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sábado, 3 de enero de 2015

.- SORPRENDEME .- CAPITULOS 36 Y 37

ULTIMOS CAPITULOS!!!

36
Pasó un mes y _____ y Tom no volvieron a saber nada el uno del otro.
Daban su no relación por finalizada, aunque eran incapaces de olvidarse.
Las Navidades llegaron y Jud se empeñó en poner su tradicional árbol
rojo de Navidad. _____ acudió a la llamada de su amiga para ayudarla. Entre
las dos, Flyn y los pequeños, adornaron el árbol mientras reían por las
cosas que aquellos trastos hacían.
—Como dice mi hermana —rió Judith—, ¡me los como con tomate!
—¿Cuándo vienen la tía Raquel y Luz? —preguntó Flyn.
Judith, al pensar en su familia, sonrió y, encantada, contestó:
—Dentro de cuatro días estarán todos aquí y celebraremos unas
estupendas Navidades. Por cierto, ____, ¿cuándo te vas a Asturias?
—Pasado mañana.
—Oh, qué pena. No vas a ver a mi familia —se apenó Judith.
_____ se encogió de hombros y con una candorosa sonrisa se lamentó:
—Me temo que no. Tengo un permiso de doce días y quiero
aprovecharlo a tope en Asturias. —Y mirando a su pequeña, dijo—: Sami,
no le quites el coche a Eric.
Judith asintió. El pequeño Eric era igual a su padre, excepto en su
carácter, risueño y alegre como el de su madre. Ver a Eric y a Sami juntos
era precioso. Ambos tan rubios, tan blanquitos de piel y con aquellos ojos
azules estaban para comérselos.
Con una tripa descomunal, Judith se levantó. Se agachó para coger un
juguete de su hijo y de pronto murmuró:
—Ay, Dios..., noooooooooooooooooo.
—¿Qué ocurre?
Flyn la miró y rápidamente dijo:
—¿Te estás meando, mamá?
Blanca como la cera, ella negó con la cabeza y, mirando a ____, pidió:
—Ve a avisar a Bill al despacho. ¡Acabo de romper aguas!
Cuando ______ llegó, abrió las puertas sin llamar y, acelerada, gritó:
—¡Bill, tenemos que llevar a Judith al hospital! ¡Ya!
A partir de ese momento, todo se volvió un caos. Simona, Norbert y el
pequeño Flyn se quedaron en casa con los niños y _____ acompañó a Judith y
Bill en el coche. Éste conducía como un loco por Múnich, hasta que su
esposa gritó:
—Si sigues así..., nos matamos.
—Pequeña, ¿estás bien? —preguntó él angustiado.
—Sí...tranquilo. Sólo he roto aguas, no hace falta que te vayas
saltando todos los semáforos.
_____ sonrió. Un nuevo bebé llegaba al mundo y eso siempre era un
motivo de felicidad; intentando relajar a su amiga, que se retorcía las
manos, comentó:
—Desde luego, cada vez que te pones de parto, ando yo cerca.
Judith sonrió, pero preocupada por cómo Bill iba con el coche, gritó:
—Bill, como vuelvas a saltarte otro semáforo, te juro que me bajo del
coche y conduzco yo.
Él, muerto de preocupación, asintió y a partir de ese instante procuró
calmarse. Al llegar al hospital, ya los esperaba una enfermera con una silla
y cuando Judith bajó del vehículo, murmuró, mirando a su marido:
—Cariño... la epidural. Que me pongan litros y litros de epidural.
—Por supuesto, pequeña... —la tranquilizó él retirándole la mano del
cuello para que no se lo frotara, o sus ronchones empeorarían—. En cuanto
te vea la doctora se lo recordamos.
Cuando ésta los vio aparecer, rápidamente los atendió y, para sorpresa
de todos, tras el examen les dijo que tenían que hacerle una cesárea de
urgencia. El bebé traía un par de vueltas del cordón umbilical en el cuello.
Bill, al ver el susto en la cara de su mujer, exigió estar presente, pero
la tocóloga se negó. En un parto de riesgo como aquél, el padre sólo era un
estorbo. Al final, únicamente Judith pudo convencerlo y, tras darle un beso
en los labios, se quedó junto con _____ en la salita a la espera de noticias.
—Tranquilo, todo saldrá bien. No te preocupes —intentó animarlo
_____.
Bill asintió. No estar con Jud en un momento así lo había descolocado
completamente y, mirándola, le apretó la mano.
—Lo sé. Jud no permitirá que nada salga mal.
Esperaron sin decir nada más. Bill no estaba muy comunicativo y _____
decidió respetar su silencio. Cuando apareció Tom, media hora después,
todavía no habían salido a decirles nada. Simona lo había avisado.
—¿Cómo va todo?
Bill no respondió. Tenía tal agobio que era incapaz de articular más
de dos palabras seguidas. Tom, sin entender nada, miró a ____ en busca de
una contestación y ésta dijo:
—Están haciéndole una cesárea de urgencia. El bebé tiene enrollado el
cordón umbilical en el cuello, pero le decía a Bill que todo va a salir bien.
Tom miró a su amigo, que tenía la vista fija en el suelo e, intentando
ser positivo como _____, afirmó:
—Por supuesto que va a salir todo bien.
El tiempo pasaba. Nadie decía nada y Bill comenzaba a desesperarse,
hasta que, de pronto, la puerta del quirófano se abrió y la doctora, con un
bebé en los brazos, se acercó a Bill.
—Enhorabuena, papá. Tienes una niña preciosa.
Aquel rubio alemán miró a su pequeña, pero con un hilo de voz
preguntó:
—¿Cómo está mi mujer?
La mujer sonrió y, entregándole al bebé, respondió:
—Está perfecta y deseando verte. Venga, sígueme, que te llevo con
ella.
La sonrisa de Bill se ensanchó: Jud estaba bien.
Encantado, contempló a su hija. Ahora sí podía respirar y sonreír y,
mirando a su buen amigo, que estaba junto a él, dijo:
—Colega, aquí tengo a mi otra morenita.
Se abrazaron emocionados mientras _____ los observaba con una
sonrisa en los labios. Qué amistad tan maravillosa la de aquellos dos
gigantes. Después, Bill la abrazó a ella y rieron al ver lo mucho que
aquella pequeñita se parecía a Judith.
Cuando Bill desapareció con la doctora y el bebé por las puertas del
quirófano, Tom y _____ se miraron y sonrieron. Sin tocarse ni abrazarse ni
dirigirse la palabra, ambos caminaron hacia el exterior del hospital. Al
llegar al coche de Tom, éste se ofreció:
—Si quieres, te puedo llevar a tu casa.
Alegre por la felicidad de su amiga, pero triste por lo que aquel
momento le había hecho recordar, _____ lo miró e, intentando sonreír,
contestó:
—No gracias. Iré por mi cuenta.
Tom asintió y cuando ella echó a andar, la llamó. _____ se volvió a
mirarlo.
—Siento todo lo que ha ocurrido entre nosotros.
Ella, encogiéndose de hombros, tragó el nudo de emociones que tenía
en la garganta y respondió:
—Yo también lo siento.
Tom, confuso y sin saber qué hacer, finalmente le tendió la mano y
preguntó:
—¿Amigos?
—¿A pesar de que sea militar?
Él sonrió y _____, cogiéndole la mano, se la estrechó con fuerza y
asintió.
—Amigos.
Dicho esto, se dio la vuelta y continuó andando, mientras las lágrimas
le resbalaban por la cara. No quería que Tom la viera llorando.

