23
Los meses pasaron y llegó
octubre. Nadie, a excepción de ellos y Bill,
conocía su particular
relación. Los dos amigos habían hablado en varias
ocasiones sobre el tema y
Tom le había pedido discreción. ______ no quería
que nadie supiera nada y
aunque le molestaba su negativa a aparecer como
una pareja ante sus
respectivos amigos, decidió respetarla. Nunca haría
nada que la pudiera
molestar.
Una madrugada, tras pasar
una morbosa noche junto a Tom y otra
pareja en uno de los
reservados del Sensations, donde la fantasía y el placer
habían sido el centro de
sus deseos, al ponerse el pantalón, ______ sacó su
móvil y vio que tenía
varias llamadas perdidas desde el teléfono de su
vecina Dora y también de
su compañero Neill. Preocupada, llamó y Tom
pudo ver que se llevaba
las manos a la cabeza. Rápidamente se acercó a
ella.
—¿Qué ocurre?
—Tengo que irme. Sami...
está en el hospital.
—¿Qué ha ocurrido?
Pero _____, fuera de sí,
se cubrió la cara con las manos y gimió:
—Oh, Dios... Oh, Dios...
Soy una madre nefasta... Yo aquí... aquí...
haciendo... haciendo ¡esto!,
y mi hija. ¡Oh, Diosssssssss mío!
Obnubilada por la
preocupación, no sabía qué hacer y Tom,
sujetándola por el brazo,
la detuvo y dijo:
—Cielo, céntrate, ¿qué
pasa?
—Mi vecina Dora y Neill
han llevado a Sami al hospital. Por lo visto,
comenzó a tener fiebre
alta y Dora se asustó. Me ha estado llamando, y al
no cogerle yo el teléfono,
ha llamado a Neill. Tengo que ir al Klinik, mi
hija está allí.
Tom no sabía quién era
Neill, pero en ese instante eso era lo que
menos importaba. Sólo
importaba Sami. Sin tiempo que perder, llevó a
______ hasta su coche y
luego condujo lo más rápido que pudo para llegar
cuanto antes el Klinik.
Una vez dejaron el coche
mal aparcado en la puerta, entraron
corriendo por urgencias y
cuando ______ vio a Dora, a Neill y su mujer
Romina fue hacia ellos y
preguntó con el corazón a mil por hora:
—¿Dónde está Sami?
—Está bien, _____.
Tranquila —dijo Neill, mirándola.
—Pero ¿dónde está? —gritó
descompuesta.
Dora, al ver que la joven
perdía los papeles, intentó agarrarla del
brazo y explicó:
—Le están poniendo una
inyección y no nos han dejado pasar.
—¿Una inyección? ¿Por qué?
¿Qué pasa?
Romina, al ver su pánico,
le aclaró rápidamente:
—Sami tiene placas de pus
en la garganta y eso le ha provocado la
fiebre alta. No te
preocupes, ______, está bien. Son cosas que les pasan a los
niños.
Apoyándose en la pared,
ella se llevó las manos a la cara y ante un
alucinado Tom, se escurrió
hasta quedar sentada en el suelo, donde lloró
desconsoladamente.
Al saber que Sami estaba
bien, la angustia de Tom se mitigó un poco,
pero el corazón le latía
desbocado. Nunca había visto a _____ así. No podía
verla llorar. Ella era
una mujer dura, fuerte y, sin dudarlo, fue hacia ella, la
levantó y la abrazó. _____
aceptó su abrazo y, mientras, temblorosa,
sollozaba, él sólo pudo
decir:
—Tranquila...
tranquila..., cielo, Sami está bien. No llores, cariño...,
no llores.
Dora, Neill y Romina se
miraron, pero nadie dijo nada. ¿Quién era
aquél? La mujer lo
reconoció: era el mismo hombre que había visto en la
bolera. En ese momento,
una enfermera se paró frente a ellos y dijo:
—Si la madre de la niña
ha llegado, puede pasar.
