
haber encontrado al hombre que le seguía el juego y no paró de bailar y reír
con él.
La vio moverse con él, gritar «¡Azúcar!» con las locas de Judith y
Marta y fue testigo de cómo el alcohol comenzaba a hacer mella en ella y
en su sensual forma de bailar. Bill, que observaba en silencio todo lo que
ocurría, al ver cómo su buen amigo tensaba la mandíbula, murmuró:
—Cuando tú quieras, damos la noche por finalizada.
Tom negó con la cabeza e intentó sonreírle a Agneta. Ésta bailaba
insinuándosele, pero no tenía ni de lejos la sensualidad que desprendía
_____.
La música cambió y el disc-jockey comenzó a pinchar a los Orishas,
un grupo cubano que por allí gustaba mucho. Cuando sonó la canción
Cuba, todo el mundo bailó y cantó y cuando ésta acabó, las chicas se
acercaron hasta donde estaba el resto del grupo y pidieron algo de beber.
_____ cogió uno de los mojitos y, tras darle un trago que le supo a gloria,
oyó decir detrás de ella:
—¿No crees que estás bebiendo demasiado?
Sorprendida, se volvió y, al ver a Tom, levantó las cejas. Mirando a
un lado y a otro, preguntó:
—¿Es a mí a quien hablas?
—Sí.
Alucinada sonrió y murmuró:
—Serás capullo.
A Tom le molestó oír esa palabra. Ella sabía que no le gustaba que lo
llamara así e, intentando llamar su atención, dijo:
—Ayer me llegó por mensajero tu colgante.
_____ asintió y, tras beber otro trago, replicó:
—No es mi colgante, es tu colgante. Digamos que yo te he devuelto tu
fresa con el mismo desprecio con que tú me has devuelto a mí la mía.
Ahora estamos en paz, ¿no crees?
Molesto, no respondió y _____, encogiéndose de hombros, soltó una
risotada y siseó:
—Que no te quite nada el sueño, capullo... ya me he dado por enterada
que pasas de mí. Por lo tanto, tranquilo, lo superaré. Nadie es indispensable
en esta jodida vida.
Bebió otro trago y un golpe de una joven al pasar por su lado la hizo
dar un traspié, Tom la sujetó antes de que cayera al suelo.
Al notar sus manos en su cintura desnuda, sintió que el vello se le
ponía de punta y cuando él la soltó, sólo pudo murmurar:
—¡Azúcar!
Tom no contestó. El olor a fresas que desprendía se le había metido
en las fosas nasales y dándose la vuelta, decidió alejarse cuando oyó decir:
—Como vuelvas a tocarlo, vas a tener un problema.
Sorprendido al escuchar la vocecita de Agneta, se volvió y vio que
_____ le advertía:
—Como no me sueltes el brazo, el dentista se va a forrar contigo.
—Agneta, ¿qué haces?—preguntó Tom.
____, con una torcida sonrisa, lo miró y le aconsejó:
—Controla a Foski o esta noche sale sin dientes del local ¡Oh... sí!
Dicho esto, se alejó. Continuó bailando y disfrutando de la noche
mientras ellos dos discutían.
Una hora más tarde, entró en el baño para refrescarse e instantes
después la idiota de Agneta, con ganas de liarla, entró también y gritó:
—¿Quién te has creído que eres?
_____ la miró de arriba abajo y, sin moverse del sitio, respondió:
—De momento, la teniente _____ Parker, y como no saques tu
culito de perra en celo ahora mismo de aquí, me voy a enfadar. Y yo
cuando me enfado, soy muy... muy malota.
—¿Me estás amenazando?
_____ se miró en el espejo y con una chulería propia de ella, asintió:
—Sí. Definitivamente, sí. Creo que te voy a coger del moño, te voy a
arrastrar por el suelo y...
Asustada, la otra se marchó despavorida y ____ soltó una carcajada. Se
estaba mojando el pelo cuando la puerta se abrió de nuevo, dejando paso a
un furioso Tom.
—James Bond... éste es el baño de mujeres y si vienes a buscar a
Foski, me complace decirte que acaba de salir de aquí hace apenas unos
segundos.
Sin contestar, él la agarró del brazo y, arrinconándola contra la pared,
preguntó:
—¿Qué le has hecho a Agneta?
—¿Yooooooooooo?
—Dice que la has agredido.
_____ sonrió y, consciente de su cercanía, contestó:
—Te aseguro que si yo a ésa la agredo, no le dejo ni la lengua para
contártelo.
Tom, molesto al ver que Agneta le había mentido, le advirtió:
—Aléjate de ella y de mí. Tú y yo no tenemos nada que hacer.