37
Pasaron las Navidades y todo volvió a la normalidad. La pequeña
Hannah era una muñequita morena, Judith estaba totalmente repuesta y
Bill, como siempre, era el hombre más feliz del universo.
Cuando ____ regresó de Asturias, traía muchas novedades que contar y
lo primero que hizo fue ir a ver a su amiga. Emocionadas, ambas miraban a
la pequeñina cuando llegaron Bill y Tom. Sami, al verlo, corrió hacia él y
tirándose a sus brazos gritó:
Pínsipeeeeeeeeeeee.
Encantado como siempre que veía a la pequeña, Tom la cogió en
brazos y la estrechó contra él. Aquellas Navidades habían sido muy
diferentes. Había echado de menos a Sami y a su madre más de lo que
hubiera podido imaginar, pero dispuesto a no enredar más las cosas y
dejarlas como estaban, no dijo nada. Se limitó a actuar ante sus amigos y a
sufrir cuando llegaba a su hogar.
____, al ver cómo abrazaba a Sami, se levantó sonriendo y lo saludó
con cordialidad. Tras decirles cientos de monadas a los niños, los dos
hombres se retiraron al despacho y Judith preguntó:
—¿Cómo llevas lo de Tom?
—Bien. Como dice mi abuela, el tiempo todo lo cura.
—Mi padre usa también eso de que el tiempo pone a cada uno en su
lugar.
_____ sonrió y, colocándole la coronita en la cabeza a Sami, dijo:
—Tengo algo que contarte
—No me asustes, _____, que tu expresión no me da buenas vibraciones.
Ella sonrió y, tras respirar hondo, explicó:
—Voy a trasladarme a la base Fort Worth.
—¿Y eso dónde está?
—En Texas.
La cara de Judith se contrajo al oírla y comenzó a llorar. ____, al verla,
se sentó a su lado e, intentando consolarla, murmuró:
—Por favor..., por favor..., no llores.
—¿Cómo no voy a llorar si todas las amigas que me echo aquí se van?
Primero Frida a Suiza y ahora tú quieres irte a Texas.
_____ sonrió. Que Judith le tuviera tanto cariño le encantaba y,
abrazándola, intentó consolarla:
—Piensa que si me voy, tendrás casa allí también. Podrás venir
siempre que quieras y te aseguro que será mucho más bonita y grande que
la de aquí.
—¿Y por qué te vas? ¿Es por Tom?
Éste era una parte importante de su decisión. Poner tierra entre ambos
era lo más recomendable, pero quitándole importancia, respondió:
—No, él no tiene nada que ver.
—¿Seguro?
—Segurísimo.
—Entonces, ¿por qué te vas a trasladar?
—Sinceramente, Judith, quedarme en Alemania ahora se me
complica.
—¿Por qué?
Sentada junto a ella, explicó:
—Scarlett regresa a casa y mis padres, por muy increíble que parezca,
han decidido darse otra oportunidad. De hecho, ahora mismo están las dos
en Texas, arreglando sus traslados.
—Eso es magnífico.
—Lo sé —asintió ____, mirando a su hija.
—Pero no entiendo qué tienes que ver tú en todo eso.
—Si mi hermana y mi madre regresan a Texas, cuando yo tenga viajes
largos no podrán quedarse con Sami. Mi abuela es muy mayor para
ocuparse de una niña y...
—Pero la puedes dejar aquí. Sabes que Bill y yo la cuidaremos bien
mientras tú estés de viaje.
—Lo sé, cielo. Claro que sé que la cuidaríais bien, sólo tengo que ver
el cariño que nos dais a ella o a mí cuando estamos con vosotros, pero
Sami necesita tener su propia familia y la mía es lo que tiene. Si yo viajo,
lo normal es que Sami esté con ellos. No debo ser egoísta y sí pensar en mi
pequeña. Ella necesita una familia y la suya estará en Fort Worth. Aquí
sólo me tiene a mí y si me pasa algo, necesitará estar cerca de sus
parientes. ¿Lo entiendes, verdad?
Judith asintió, ¡claro que lo entendía! se fundieron en un abrazo y a
ambas se les saltaron las lágrimas. La puerta de la cocina se abrió y Tom,
que entraba por unas cervezas, las miró extrañado y preguntó:
—Pero ¿qué les ocurre a las dos Superwomen?
Judith lo miró con pena, pero cuando fue a hablar, _____ se le adelantó:
—Ya ves, muñequito, hasta las Superwomen tenemos sentimientos.