______ asintió rápidamente
y, mirando a Dora, murmuró:
—Siento no haber oído el
teléfono. Lo siento, Dora.
La mujer abrazó a la
joven que se soltaba de aquel morenazo y la
tranquilizó:
—Cuando te has ido la niña
estaba bien. Los niños son así de
imprevisibles. Por eso he
llamado a casa de Neill y Romina. Tú siempre
me dices que si tú no estás,
él es el primero a quien debo llamar. Anda, ve
con Sami y dale un besito
de mi parte.
Cuando ella desapareció
tras la puerta sin volver la vista atrás, los tres
desconocidos miraron a Tom
y éste, a modo de saludo, les tendió la mano
y se presentó:
—Tom Kauitz.
Las dos mujeres se la
estrecharon y cuando los ojos de los dos
hombres se encontraron,
el americano dijo:
—Neill Jackson.
Aquel acento tan
americano a Tom le chirrió, pero agradecido,
musitó:
—Gracias por ocuparte de
Sami. Muchas gracias.
Neill, sorprendido,
asintió. ¿Quién era aquel hombre? Y sin apartar
sus ojos de él, respondió:
—Gracias a ti por no
dejar sola a _____ y traerla aquí.
Ambos asintieron. Los dos
parecían hombres responsables y Romina
preguntó:
—Tom, ¿llevarás a casa a _____
y a la niña?
—Por supuesto —afirmó él
con seguridad.
Neill, tras pensarlo un
momento, asintió y, cogiendo la mano de su
mujer, dijo mirando Dora:
—Vamos, Romina y yo te
acompañaremos a casa.
Una vez se hubieron
marchado, Tom se quedó solo en el pasillo. Se
sentó en uno de los
asientos vacíos y decidió esperar. Diez minutos
después, las puertas se
abrieron y él se levantó al ver aparecer a _____ con su
pequeña en brazos.
Con una candorosa
sonrisa, se acercó a ellas. La niña, agotada, se
había quedado dormida en
los brazos de su madre y Tom preguntó:
—¿Estáis las dos bien?
______ asintió. Abrazar a
su hija la reconfortaba.
—Vamos —dijo Tom, quitándole
a Sami de los brazos—. Os llevaré
a casa.
Caminaron en silencio
hacia el exterior del hospital y cuando llegaron
al coche, _____ se paró
y, mirándolo a él, comentó:
—No podemos ir en tu
coche.
—¿Por qué?
Ella suspiró y con
dulzura explicó:
—Es un biplaza. Y yo no
quiero llevar a Sami delante. Además, está
prohibido.
Tom, que no había caído
en ese detalle, fue a decir algo cuando ella
añadió:
—Vete a tu casa a dormir,
es tarde. Yo cogeré un taxi.
Moviéndose con celeridad,
él le entregó a la pequeña y le indicó:
—No os mováis de aquí.
Voy a aparcarlo y cogemos un taxi.
—Pero Tom, no hace falta.
Convencido, la miró y
habló:
—He prometido que te llevaría
a tu casa y voy a cumplir esa promesa,
¿entendido?
_____ sonrió. Si alguien
había tan cabezón como ella, ¡ése era Tom!
Vio cómo aparcaba el
coche y paraba un taxi.
Tras dar la dirección, _____
se acomodó en los brazos de Tom sin
soltar a Sami y él, besándole
la frente, preguntó:
—¿Estás más tranquila?
Apretando a su hija sobre
su pecho, ella le dio un beso en la frente y
murmuró:
—Me siento tan
culpable...
Comprendiéndola, Tom hizo
que lo mirara y afirmó con rotundidad:
—Eres una excelente
madre, la mejor que Sami puede tener, ¿de
acuerdo?
Con una débil sonrisa, _____
asintió y lo besó en los labios. Tom
preguntó:
—¿Me dejarás hoy subir a
tu casa?
Ella sonrió.
—No. El hogar de mi hija
es infranqueable.