_____, sin querer contener sus impulsos, lo paró, se acercó a él y,
poniéndose de puntillas, lo contradijo:
—Oh, sí, nene... Hay un par de cosas que podemos hacer.
Bloqueado, Tom vio cómo acercaba su boca a la suya para besarlo.
Reclamó sus labios como sólo ella sabía y él respondió. Sin hablar. Sin
apenas mirarse, la cogió entre sus brazos y la apretó contra él. El morbo
estaba servido. Durante varios minutos, mientras la gente seguía
divirtiéndose fuera, ellos dos se besaron con auténtica pasión. Sin
delicadeza, _____ posó su mano sobre su entrepierna y susurró:
—Vamos, muñeco..., dame eso que quiero y tú deseas.
Tom comenzó a perder la razón. ¿Qué estaba haciendo? Su cuerpo
parecía moverse solo y al sentir la lengua de ella en su boca, se apretó
contra ____ justo en el momento en que la puerta del baño se abría. Eso lo
hizo regresar a la realidad.
Como si le quemara los labios, la soltó, la miró y siseó antes de salir:
—No bebas más o terminarás muy mal.
Cuando él se marchó y entró la mujer que había abierto la puerta, _____
respiraba con dificultad. Ansiaba aquellos labios, aquellas grandes manos
que le habían recorrido el cuerpo. Lo necesitaba. Pero volviendo a la
realidad, como Tom había hecho segundos antes, abrió la puerta y salió a
la sala para pasarlo bien.
Máximo, disfrutando de la locura y frescura de la joven, al verla
aparecer la agarró para tomar algo con ella. El disc-jockey pinchó de nuevo
a los Orishas. Al oír la canción Nací Orishas, Máximo agarró las caderas
de ____ y salieron a bailar a la pista mientras cantaban...

Yo nací Orishas en el underground.
Oye si de cayo hueso si tu bare.
Yo nací Orishas en el underground...

Tom, desde la barra, los observó. No podía apartar la vista de ellos.
_____ se contoneaba ante aquel joven, mientras él se arrimaba a ella
paseando las manos por su cuerpo. Era algo que no quería ver, pero no
podía dejar de mirar. Contemplar cómo el tatuaje de su espalda se movía y
aquel imbécil lo tocaba lo estaba poniendo enfermo.
Cuando acabó la canción, comenzó otra y ellos continuaron bailando
tan felices. El cabreo de Tom fue en aumento. ____, por su parte, no se
volvió a acercar al grupo donde estaban él y su caniche. Se negaba a verlos.
De madrugada, cuando Bill y Tom hablaron de marcharse, Jud
asintió. Estaba cansada y, acercándose a su amiga, se despidió de ella.
Tom al ver que todos se iban excepto _____, al salir se paró junto a Jud y le
preguntó:
—¿____ se queda?
—Ajá...
—Pero todos nos vamos...
Sin sorprenderse mucho, Jud miró a su amigo y respondió:
—Se queda en muy buena compañía, imbécil. —Y al intuir que él iba
a decir algo más, añadió molesta—: Queridísimo Tom, ¿qué tal si te piras
con Fosky a darle su pienso, dejas a _____ tranquila y no te metes donde no
te llaman?
Dicho esto, Judith se agarró al brazo de su cuñada y Bill, acercándose
a su amigo, cuchicheó:

—Te lo he dicho..., ahí tienes otra consecuencia.

viernes, 26 de diciembre de 2014

.- SORPRENDEME .- CAPITULOS 31 Y 32

31
Cuando _____ abrió los ojos, eran las cinco y media de la mañana. A su
lado, desnudo, el comandante dormía plácidamente y, tras despertarlo,
ambos se marcharon de la habitación.
_____ cogió un taxi hasta el aeropuerto, donde se encaminó hacia el
helicóptero que la esperaba. Una vez comprobó que todo estaba bien,
despegó en dirección a Múnich.
Cuando llegó, dejó el helicóptero en el hangar de siempre y tras tomar
otro taxi, a las nueve y media de la mañana entraba en su casa. Estaba
agotada.
Llamó a Asturias, habló con su madre y le dijo que ya estaba en casa
para que se quedara tranquila. Más tarde, cuando hubiera dormido todo lo
que necesitaba, la volvería llamar de nuevo. Una vez colgó el teléfono, se
tiró en su cama sin desvestirse y se durmió.
Un ruido estridente la despertó. _____ se restregó los ojos y cuando
identificó que era el timbre de su casa, se puso la almohada sobre la cabeza
y decidió seguir durmiendo. Pero cuando sonó el móvil, saltó de la cama y
al ver que se trataba de Judith, lo cogió.