Sorprendido, las miró y, dispuesto a indagar en el tema, cuando
regresó al despacho con las dos cervezas supo lo que tenía que hacer para
enterarse, así que dejando las botellas sobre la mesa de su amigo, dijo:
—Tu pequeña está llorando a moco tendido en la cocina.
No hizo falta decir más. Bill rápidamente se levantó y se encaminó
hacia allá. Tom lo siguió y lo oyó preguntar nada más abrir la puerta:
—¿Qué te ocurre, cariño?
La preocupación de Bill fue el detonante para que Jud comenzara de
nuevo a lloriquear. ____ miró a Tom y susurró:
—Menuda portera estás tú hecho.
Él, con una mano en el bolsillo y la cerveza en la otra, se apoyó en el
quicio de la puerta mientras veía a su amigo abrazar a su mujer. Cuando a
ésta se le pasó el sofoco, Bill, que la conocía bien y sabía que no lloraba si
no era por algo importante, la animó a hablar:
—Cuéntame, pequeña, ¿qué te ocurre?
Judith miró a su amiga. Ésta negó con la cabeza, pero sin importarle
ese gesto, ella anunció:
—_____ se va a ir a vivir a Fort Worth.
Los dos hombres la miraron sorprendidos y ella dijo divertida:
—Texas, yeah!
Tom sintió tal sacudida ante la noticia que tuvo que sujetarse a la
encimera de la cocina. ¿Qué era eso de que ____ se iba? Completamente
descolocado por aquello, dejó la cerveza y replicó:
—Estarás de coña, ¿no?
_____ negó cómicamente con la cabeza y respondió:
—No. Hoy es martes y los martes no miento.
—Pero vamos a ver —insistió él—, ¿qué vais a hacer vosotras en
Texas?
Camuflando los sentimientos que ese traslado le ocasionaba, _____
contestó:
—Trabajar y vivir, ¿te parece poco?
—¿Y por qué te quieres ir a vivir allí? —volvió a preguntar.
Ella, mirándolo, frunció el cejo y repuso:
—¿Y a ti qué te importa..., nene?
—Serás grosera.
—Oh... hoy no duermo del disgusto. ¡Me has llamado «grosera»! —
exclamó, sentándose en una de las banquetas de la cocina.
Judith, al ver que iban a comenzar como antaño, los miró y,
levantando la voz, gritó:
—¡Por favor, no discutáis! Bastante disgusto tengo con saber que _____
se va a ir, como para que encima vosotros empecéis de nuevo a llevaros
mal.
Sami, al ver a su madre con gesto serio, se acercó a ella mirando a
Tom y soltó:
—¡Pínsipe tonto!
Cogiéndola en brazos, ____ la besó y murmuró:
—No, cariño, el príncipe no es tonto, ¡es tontísimo!
Al ver que las dos lo miraban con una sonrisa cómplice, Tom cogió
su cerveza y salió de la cocina. Tres minutos después, lo siguió su amigo.
—Muy bien, princesa —dijo _____ levantándose con su hija—.
Comencemos a recoger juguetes. Tenemos que marcharnos a casita.
—¿Vendrás el sábado a comer? —quiso saber Judith.
—Claro que sí. ¡No me quiero perder tu cocido madrileño ni muerta!
Media hora después, a través de la ventana, Judith observaba a su
amiga salir con su hija en los hombros, cuando Bill entró para ver cómo se
encontraba y, abrazándola, preguntó:
—¿Ya se ha pasado el disgusto?
Ella sonrió y Bill inquirió:
—¿Me puedes decir por qué se quiere trasladar?
—Es un tema familiar, Bill —sonrió Jud—. Su hermana y su madre
que viven en Asturias regresan a Texas y ella, por el bien de Sami, sabe
que debe hacerlo para que siga teniendo una familia que la cuide y la
quiera. Aquí, aun teniéndonos a nosotros, está muy sola.
Bill asintió y no preguntó más. Eso sí, luego se lo contó a su amigo.
Esa noche, ____ necesitaba desfogarse. Quería ir al Sensations, pero
sabía que si iba, con seguridad se encontraría a Tom, por lo que decidió
cambiar de sitio. Iría al Destiny, un nuevo local como el Sensations que
estaba un par de calles más arriba.
Vestida con una falda de tubo negra y unos tacones, llegó al local.
Tras entrar, se encaminó con seguridad hacia la primera barra, donde pidió