La rotundidad de sus
palabras hizo que no insistiera y, cuando
llegaron, Tom le pidió al
taxista que esperara y, tras acompañarlas hasta
el portal y besar a _____
en la boca, se marchó, prometiendo llamarla al día
siguiente.
24
Una semana después, Sami
estaba perfecta y tras una buena sesión de
sexo en la casa de él,
después de comer _____ y él se prepararon para ir
juntos a la guardería
para recogerla. Al bajar al garaje, Tom accionó el
mando a distancia. Las
luces de un impresionante BMW parpadearon en
vez de las del Aston
Martin.
_____, al verlo, lo miró e
inquirió:
—¿Este coche es tuyo?
Él asintió. Tras lo
ocurrido la noche del hospital, decidió hablar con
su hermano y comprar un
coche en el que pudiera llevar a la niña.
Divertido, le contestó:
—Soy James Bond, ¿qué
esperabas?
Muerta de risa, _____
caminó hacia el vehículo y cuando entró en él,
silbó y dijo:
—Huele a nuevo.
—Lo es. —Y, mirándola,
preguntó—: ¿Has visto lo que hay en el
asiento de atrás?
Cuando _____ miró, se
quedó sin habla. Allí había una silla nuevecita.
Rosa, de las Princesas
Disney, y Tom dijo:
—Es el coche de Sami y
ella se merece lo mejor.
Aturdida, _____ sonrió.
No se lo podía creer: Tom había comprado un
coche para llevar a su
hija. Increíble.
Cuando llegaron a la
guardería, fueron juntos hasta la puerta y cuando
la pequeña salió y vio a Tom,
gritó:
—Pínsipeeeeeeeeeeeee.
Él sonrió y, sin dudarlo,
cogió en brazos a la rubita con su corona de
princesa. Sus encuentros
con aquel pequeño ángel de ojos azules cada vez
le gustaban más. Aquellas
dos mujercitas con sus modos y maneras de ser
lo tenían totalmente
abducido. ______, parpadeó y murmuró:
—Ni te cuento lo que te
va a querer cuando vea su silla nueva.
Tom sonrió y cogiendo a _____
por la cintura con gesto posesivo, dijo
divertido:
—Vamos, está lloviendo.
¿Qué os parece si vamos a comer un helado
al centro comercial?
Ambas asintieron y
montándose en el BMW, fueron donde él había
propuesto. Una vez allí,
comieron un helado y Tom le compró luego a
Sami una gran bolsa de
chucherías.
—¿Cómo se te ocurre
comprarle eso? —protestó _____.
—A los niños les gustan.
Ella, al ver a su hija
meterse a la vez dos nubes en la boca y
masticarlas, replicó:
—Claro que les gusta.
Pero las chuches se tienen que controlar o les
pueden sentar mal.
—No digas tonterías
—replicó él, divertido—. Y deja que disfrute de
sus chuches.
No muy convencida, _____
asintió. Si su hija se comía todo lo que había
en aquella enorme bolsa,
se pondría mala. Cogidos de la mano, caminaron
por el centro comercial,
mientras Sami correteaba delante de ellos. Tras
visitar varias tiendas,
se sentaron a tomar un café. Fue entonces cuando
Tom preguntó curioso:
—¿De qué conoces a esos
americanos?
—¿A quiénes?
—A ese tal Neill Jackson
que estaba el otro día en el hospital y a los
otros con los que te vi
en la bolera.
_____ pensó en mentir.
Pero algo en ella se rebeló y, tras mirar a su
hija, decidió decirle la
verdad.
—Me llamo _____ Parker
Muñiz.
—¿Cómo?
—Mi padre es americano.
—¿Qué?
—Que mi padre es
americano. Vive en Texas y...
—¿Eres americana?
Al ver su expresión, _____
se puso nerviosa y respondió:
—Mi padre es americano y
aunque yo nací en España, no te voy a
negar que me crié en
Fort...
Pero no pudo continuar. Tom,
lívido, le pidió que se callara y
clavando sus ojos en
ella, inquirió:
—¿Por qué no me lo habías
dicho? ¿Por qué te inventaste eso de que
tú inglés era
americanizado por haber trabajado en American Airlines?