—¿Dónde estás, _____?
—En casa, en la cama.
—Pues abre. Estoy en tu puerta, llamando.
Como una zombi se levantó y fue a abrir. La sonrisa de su amiga la
llenó de alegría. Tras darle dos besos, ésta preguntó:
—¿Duermes vestida?
_____ sonrió al ver que ni siquiera se había quitado la ropa y Judith
volvió a preguntar:
—¿Cuándo has llegado?
_____ miró su reloj. Vio que eran las tres de la tarde y respondió:
—Hará unas cinco horas.
Horrorizada, Judith se llevó las manos a la cara y murmuró:
—Aisss, cariño... creía que llevabas más tiempo durmiendo. Me voy.
Descansa.
Pero _____, una vez despierta, dijo:
—Ni se te ocurra irte. Dame diez minutos para que me duche, ¿vale?
Ella asintió y, enseñándole unas bolsas con comida, convino:
—De acuerdo. He traído algo de comida.
Diez minutos después, cuando _____ salió ya vestida del baño, se
encontró la mesa puesta y cuando se sentó junto a su amiga, exclamó:
—Dios..., estoy muerta de hambre.
—¿Dónde está Sami?
—En Asturias, con mi familia. Mañana iré a recogerla.
Judith asintió y preguntó:
—¿Te quedarás allí unos días?
—Seguramente, aunque el jueves quiero estar ya de vuelta.
Durante la comida, hablaron de todo, hasta que Judith, fijándose en el
cuello de _____, dijo:
—¿Eso es un chupetón?
Ella se tocó donde le indicaba, se levantó y, al mirarse en el espejo y
verse aquello, murmuró:
—Maldito comandante.
—¿Comandante? —repitió Judith tras ella.
Al sentirse descubierta, ____ explicó:
—Un amigo.
—Pero ¿un amigo... amigo... o un amigo para temas de sexo?
Sin ganas de mentir, ella contestó:
—Un amigo con el que tengo sexo cuando a ambos nos apetece. Vale,
entiendo que pienses que es una locura y seguramente creerás que soy una
degenerada, pero quiero que sepas que...
Poniéndole la mano en la boca para callarla, Judith aseveró:
—Ni estás loca ni eres una degenerada. Yo también tenía amigos así
antes de casarme con Bill, por lo tanto, no tienes que justificarte.
Ambas se miraron y Judith, deseosa de comentar una cosa con ella,
preguntó:
—¿Crees que yo soy una degenerada por lo que me viste haciendo en
el Sensations?
La cara de _____ se contrajo y su amiga añadió:
—Sé que vas al Sensations. Sé que me viste allí y quiero que
hablemos de ello.
Bloqueada por lo directa que era, _____ respondió:
—Ya se ha ido de la lengua el tonto de tu amigo.
Jud sonrió.
—Creo que para ti es algo más que un amigo, ¿verdad? Y no... no es
tonto.
Poniéndose rápidamente a la defensiva, _____ replicó:
—No sé qué te ha contado el bocazas de James Bond, pero...
—Tom me ha contado lo que tú ya sabes. Si hay alguien juicioso en
este mundo ése es él y más tarde hablaremos sobre ese asunto. Pero ahora
quiero saber por qué no me has dicho que me viste en el local.
Incómoda con la conversación, finalmente ______ respondió:
—Me dio vergüenza.
—¿Por qué?
—Porque hablamos de sexo, Judith, y reconozco que me sorprendió
encontraros allí. Bill y tú parecéis una pareja muy consolidada y...
—Somos una pareja muy consolidada —remarcó ella—. Y nada en lo
referente al sexo ocurre sin que el otro esté perfectamente convencido. —Y
al ver su expresión, aclaró—: Cuando yo conocí a Bill, no practicaba este
tipo de relaciones. Recuerdo que la primera vez que fui a un sitio así, me
escandalicé. Pensé que las personas que hacían eso eran unas degeneradas
y un sinfín más de tonterías, pero ahora, pasado el tiempo, te aseguro que
no me escandalizo ni pienso así. He aprendido a diferenciar lo que es el
morbo, el sexo y mi marido. El sexo fuera de mi cama es sólo sexo. Para
mí es un juego entre Bill y yo, y lo afrontamos con nuestras propias
normas y limitaciones.