algo de beber. La relaciones públicas, al verla sola, se presentó y le enseñó
el local. Pasearon por las diferentes salas del mismo y a ____ le llamaron la
atención unas cabinas plateadas. Una vez acabaron la visita, la mujer le
presentó a una pareja y juntos pasaron a la siguiente sala. Allí había unos
butacones y decidieron sentarse para continuar charlando.
Tras tomarse un par de Bacardis con Coca-Cola, decidieron ir al
jacuzzi. Primero pasaron por las taquillas y al salir alguien la llamó.
—_____.
Sorprendida, miró y sonrió al encontrarse con Carl.
—¿Qué haces tú por aquí?
Él, tras darle dos besos, respondió:
—He venido con una amiga. —_____ sonrió y el hombre añadió—:
Llevaba mucho tiempo sin verte. No vas por el Sensations, ¿dónde te
metes?
____ sonrió y, encogiéndose de hombros, contestó:
—He estado muy liada últimamente. Había oído hablar de este sitio y
he decidido venir a conocerlo.
Carl asintió. ¿Qué hacía _____ alli sola, sin Tom? Y antes de
despedirse, dijo:
—Pásalo bien, _____.
Con una sonrisa, ella se alejó sin darse cuenta de que Carl tecleaba
algo en su móvil.
Tras reunirse de nuevo con la pareja, fueron hasta una barra lateral
cercana al jacuzzi y allí pidieron de nuevo algo de beber. La música era
atronadora. Para el gusto de _____ sonaba demasiado fuerte. Cuando estaba
sentada esperando su bebida, la pareja se encontró con otra y se los
presentaron. Dos segundos después, las dos mujeres se pusieron juguetonas
y terminaron en el jacuzzi, mientras _____ y los hombres las observaban.
Ninguno la tocó. Ella no había dado permiso para ello y todos la
respetaban. Cuando los hombres vieron que no parecía querer jugar,
decidieron unirse a sus mujeres y disfrutaron del intercambio de pareja.
Pasado un rato, _____ sintió curiosidad y fue a las cabinas plateadas,
donde vio unos carteles muy curiosos colgando de las puertas. Éstos eran
explícitos. Indicaban la gente que había dentro y lo que se buscaba. Tres
hombres buscaban una mujer. Dos mujeres, un hombre y cuando vio una
cabina en la que no ponía nada, supo que estaba vacía y decidió utilizarla
ella.
Cuando se metió dentro, miró alrededor. El espacio no era muy
grande. Había una mesita con preservativos, agua y toallas limpias, una
butaca y, colgado del techo, un columpio sexual.
Con curiosidad, lo tocó y notó que sus correas eran suaves. Miró los
carteles que había sobre la mesita. Debía colgar en la puerta que era una
mujer e indicar lo que buscaba. Durante un rato, dudó y al final se decidió.
Dos hombres. Necesitaba disfrutar de buen sexo. Con seguridad, cogió
ambos carteles y los colgó en la puerta.
Se encaminó hacia el potenciómetro de luz y la bajó hasta dejarla
tenue. Se sentó en el columpio y recostó la espalda en la cuerda trasera,
columpiándose. De pronto, la puerta se abrió y un hombre entró. _____ no
pudo verlo hasta que se le acercó. Su cuerpo se estremeció y preguntó con
un hilo de voz:
—¿Qué haces aquí, Tom?
Él, con gesto serio y una frialdad increíble, respondió:
—Hago lo mismo que tú. Busco sexo.
Los dos se miraron en silencio, hasta que él preguntó con voz neutra:
—¿Alguna vez has utilizado un columpio?
______ negó con la cabeza y él dijo:
—Como estás, coloca las piernas en las cuerdas inferiores. Quedarás
suspendida y con las piernas abiertas. El placer que proporciona el
columpio es increíble. La penetración más profunda y el disfrute para
ambos mayor.
Ese tecnicismo y su frialdad llamaron su atención e hizo lo que decía.
Pronto quedó suspendida como él había explicado y Tom, que había
entrado desnudo, se acercó más. Sin inmutarse, paseó su mano por la
vagina de ella e inquirió:
—¿Tienes algún problema en que yo juegue contigo esta noche?
¿Problema?
¡Tenía muchos problemas!
Excitada por su presencia y lo que en ella provocaba, negó con la