Con el corazón a mil por
todo lo que él aún no sabía, dijo:
—Escucha, Tom...
—Joder, ¡¿americana?!
La cosa empeoraba por
segundos y ella se explicó:
—Si no te lo he dicho
antes es porque sé que no te gustan los
americanos y temí que, al
saberlo, tú...
El teléfono de él sonó. _____
miró la pantalla y leyó el nombre de
Agneta. Eso la molestó y
al ver que Tom no lo cogía, cambió su tono de
voz y preguntó:
—¿No lo vas a coger?
—Estoy hablando contigo
—contestó en un tono duro que a _____ no le
gustó. El móvil siguió
sonando y ninguno de los dos habló ni se movió;
Estaba claro que a ambos
les estaba molestando algo. Finalmente Tom
cogió el teléfono y cortó
la llamada. El humor de _____ había cambiado. No
podía entender por qué él
tenía tal rechazo a los americanos.
—¿Neill y los otros eran
amigos de Mike? —preguntó él.
Dudó sobre su respuesta.
Por un lado quería seguir
contándole la verdad. Necesitaba decirle
quién era ella y a qué se
dedicaba, pero, por otro, sabía que, si lo hacía,
aquel bonito día que
tanto estaba disfrutando se acabaría. Dudó. Lo pensó.
Neill, Fraser y Hernández
habían conocido a Mike y acabó optando por
contarle una mentira a
medias:
—Sí. Eran amigos de Mike,
pero también lo son míos. Son personas
importantes para mí a las
que adoro y quiero y en especial quieren a mi
hija. Y por mucho que te
moleste, sí, soy medio americana.
Tom las miraba con una
expresión de incomodidad absoluta. Estaba
claro que el día se había
jorobado y ella prosiguió:
—Esos americanos son mi
familia, mis amigos. Ellos...
—Joder... no me lo puedo
creer. —Y, mirándola, le advirtió—:
Mantenlos alejados de mí,
¿de acuerdo?
Sentir la animadversión
que Tom sentía por ellos sin conocerlos le
tocó el corazón y
dispuesta a defender a los hombres que tantas veces se
habían arriesgado por
ella, siseó enfadada:
—Ellos no van a dejar de
ser mis amigos ni por ti ni por nadie. Y sí,
soy medio americana y
estoy muy orgullosa de serlo. Por lo tanto, tú
decides si quieres seguir
conociéndome o directamente te olvidas de mí,
porque yo no tengo nada
que decidir, ¿entendido?
Dicho esto, se levantó,
caminó hacia su hija y, antes de que llegara
hasta ella, Tom ya la
había cogido de la mano, la había acercado a su
cuerpo y la estaba
besando. Cuando sus labios se separaron, él murmuró:
—De acuerdo. He captado
el significado de tus palabras.
Molesta aún por el
rechazo que había sentido, preguntó:
—Pero ¿qué tienes contra
los americanos?
Tom se sinceró:
—Mi padre se quedó viudo
cuando yo era pequeño. Conoció a Grete,
se casó con ella y,
enamorado, lo puso todo a su nombre cuando se quedó
embarazada de mi hermano Harry.
Grete nunca fue una madre ejemplar, ella
sí que no se preocupaba
ni por mi hermano ni por mí, pero mi padre la
quería y a mí con eso me
bastaba. Hace años, un militar americano llamado
Richard Shepard se
convirtió en nuestro vecino y Grete y él se hicieron
amantes y nos abandonó.
—Pero Tom, eso que me
cuentas le puede pasar a cualquiera sin
necesidad de que sea
americano. Precisamente tengo un amigo americano
cuya mujer lo ha dejado
por un alemán y...
—Richard Shepard —la
cortó Tom con gesto implacable— resultó
ser un experto abogado
del ejército americano. Cuando mi padre y Grete se
divorciaron, yo acababa
de sacarme el título y mi padre se empeñó en que
yo lo representara.