_____ la escuchaba y Judith añadió:
—Sé que nos han criado para no hablar abiertamente de sexo. Estoy
convencida de que a ti te han criado como a mí. El sexo es tabú y tocarse es
malo, ¿verdad? —____ asintió y ella prosiguió—: Yo no hablo de sexo con
cualquiera, y es una pena que mi amiga Frida esté viviendo en Suiza,
porque con ella me lo he pasado bomba hablando de estos temas y si tú
quieres, tú y yo podemos pasarlo bomba también.
—¿Me estás pidiendo que tú y yo...?
—Noooooooooo, sólo me refiero a poder hablar de ello con
normalidad —rió Judith—. A mí las mujeres no me gustan. Pero sí me
gusta tener una amiga cercana con la que comentar cómo lo he pasado
haciendo tal o pascual.
—Pero yo vi cómo unas mujeres jugaban contigo y tú parecías pasarlo
bien.
—Y lo pasaba bien. —_____ se sonrojó y Judith agregó—: Diana y su
novia son tremendamente morbosas y, para que me entiendas, a mí las
mujeres no me gustan, pero he descubierto que me encanta ser su juguete.
Me vuelve loca dejar que sus bocas, sus dedos o cualquier juguetito que
incluyan en nuestro juego entre en mí, te aseguro que a Bill le encanta
también. Ver su cara cuando yo lo paso bien me provoca un morbo
increíble y te garantizo que nuestras relaciones sexuales ¡son la bomba!
Colorada como un tomate, _____ susurró:
—Te vi también con Bill y Tom.
—¿Y?
—¿No os incomoda que un amigo tan amigo como Tom juegue con
vosotros?
—Ese comandante que te ha dejado el chupetón, ¿no es tu amigo?
Ella asintió e, intentando explicarle lo que quería decir, respondió:
—Lodwud es mi amigo. Pero me refiero a que Tom, Bill y tú sois
amigos en el día a día. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Judith asintió.
—La primera vez que accedí a hacer algo así fue con Tom. En ese
momento yo no lo conocía, pero Bill sí y tenía la máxima confianza con él.
Con el tiempo, Tom se ha convertido en un buen amigo y no me da ningún
apuro practicar sexo con él, porque él, Bill y yo tenemos muy claro todo en
nuestras vidas. Por cierto, me parece fatal que fueras sola al Sensations.
—¡Además de bocazas, portera!
Judith soltó una carcajada y sin querer abandonar el tema, dijo:
—_____, espero que a partir de ahora no te dé vergüenza hablar
conmigo de sexo. Es bueno compartir las experiencias y te aseguro que es
como todo en esta vida: ¡el saber no ocupa lugar!
—Intentaré que esos tabús desaparezcan.
Judith asintió.
—Esos tabús, al menos entre nosotras, han de acabar. A las dos nos
gusta el sexo de una manera que no todo el mundo practica, y me
encantaría poder hablar de ello con normalidad contigo. Y, ojito, las
mujeres no me van nada de nada, por lo que si me caliento mucho hablando
contigo, como mucho, cuando llegue a casa, Bill tendrá una excelente
sesión sexual.
_____ sonrió y Jud añadió:
—Entre cuatro paredes y con mi marido me entrego al placer. Adoro
que él me posea con otros hombres y me vuelve loca ver a Bill disfrutar
cuando una mujer o un hombre está entre nuestras piernas. El sexo que
comparto con él y con Tom es fantástico y cuando vamos a alguna
fiestecita privada, disfrutamos de todo lo que se nos pueda antojar en el
momento. Te aseguro que a mí que tú estés en un reservado no me importa.
Sé lo que me gusta y ya te he dicho que las mujeres no son mi fuerte, ¿lo
tuyo sí?
—Juego con ellas —contestó ______—, y me gusta que jueguen
conmigo.
Judith asintió y, divertida, preguntó:
—¿Te incomoda que hablemos del tema?
Sorprendida, ____ negó con la cabeza y su amiga propuso:
—Ahora que parece que nos hemos lanzado a contarnos intimidades,
háblame de qué tipo de sexo has practicado.
—Sexo en grupo —respondió _____ con tranquilidad—. Me gusta que
me posean y poseerlos. Cuando tomo yo las riendas, disfruto una
barbaridad.
Jud soltó una carcajada e inquirió:
—¿Sexo anal?
—Sí, y cuando vi a tu marido y a Tom hacerlo contigo, reconozco
que me puse como una moto. Son dos hombres impresionantes.
Jud soltó una carcajada y comentó:
—Espero que no influya en nuestra amistad que Tom comparta con
nosotros algo más que amistad.
—No..., no por favor. Lo vuestro es algo en lo que yo no me voy a
meter. No se me ocurriría.