cabeza, pero preguntó:
—¿Te ha avisado Carl?
—Sí.
—¿Por qué?
—Como buen amigo que es, me ha dicho que tú estabas aquí. Las
últimas veces nos vio juntos en el Sensations y le ha extrañado verte sola
aquí. Nada más.
La puerta de la cabina se abrió de nuevo y un hombre entró. Tom lo
miró.
—Hemos cambiado de opinión. Lo siento.
Cuando el hombre salió de la cabina, _____, incrédula por lo que él
había hecho, lo miró y siseó:
—Te has pasado. Yo no he cambiado de opinión.
Tom no respondió, se limitó a mirarla. Ella insistió:
—¿Acaso has entrado aquí para jorobarme la diversión?
Ahora eran las palabras de ella las que incomodaban a Tom y éste,
con gesto impasible, repuso:
—Busco sexo, _____. No busco nada que no busque la gente que viene a
este local. Pero si te incomoda mi presencia, me iré y buscaré a otros para
jugar.
Tentada estuvo de decirle que se marchara, que se alejara de ella, pero
no pudo. Su corazón y su ansia de él no la dejaron y, cogiéndolo de la
mano, lo retuvo. Encontrarse allí con Tom había sido una agradable
sorpresa que no pensaba desaprovechar.
—Tranquilo, capullo. Podemos pasarlo bien.
—No me llames «capullo».
_____ sonrió y con guasa, para ocultar sus sentimientos, añadió:.
—Perdón, señor Kaulitz... perdón.
Durante unos segundos, ambos se miraron a los ojos. La tensión
sexual estaba servida. Si él era frío, ella podía ser un témpano de hielo.
Pero sus cuerpos se calentaban segundo a segundo y, finalmente, Tom,
deseoso de ella, dijo mientras se sentaba en el suelo:
—Ábrete para mí.
_____ hizo lo que le pedía mientras en su estómago cientos de
maripositas revoloteaban y su vagina comenzaba a palpitar de excitación.
Sentado en el suelo, Tom, totalmente atraído por ella, cogió con sus
manos la cuerda que le pasaba bajo el trasero para acercarla y tras mirar
aquella fresa que tanto le gustaba, posó su boca en el centro de su deseo y
ella jadeó.
La joven cerró los ojos. Sentir su boca, su ansiosa boca sobre ella era
lo último que pensaba sentir aquella noche. Sin ningún pudor, se entregó a
él deseosa de sexo.
Tom, por su parte, le apretaba las nalgas mientras metía aquella
húmeda vagina en su boca y la degustaba. La chupaba, la lamía... aquello
era maravilloso.
—Agárrate a las cuerdas y échate hacia atrás —pidió.
Agarrada a las cuerdas, ____ se volvió loca. Estar suspenda en el aire
mientras el hombre que ocupaba su corazón y su mente le abría las piernas
para hacer lo que ella tanto ansiaba, la hizo gemir. Sin piedad, Tom buscó
lo que necesitaba y, succionando el clítoris maravilloso de ella, se sintió
vibrar. Era un sueño.
Aún atontado por lo que hacía, gimió y como un lobo hambriento la
apretó contra su boca. No se podía creer lo que estaba haciendo, pero allí
estaba. En cuanto recibió el mensaje de Carl, no lo dudó y fue en busca de
la mujer que deseaba.
Los jadeos tomaron la estancia, mientras _____, enloquecida, se abría
para Tom y experimentaba lo que era el sexo en un columpio. Era
increíble, ¿cómo no lo había probado antes?
Cada uno desde su posición disfrutaron del momento y cuando él se
levantó del suelo, _____ lo miró con los ojos velados por la lujuria. Tom era
impresionante y cuando se fue a poner un preservativo, ella lo detuvo:
—No te lo pongas.
Sin hablar y tremendamente confuso, tiró el preservativo al suelo y
con impaciencia guió su pene. Agarrándose a las cuerdas superiores del
columpio, lenta y pausadamente se introdujo en ella. Una vez se sintió
dentro, hizo un movimiento rápido y _____ jadeó.
—Estar suspendida te da mayor placer.
Agarrada a las cuerdas, lo miró. Un seco movimiento de Tom la hizo
gritar y él murmuró sin besarla:
—La cabina está insonorizada, podemos gritar cuanto nos plazca.
Una nueva embestida los hizo gritar a ambos. Esta vez sin reservas. El