Intenté por todos los medios luchar contra las
exigencias que aquel
hombre nos planteaba, llegar a un acuerdo
beneficioso para ambas
partes. Pero su experiencia era muy superior a la
mía y me la quiso
demostrar de la manera más sucia y rastrera. Al final, mi
padre le tuvo que dar a
Grete y a ese americano casi todo su patrimonio.
Por suerte, mi hermano Harry
ese verano cumplía la mayoría de edad,
porque, si no, también se
hubiera tenido que ir a vivir con ellos a Oregón.
Eso a mi padre lo hundió.
No sólo había perdido por segunda vez a la
mujer que amaba, sino que
también había perdido todo aquello por lo que
había luchado durante
muchos años y tuvo que comenzar de nuevo de cero.
Harry y yo lo ayudamos en
todo lo que pudimos mientras seguíamos
adelante con nuestras
propias vidas y, aunque hoy por hoy mi padre vive
bien, tiene su negocio y
su casa, la rabia por lo que aquel hijo de puta le
hizo es lo que hace que
yo no soporte a los militares americanos.
Conmovida por cómo él le
había abierto el corazón, _____ le tocó el
pelo horrorizada y
susurró:
—Lo siento, Tom. Lo
siento, cariño...
Él asintió y, mirándola,
añadió:
—Pero ahora has llegado
tú, la mujer más chulita, combativa y
preciosa que he conocido
en mi vida, y resultas ser medio americana. Y,
¿sabes?, no te puedo
odiar. Conocerte está cambiando mi vida a unos
niveles que ni te
imaginas y quiero seguir haciéndolo. Por lo tanto, señorita
_______ Parker Muñiz,
¿quieres hacer el favor de darme un beso para hacer
que me calle de una vez y
deje de decir cosas de las que más tarde me
podría arrepentir?
Con el corazón latiéndole
con fuerza, _____ sonrió y lo besó. El
sentimiento de
fascinación que le provocaba aquel hombre se enturbiaba al
pensar que no había sido
totalmente sincera con él. Había ocultado algo
más.
A menos de sesenta metros
de ellos, en el centro comercial, Judith,
que estaba de compras, se
quedó parada al reconocer a Tom y su amiga
______ besándose
apasionadamente. Incrédula, se metió con rapidez en una
tienda para no ser vista.
Tom, tras besar a ______,
cogió a Sami, y se la subió a los hombros.
—La madre que los parió
—murmuró Judith, alucinada.
Allí estaban aquellos
dos, sus amigos, besándose y jugando a las
casitas, mientras a ella
le hacían creer que se llevaban a matar.
Los observó durante un
buen rato. Estaba claro que aquélla no era la
primera vez que quedaban.
No había más que ver su complicidad para
deducir que se habían
visto en más ocasiones. Por ello, sin pensarlo, sacó
su móvil del bolso y
tecleó el número de _____. Quería ver su reacción.
Cuando su teléfono sonó, _____
se lo sacó del bolsillo del pantalón y al
ver que se trataba de
Judith le hizo una seña a Tom para que no dijera
nada.
—Hola, guapa —la saludó
Judith.
—Hola, ¿qué tal?
Judith, desde el interior
de la tienda, contestó:
—Bien. Todo estupendo. Uisss, qué
jaleo se oye, ¿dónde estás?
Tocándose el pelo, _____
respondió:
—En una tienda de
chuches, con Sami, ¿por qué?
—Estoy cerca de tu casa y
era por ir a verte —respondió Judith y sin
dejarla hablar, añadió—:
En realidad quería invitarte el sábado a comer.
Bill ha organizado un
almuerzo con los amigos de baloncesto y me apetece
que vengáis Sami y tú,
¿qué te parece?
______ reflexionó con
rapidez. Al día siguiente salía de viaje, pero
seguramente regresaría el
viernes.
—Genial. El sábado me
viene bien.
—¡Perfecto! Pues sobre
las doce del mediodía te espero, ¿vale?