—_____, lo que los tres compartimos es morbo, sexo y fantasías. Y mi
única manera de explicarlo es diciéndote que yo de Bill quiero todo.
Quiero verlo disfrutar, quiero que disfrute de mí, quiero besarlo, que me
bese, que me comparta, que yo lo comparta, que me abra las piernas, que
me folle y disfrute cuando otros u otras lo hacen, y de Tom sólo quiero su
juego morboso. Él no es mi pareja, ni mi amor. Él busca por su cuenta su
propio disfrute, pero yo de eso no me preocupo. Yo sólo me preocupo de
Bill y de mí. Bill es mío y yo soy suya. Eso es lo que marca la diferencia.
—Al ver cómo la joven la escuchaba, añadió—: Creo que algo de lo que he
dicho lo entiendes, ¿verdad? Es más, si vuestra relación hubiera
continuado, estoy segura de que habríamos coincidido alguna vez en un
reservado, ¿no crees? —_____ se excitó con tan sólo imaginarlo. Judith
prosiguió—: Parece frío lo que digo, pero así lo siento, _____. Yo amo
locamente a mi marido y he aprendido a diferenciar el juego del sexo entre
cuatro paredes de la vida real. Ahora bien, si no me caes bien en la vida
real, te aseguro que tampoco te quiero en mi juego. Eso me pasa por
ejemplo con Foski. ¡No la soporto!
Sonrieron. El sentimiento que ambas tenían por Agneta era mutuo y
_____ dijo:
—Foski es insoportable. Yo tampoco podría coincidir con ella en un
reservado.
Ambas se miraron. Permanecieron en silencio unos segundos y Judith,
deseosa de seguir hablando sobre lo que le rondaba por la cabeza,
prosiguió:
—Sé que Tom y tú os habéis estado viendo y también sé que él ha
descubierto que no eres azafata, sino militar. Y antes de que digas nada,
recuerda que yo te dije que notaba que os atraíais, lo que no sabía era que
ya os veíais y, tranquila, no te voy a reprochar que no me lo dijeras, pero sí
quiero saber qué es James Bond para ti y por qué ese chupetón no te lo hizo
él sino otra persona.
Retirándose el pelo de la cara, _____ respondió:
—Tom vino a verme a la base. Discutimos y me despreció quedando
delante de mí con Agneta, tras regodearse de haberlo pasado bien con ella
días antes. Yo estaba furiosa, necesitaba sexo y Lodwud siempre me lo da.
Y en cuanto a Tom, reconozco que me gustó mientras duró.
—¿Sólo te gustó?
_____, cerrando los ojos, decidió no seguir mintiendo y, angustiada,
musitó:
—Estoy jodida, Judith. Totalmente jodida. Lo he hecho tan mal con
él, que me avergüenzo hasta de pensarlo. Tom es el hombre más
maravilloso que he conocido en toda mi vida y...
—Guau, chica..., verdaderamente estás jodida.
Ambas sonrieron y Judith agregó:
—Él también está jodido. Como te dije, es un tipo excelente, pero
creo que tu engaño le ha hecho mucho daño.
—Lo sé.
—¿Qué tienes pensado hacer?
A _____ le vino a la mente la conversación que había mantenido con su
amigo Robert Smith. Él tenía razón: debía enseñarle a Tom que además de
militar era mujer y, encogiéndose de hombros, respondió:
—No lo sé. —Y encendiéndose un cigarrillo, añadió—: Me gustaría
hablar con él, pero no creo que me dé la oportunidad.
—Si no lo intentas, no lo sabrás. A mí me tienes para ayudarte en todo
lo que necesites y creo que Tom merece que lo intentes, ¿no crees?
Por primera vez en varios días, ____ sonrió y, mirando a su amiga,
asintió.
—Él lo intentó con anterioridad conmigo y yo lo rechacé; lo mínimo
que puedo hacer ahora es intentarlo. Intentar enmendar mi horrible error.
Él se lo merece.

32
A partir de ese instante, _____ lo intentó todo.
Lo llamó por teléfono, pero él no se lo cogió.
Le envió mensajes al móvil y a su mail, pero él no respondió.
Cansada de no recibir contestación, pidió una cita en el bufete de
abogados. Allí no podría rehuirla.
Vestida con un traje oscuro y tacones, fue a la casa de Tom, con la
diferencia de que en esta ocasión entró por la puerta del despacho y no por
la de la vivienda. Mientras esperaba en la sala, le temblaban las rodillas y
cuando una puerta se abrió y lo vio aparecer con su impoluto traje gris
marengo, junto a otros hombres, creyó morir.