placer era intenso y oír la resonancia de sus gritos los excitó:
—El columpio nos da una profundidad extrema. ¿Lo sientes? —
preguntó Tom.
—Sí.
—¿Te gusta?
_____ gritó de nuevo y Tom no paró. Una y otra vez entraba y salía de
ella con movimientos rítmicos y devastadores. Necesitaba aquel contacto,
necesitaba hacerla suya, y lo hizo mientras _____ gritaba de pasión,
volviéndolo loco.
El columpio les proporcionaba unas sensaciones diferentes. Sus
cuerpos descontrolados chocaban, consiguiendo que ambos jadearan,
gimieran, gritaran y cuando _____ echó la cabeza hacia atrás, Tom dio un
paso adelante y profundizó aún más.
Chillidos de placer retumbaron en aquella cabina, mientras los dos
buscaban su propio deleite. Se deseaban, se necesitaban, pero ninguno lo
decía. Sólo experimentaban con sus cuerpos y se dejaban dominar por la
lujuria del momento.
Cuando Tom sintió que iba a llegar al clímax, hizo un movimiento
para salir de ella, pero ____, agarrándolo de las manos, no lo dejó y,
mirándolo a los ojos, susurró:
—No te salgas. Termina lo que has comenzado. Sabes que tomo la
píldora y no hay peligro de que me quede embarazada.
Incapaz de negarle aquello, Tom, agarró de nuevo las cuerdas del
columpio y, sin dejar de mirarla, comenzó un infernal bombeo que los
llevó al séptimo cielo, y cuando no pudo más, tras un gutural y ronco
gemido, se corrió; ella le siguió.
Apenas sin respiración, _____, al verlo sudando, le enjugó con una
mano el sudor de la frente y musitó:
—Como siempre, ha sido genial, Tom.
Él asintió y, sin salir de ella y a escasos centímetros de su boca,
preguntó:
—¿Por qué te vas a Texas?
—Por Sami.
—¿Sólo por Sami?
Acalorada por aquella cercanía y por la tentación de tomar aquellos
labios que tanto ansiaba, respondió:
—Ella se merece una familia y al estar sola con ella en Múnich se la
niego. En Fort Worth tendrá además de una madre, unos abuelos y una tía.
Si me quedo aquí, Sami sólo tendrá una madre por temporadas, pero nada
más. Estoy sola, Tom, pero Sami no quiero que lo esté.
Él cerró los ojos. Le dolía oír eso y a pesar de que la entendía, dijo
egoístamente:
—Aquí podría tener otro tipo de familia. Están Jud, Bill, los niños,
tus amigos americanos y estoy yo. Entre todos podríamos...
—No —lo cortó—. He de pensar en ella y en lo que más le conviene y
aquí nunca tendrá una familia como la que la niña se merece.
Confuso por sus palabras, asintió. Sin decir nada, se separó de _____ y
ésta se bajó del columpio. Al quedar uno frente al otro, la tensión se
palpaba en el ambiente y cuando Tom se fue a dar la vuelta para
marcharse, ella lo agarró y le pidió:
—No te vayas. —Él la miró y _____ añadió—: Juguemos juntos una
última noche.
Oír lo de «última noche» a Tom le hizo aletear el corazón. Sentía por
ella tanto que el cuerpo le dolía. Su orgullo como hombre estaba herido y
tenerla tan cerca lo confundía a cada instante más. Pero deseoso de
continuar la noche a su lado, con un gesto impasible preguntó:
—¿Segura?
—Segurísima —afirmó ____, a pesar de saber que más tarde se
arrepentiría de ello.
Intentando mantener la compostura, Tom asintió. Jugar con ella.
Estar con ella era lo que más le apetecía en el mundo y cogiéndola de la
mano, convino:
—Muy bien, _____. Disfrutemos de la noche.
Salieron de la cabina y se dirigieron a unas duchas. Una vez se
refrescaron, sin hablar, de la mano, se encaminaron hacia unas camas
donde más personas disfrutaban del placer y el contacto. Tríos. Orgías.
Intercambios de pareja. Todo aquello eran sus juegos. Unos juegos
calientes que disfrutaban con amigos y desconocidos y donde ellos ponían
sus propios límites y sus propias reglas.
Cuando _____ se sentó en una de las camas junto a aquellas personas,