—Allí me tendrás.
Tras despedirse, colgaron
y Judith, sin darles tregua, llamó al teléfono
de Tom. Sin demora, éste
bajó a la pequeña de sus hombros, se la dio a
______ y contestó:
—Hola, preciosa.
_____ sonrió al ver que
se trataba de su amiga y se alejó con su hija.
—Hola, guapetón, ¿cómo va
todo?
—Bien. Liado con el
trabajo, pero todo bien.
—¿Estás muy liado?
Tom siguiendo con la
mirada a ______, que corría tras Sami, respondió:
—¡A tope!
Judith sonrió al ver su
cara de tonto y preguntó:
—¿Te ha llamado Bill?
—No, ¿para qué? ¿Ocurre
algo?
—Aisss, qué
cabeza la suya —dijo ella—. El sábado ha organizando
una comida con los
compañeros de baloncesto, ¿vendrás? —Y antes de que
respondiera, añadió—: Por
cierto, he invitado a mi amiga _____, ¿no te
importa, verdad?
Sin dejar de observar a
la mujer de la que ella hablaba, él respondió:
—Vamos a ver, morenita,
¿acaso quieres que Ironwoman y yo
acabemos a gorrazos? Ya
sabes que no nos soportamos y...
—Venga... hazlo por mí
—lo cortó—. Sabes que _____ me cae genial y
no tiene muchos amigos en
Múnich. Y he pensado que quizá alguno de los
chicos solteros del
básquet le pueden cuadrar.
—¡¿Cuadrar?!
Judith soltó una
carcajada y explicó:
—Cuando digo que le
pueden cuadrar quiero decir que puede surgir
algo entre ella y alguno
de ellos. Ironwoman, aunque no sea tu estilo de
mujer, estoy segura de
que será el estilo de algún otro hombre, ¿no crees?
La expresión de Tom
cambió por completo. Aquello no le hacía ni
pizca de gracia. Ver a ____,
su ______, entre sus compañeros de baloncesto
como un trofeo que ganar
lo enfadó, pero respondió:
—Vale. Allí estaré.
—Y para que veas que soy
buena, no me enfadaré si traes a Foski
contigo.
—¿A Agneta? —preguntó
descolocado—. ¿Y por qué quieres que
lleve a Agneta si no la
soportas?
Judith contuvo la risa y
respondió:
—Lo hago para que veas
que quiero verte feliz. Igual que le busco
chico a mi amiga, quiero
que tú también lo pases bien.
Tom ni lo pensó. Lo
último que le apetecía era ver juntas en una
misma habitación a Agneta
y ______.
—No sé, Jud. No sé si
irá. Está muy liada en la CNN. Y ahora te dejo,
tengo cosas que hacer. Un
beso.
—Un besito, guapetón.
Una vez colgó el
teléfono, Judith soltó una carcajada y cuando Tom
volvió a subirse a Sami a
los hombros y agarró a _____ por la cintura, les
hizo una foto para
inmortalizar el momento. Aquello iba a ser
divertidísimo. Después
marcó el teléfono de Bill y sin contarle lo que
había visto y pretendía,
dijo:
—Hola, cariño. Estoy de
compras y he pensado, ¿qué te parece si el
sábado organizas una
comida con los compañeros del básquet?
Tras la llamada de
Judith, Tom se quedó pensativo.
—¿A ti te gusta alguno de
mis compañeros de baloncesto? —le
preguntó a ______.
Sin saber por qué
preguntaba eso, ella pensó en aquellos hombres y
respondió:
—Hay un par de ellos que
no están mal. —Y al ver su expresión,
inquirió—: Pero bueno,
¿qué te ocurre?
Tom no quería darle más
vueltas, así que la besó y propuso:
—¿Qué os parece si vamos
a mi casa?