Tom la miró sorprendido, ¿qué hacía ella allí? Con diplomacia y
saber estar, se despidió de los hombres a los que había atendido y cuando
éstos se fueron, su secretaria se levantó y anunció:
—Señor Kaulitz, la señorita Parker tiene cita con usted.
Un ofuscado Tom miró a la joven sentada en una de las sillas y con
voz controlada dijo, señalando hacia una puerta:
—Señorita Parker, por favor, pase a mi despacho.
Ella se levantó e, intentando no caerse por los nervios, caminó en la
dirección que él señalaba. Una vez entró en el despacho, aquel lugar donde
en alguna ocasión habían hecho el amor, vio que Tom se sentaba al otro
lado de la mesa; ella también tomó asiento.
Durante unos minutos, él miró su agenda; no se había percatado de
que esa cita era la de ella y, tras tacharla, cerró el libro y, mirándola, habló:
—Dígame, señorita Parker, ¿para qué requiere mis servicios?
Con la boca seca, ella lo miró.
—Tom, quiero hablar contigo.
Él levantó su mirada y, clavándola con furia en ella, siseó:
—Usted dirá, señorita Parker.
Retorciéndose las manos, _____ se sentó al borde de la silla y dijo:
—No suelo contarle a nadie cuál es mi trabajo. Cuando comencé
contigo, no creí oportuno decirte que era militar y después, cuando...
—Señorita Parker —la cortó él—. Esto es un despacho de abogados.
Si su problema no tiene nada que ver con lo que aquí se trata, le ruego por
favor que se levante y se marche.
—Tom..., por favor —suplicó.
Se miraron a los ojos durante unos segundos, hasta que él,
levantándose, masculló:
—Haga el favor de salir de mi despacho.
Desesperada por aquella frialdad, _____ se levantó también y, apoyando
las manos en la cara mesa, insistió:
—Soy una idiota, una imbécil, una descerebrada, pero, por favor,
¡escúchame! Tom, te echo de menos, cariño.
Sus palabras le dolían y replicó:
—No me llames cariño, porque ni soy ni quiero ser nada tuyo.
Consciente de que iba a tener que emplearse al mil por mil, se tragó la
furia que sentía por su desprecio y replicó:
—Una vez dijiste que luchabas por mí porque sabías que yo estaba
receptiva. Pues bien, ahora la que va a luchar por ti soy yo, para que me
perdones y me entiendas, hasta que me quede sin fuerzas y...
—Muy yanquis y peliculeras tus palabras. Pero déjalo, no luches por
algo que desde ya te digo que tienes perdido.
—Tom.
Dando un manotazo a la mesa y fulminándola con la mirada,
masculló, intentando no gritar ni montar un escándalo en el bufete:
—Señorita Parker, haga el favor de salir de mi despacho
inmediatamente. Usted y yo nada tenemos que hablar.
Mordiéndose el labio inferior ante la impotencia que sentía, ____ se
levantó y, como pudo, se marchó de allí. Cuando llegó a la calle, respiró y,
acalorada, se dirigió a una cafetería que había enfrente del despacho. No
pensaba desistir tan fácilmente.
Durante dos horas, permaneció en aquella cafetería sin quitarle la
vista de encima al edificio y cuando vio que salían las personas que había
visto trabajando allí, se tomó una nueva copa para infundirse valor para lo
que quería hacer.
Al entrar en su casa, Tom se quitó la americana y la tiró sobre el
sofá. Puso música y se sirvió un whisky. La visita de _____ lo había
descentrado y todavía era incapaz de controlar la furia que sentía. Cogió su
móvil y tecleó:

«Te espero en mi casa».

Dos segundos después, cuando Agneta respondió encantada, él sonrió
y se dirigió a la ducha.
Veinte minutos más tarde, cuando llevaba únicamente un pantalón
negro, el timbre de su puerta sonó. Sorprendido, miró el reloj. Agneta se
había adelantado e, intentando sonreír, abrió, pero la sonrisa se le congeló
cuando vio a _____ delante de él. Su insistencia lo estaba comenzando a
agobiar y le preguntó, apoyándose en la puerta:
—¿Qué narices haces aquí?
Entrando en su casa sin ser invitada, ella respondió:
—Tenemos que hablar.
Tom, todavía apoyado en la puerta, la miró y preguntó:
—¿Te he invitado a entrar en mi casa?
—No, pero tras ver cómo me has tratado hoy en tu despacho, imagino
que tampoco me vas a invitar a entrar en tu casa, por lo tanto, ¡me acabo de
invitar sola!
Alucinado como habitualmente por las contestaciones de ella, levantó
las cejas y murmuró:
—En tu línea... como siempre.