Tom la miró y tras cruzar una significativa mirada con dos hombres y una
mujer que los observaban, éstos rápidamente se acercaron.
Con un hombre a cada lado y Tom mirándola, ______ supo lo que ambos
deseaban y cogiendo la cabeza de los dos desconocidos, las guió hasta sus
pechos. Ellos rápidamente comenzaron a chupar con ímpetu sus pezones y
la mujer, sin dudarlo, se metió entre sus piernas y tras _____ abrirlas, la
chupó con gusto.
Tom los observaba sin variar de expresión. Se excitaba con lo que
veía. _____ era su máxima fuente de placer y una experta jugadora. Jadeos
tomaron la habitación mientras todos disfrutaban de lo que les gustaba.
Sexo. Morbo. Fantasías.
Durante horas, el placer primó entre ellos, distintas manos los
tocaron, distintos cuerpos tomaron los suyos y compartieron el disfrute,
pero _____ se dio cuenta de que Tom no la besaba. Ella lo intentó un par de
veces, pero al ver que se retiraba, lo asumió y continuó con el juego sin
querer pensar en nada más.
A las cuatro de la madrugada, tras una noche plagada de sexo y
morbo, ambos salieron del local en busca de sus coches. Con
caballerosidad, Tom la acompañó hasta el suyo y, cuando llegaron, ella,
con mejor humor que él, dijo:
—Ha sido una buena noche. Me alegro de que Carl te avisara.
Ese buen humor a Tom le llegó al corazón ¿Cómo podía sonreír y él
era incapaz? Y con voz dura, le espetó:
—Entre tú y yo no hay nada especial. Simplemente hemos disfrutado
del sexo.
Esa aclaración innecesaria a _____ le dolió. Pero dispuesta a disfrutar
hasta el último momento de su cercanía, dijo, descolocándolo:
—Sé muy bien lo que ha sido, Tom. No te agobies.
Él asintió. Estaba lleno de contradicciones que ni él mismo entendía y
la apremió:
—Vamos, sube al coche y márchate. Es tarde.
_____ asintió. Pero deseosa de algo más, dijo:
—Quiero un beso de despedida.
Descolocado, Tom la miró. Llevaba toda la noche intentando no
acercar sus labios a los de ella o sabía que no podría dejar de besarla y se
negó.
—No.
Esa negativa tan directa la hizo sonreír y, encogiéndose de hombros,
murmuró, acercándose a él:
—Mira, amiguito, me gusta tu boca. Me gustan tus besos y que te pida
uno no significa que te esté pidiendo amor eterno, pero si...
No pudo continuar.
Tom tomó las riendas del momento. Acercó su boca y, sin demora,
hizo lo que deseaba. Metió su lengua en aquella boca que adoraba y la
besó. Pasó sus manos por su cintura y, entregándose al deleite de aquel
duro y exigente beso, le dio lo que ella quería y su propio cuerpo le gritaba.
Cuando segundos después se separaron, _____ aún estaba con los ojos
cerrados, disfrutando del beso, y él murmuró sobre su boca:
—¿Esto es lo que buscabas, _____?
Abriendo los ojos de golpe, se encontró con la furia en su mirada. Lo
que para ella había sido un deseado y anhelado beso, para él parecía haber
sido una atormentadora obligación, y resurgiendo como siempre había
hecho de las cenizas, se separó de él, sonrió, buscó a la teniente Parker en
su interior y, encendiendo un cigarrillo, respondió:
—Oh, sí, capullo... Me he dado cuenta de que adoro besar a los
hombres.
Ese comentario tan mordaz, a Tom le tocó la fibra, pero no se lo hizo
saber. Él tampoco estaba siendo especialmente amable con ella. Sin decir
más, _____ se metió en su coche y, tras guiñarle un ojo con una fingida
sonrisa, arrancó y se marchó.
Cuando Tom quedó solo en medio de la calle, la furia le pudo.
¿Qué había hecho? ¿Por qué había ido a aquel local?
Sus sentimientos por _____ lo estaban destrozando. Aún recordaba el
día en que ella le dijo que le quería. En su mente seguían las palabras «Te
quiero y necesito que me quieras». Varios minutos después, cuando su
cuerpo dejó de temblar, decidió marcharse a su casa. Era lo que debía