Después de un silencio más que significativo, ____, sin quitarle ojo,
musitó:
—Tom, yo...
Dando un portazo que hizo temblar los cimientos del edificio, él le
espetó con furia:
—Joder, ¿cuándo me lo pensabas decir? Eres una jodida militar, ¿a
qué esperabas para decírmelo?
—Tienes razón... tienes razón.
—Claro que tengo razón —replicó malhumorado.
Tener a _____ ante él le hacía plantearse mil cosas. La deseaba. La
necesitaba. La quería, pero ella lo había defraudado. Fue a hablar, pero
ella, plantándose ante él, dijo:
—Soy la teniente ____ Parker Muñiz, hija del mayor Parker.
—Lo sé..., nena..., pero no gracias a ti.
—Trabajo para el ejército de Estados Unidos y desde hace años piloto
un Air Force C-17 Globemaster. Me gusta mi trabajo, me gusta el ejército
y no creo que todos los americanos seamos lo que tú piensas. Creo que
debes entender que gente buena y mala la hay en todos lados y si no te dije
antes nada fue porque no quería que pensaras de mí que soy...
—¿Que pensara qué de ti? ¿Y ahora qué crees que pienso?
—Escucha, Tom..., además de militar soy una mujer que...
—No me cuentes gilipolleces... bonita —explotó él—. Me he vuelto
loco por primera vez en mi vida por una mujer, ¡por ti!, y loco estaría si
volviera a confiar en ti. Pero ¿qué quieres ahora? Me engañas, te ríes de
mí, me echas de tu vida diciéndome que yo no soy especial para ti y ahora
vuelves. ¿Qué quieres, ____?
—Te quiero a ti —respondió con un hilo de voz—. Te quiero, Tom,
maldita sea. Te quiero como nunca he querido a nadie y necesito que me
perdones para poder estar contigo. Eres importante para mí. Eres especial.
Sin ti muchas cosas han perdido sentido. Cuando te conocí, era una mujer
negada para muchas cosas, pero tú me enseñaste a creer que la felicidad en
pareja existe, me besaste, me animaste a bailar, me regalaste flores,
enamoraste a mi hija, a mi abuela y yo... yo no me porté bien contigo, pero
quiero que sepas que estoy dispuesta a pedirte disculpas todos los días
hasta que me perdones. Te quiero y necesito que me quieras.
Escuchar ese «Te quiero y necesito que me quieras» era lo máximo
que Tom podía escuchar. Él nunca se había atrevido a decirle esas
palabras, pero allí estaba ella, diciéndoselas, mientras con ojos suplicantes
le pedía una nueva oportunidad.
Tras un silencio incómodo entre los dos, la miró con una frialdad que
a ella le llegó al corazón y dijo:
—Lo siento, señorita Parker, pero ya no existe nada de lo que existió.
Fuiste especial para mí, pero eso se acabó. No te necesito, no te quiero y
mucho menos quiero que me quieras, ¿entendido?
_____, dolida, asintió. Se lo merecía, pero el rechazo era doloroso. Lo
intentó de nuevo.
—Tom, eres muy especial para mí, créeme.
Terriblemente enfadado porque la situación se le estaba yendo de las
manos, gritó:
—Pues tienes una manera muy curiosa de demostrarlo. —____ se
encogió—. Me contaste que el padre de tu hija murió en Afganistán. Me
dijiste que era un jodido militar americano. ¿Por qué no me dijiste que tú
también lo eras y que tu padre también lo es y me dejaste creer que eras
una azafata de Air Europa, cuyo inglés era muy americano por haber
trabajado en American Airlines?
—Porque...
—Ya no me interesan tus explicaciones —la cortó.
Desesperada al ver que era incapaz de llegar a él, ____ insistió:
—¿Qué importa la nacionalidad o la profesión que yo tenga, Tom?
Yo soy yo... soy _____, el resto no debería importarte.
—Pues me importa. ¡¿No ves que me importa?! Y tus mentiras me
han hecho daño, ¿no lo ves?
_____ se calló. Veía el dolor en sus ojos. Durante unos minutos,
ninguno habló, hasta que él dijo:
—¿Cómo crees que me quedé cuando, preocupándome por ti, me
enteré de quién eras y a qué te dedicabas? Te aseguro que leí al menos
cinco veces las cosas porque no me lo podía creer. No podía creer que la
mujer que me había robado el corazón, la mujer por la que estaba
volviéndome loco fuese una jodida militar, además de una mentirosa.
Ella asintió. No había jugado limpio. Bloqueada por los sentimientos
contradictorios que experimentaba en ese momento, fue a responder,
cuando él dijo con dureza:
—La diferencia entre tu trabajo y el mío es que yo dialogo y hago
tratos con personas en los juzgados y tú vas a las guerras. Allí no se
dialoga, _____, allí las personas disparan armas y se matan por infinidad de
desacuerdos. ¿Ves algo por lo que me tenga que preocupar? ¿Ves el peligro
en lo que haces? ¿Ves por qué no quiero saber nada de ti?
Ella cerró los ojos, negó con la cabeza y se explicó:
—Intento desvincularme cuando no estoy de misión, y llevar una vida
relativamente normal por Sami y por mí. Por eso vivo en Múnich y no en
la base de Ramstein. —Al ver que él no contestaba, sólo la miraba con
gesto duro, prosiguió—: Te acabo de decir que lo siento, que lo hice mal,
que te quiero, que no puedo vivir sin ti, ¿qué más quieres?
—No quiero nada de ti, _____, ¿todavía no te has dado cuenta?
Su rotundidad le hizo ver la realidad: él no la quería y no pensaba
darle otra oportunidad. Pero no quería perderlo y, sorprendiéndolo,
preguntó:
—¿Tampoco podemos ser amigos?
Enfadado, la miró. Quería gritarle, echarla de su casa, pero su mente,
su cuerpo y su corazón no lo dejaban; finalmente respondió:
—No.
—¿Por qué?
—Porque yo decido a quién quiero como amigo —aclaró con gesto
duro.
Con un conflicto interno terrible, Tom echó a andar hacia la puerta,
pero desesperada por hacerle entrar en razón, _____ se le adelantó y,
metiéndose entre la puerta y él, lo agarró y, tirando para acercarlo, lo besó.
Fue un beso duro, un beso anhelado, un beso deseado. Ambos lo
disfrutaron hasta que, de pronto, sonó el timbre de la puerta y Tom,
soltándola, dio un paso atrás y le advirtió:
—No vuelvas a besarme.
—¿Por qué? Me deseas, lo acabo de notar.
Con una sonrisa que a ella no le gustó, Tom le cogió la barbilla y,
mirándole el cuello, siseó:
—Bonito chupetón. —La soltó con desprecio y añadió—: Márchate.
Tengo una cita.
Sin moverse de la puerta, miró al hombre que adoraba y suplicó,
intentando quemar su último cartucho:
—Si no quieres continuar con lo que teníamos porque te he
defraudado como pareja, al menos intenta ser mi amigo. No te quiero
perder, Tom.
Ser amigos no entraba en sus pensamientos. Necesitaba olvidarla y lo
que ella pedía era una locura. Por ello, forzando una sonrisa que sabía que
le dolería, respondió:
—Mira, guapa, si lo que quieres es sexo, no me apetece tenerlo
contigo, y tú solita sabes muy bien cómo conseguirlo.
Sus palabras cargadas de rabia le dolieron y más cuando abrió la
puerta sin importarle que ella estuviera apoyada en ésta y lo viera decir con
una espectacular sonrisa:
—Hola, Agneta. Pasa, te estaba esperando.
_____ vio entrar a la siempre sensual presentadora de la CNN, que se
quedó parada mirándola. Ambas mujeres se contemplaron y Agneta,
agarrando a Tom por la cintura, preguntó:
—¿Qué hace ella aquí?
Él, con gesto impasible, la besó en el cuello.
—Tranquila. Ha sido una visita inesperada. Adiós, ______.
Su frialdad, cómo la miraba aquella mujer y el besito íntimo que
Tom le había dado en el cuello la hicieron temblar de frustración. La rabia
por lo que le estaba haciendo se apoderó de su cuerpo y, saliendo por la
puerta, gritó:
—Eres un capullo, ¡un grandísimo capullo!
Una vez ella salió, Tom dio un portazo, miró a Agneta y dándole un
azote en el trasero, dijo:
—Prepárame un whisky. Voy a terminar de vestirme y en dos minutos
nos vamos.
Cuando su amiga se fue al salón, Tom apoyó una mano en la puerta,
mientras con la otra se retiraba el pelo de la cara e intentaba calmarse,

quitarse de la cabeza a _____ y su maravilloso olor a fresas.



HOLA!!! AQUI OTROS CAPS ... TOM NO PIENSA PERDONAR A ____ PERO LA ESPERANZA ES LO ULTIMO QUE MUERE, EL CAPI 32 ME DAN GANAS DE GOLPEAR A TOM POR HACERLA QUE LE RUEGE ... BUENO YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ADIOS :))