hacer. Entre los dos había quedado todo claro.



HOLA!!! BUENO AQUI ESTAN DOS CAPS DE LA NOVE ... YA SON ULTIMOS CAPITULOS!!! BUENO ... AQUI LES DEJO EL LINK DE LA NUEVA NOVELA QUE QEDO EN LUGAR DE "ENAMORADA DE UN CRIMINAL" SE LOS DEJO PARA QUE LA SIGAN ... HASTA PRONTO Y DISFRUTEN :)) http://sexo-amigo-tom.blogspot.mx/

6 comentarios:

  1. :O:O Guaooo no puedo creerlo (Tn) y Tom estuvieron juntos xfiiin jajaja y Carl que le aviso a Tom que bueno que le haya avisado, y Tom no se pudo contener y fue a ese lugar a ver (Tn) aun la quiere aunque sea frió y seco con ella, ojala impida que se vaya y se quede con el me gustaría mucho que quedaran juntos hacen una linda pareja, que se den una ultima oportunidad :( me encantoooo virgiii espero los proximos caps!!!

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  2. ooo nooooo se vaa pero porqueeee??? Y tom no piensa hacer nada uii me da un coraje :(( subeeeee prontooooo pleaseeee y cuidateeee mucho bye me encanta la fic

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  3. Ya se esta pasando tom :(
    Me encanto *-*
    Ahí no ya esta terminando :'( porque :/
    Sube pronto :)

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  4. Que malo tom
    Pero alfin estubieron juntos por un rato
    Ahí no ya esta terminando la novela :'(
    Sube pronto :)

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  5. Ay Tom ya no te hagas tanto de rogar!! Ya lucha de una vesz por la rayitaa..

    Muero por saber comi tetlrminara esta historia :)

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  6. TOM HACIENDOSE EL DIFÍCIL JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA MUERO DE LA RISA
    Subeeee

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