Divertida y sin querer
saber qué le ocurría, _____ asintió y los tres
bajaron al garaje del
centro comercial. Durante el viaje, Sami los deleitó
con una de las canciones
aprendidas en la guardería, que _____ también
canturreó. Tom conducía y
las escuchaba hasta que, de pronto, la pequeña
se calló, hizo un ruido y
un extraño olor ácido inundó el coche.
—Joder... —siseó _____ al
ver lo ocurrido.
—Mami... —y se echó a
llorar.
Tom arrugó la nariz y
preguntó:
—¿Qué ha ocurrido? ¿A qué
huele?
—Sami te ha estrenado el
coche. Oficialmente, ¡queda inaugurado!
—¿Qué?
—Que ha vomitado.
—¡No jorobes!
Reprimiendo las ganas que
tenía de matarlo por haber insistido en que
la niña se cebara a
chuches, musitó:
—Para en cuanto puedas, Tom.
Él puso el intermitente a
la derecha y detuvo el coche. Al mirar hacia
atrás y ver a Sami,
exclamó horrorizado:
—¡Joderrrrrrrrrr!
Sin decir nada, ella le enseñó
las manos manchadas y ______, abriendo la
puerta, soltó:
—Te lo dije. Tantas
chuches no son buenas y ¡finalmente Sami ha
vomitado!
Con rapidez, sacó a la
pequeña del coche y la limpió con toallitas
húmedas, mientras Tom la
observaba. Por suerte, no había sido algo muy
escandaloso. Cuando
terminó con ella lo miró y preguntó:
—¿No piensas limpiar el
coche?
Tom miró el interior del
vehículo y, horrorizado, murmuró:
—Qué asco. Uff... ¡qué
peste!
_____ puso los ojos en
blanco y, sin ningún remilgo, abrió todas las
puertas del cochazo, sacó
toallitas húmedas, limpió la silla de su hija y el
respaldo del asiento.
Cuando terminó, miró a Tom y dijo:
—Con esto aprenderás que
a los niños no hay que comprarles una
grannnnnnn bolsa de
chuches. Y también aprenderás que es prácticamente
imposible llevar limpio y
perfecto el coche cuando hay un niño. Y esto te
lo digo por el día que me
llamaste «cerda» en mi propio coche.
Cuando el olor a ácido se
fue un poco, los tres se montaron de nuevo.
Al llegar a la puerta del
garaje de Tom, éste se sorprendió al ver allí a
Agneta. Tras cruzar una
mirada con _____, se disculpó y bajó del coche.
Agneta, al ver que quien
lo acompañaba era la insoportable amiga de
Judith, torció el gesto,
y cuando él se le acercó, siseó:
—Te he llamado mil veces.
Ahora entiendo por qué no me coges el
teléfono.
Sorprendido, Tom arrugó
el entrecejo y preguntó:
—¿Qué se supone que haces
aquí?
Ella, con la mirada
cargada de reproches, respondió:
—Te he visto con ella
varias veces en el Sensations. ¿Por eso ya no
atiendes mis llamadas?
¿Acaso ella te tiene en exclusiva?
—Agneta...
—Llevamos sin vernos
cerca de tres meses. Te llamo y no me
atiendes. Te dejo
mensajes en el contestador y no me los respondes. ¿Me
puedes decir qué ocurre?
Con gesto molesto, Tom se
le acercó más y dijo:
—No te entiendo. Siempre
hemos disfrutado de lo que nos gusta,
conscientes de que ambos
somos libres para hacer lo que nos venga en
gana. ¿A qué viene esto?
¿Acaso tú no te ves con Ronald Presmand o Harry
Delored o...? ¿Quieres
que siga?
—Pero tú también te ves
con Maya o Kristel y yo... yo...
—Agneta —la cortó con voz
profunda—, somos libres para vernos
con quien queramos. Entre
tú y yo siempre quedó claro que primaba el
sexo. ¿A qué viene esto
ahora?
—Ella... viene a cuento
de esa... esa imbécil que te espera en el coche
—contestó, señalando el
vehículo.
Tom, sin mirar su dedo
acusador, repuso:
—Lo que hay entre ella y
yo es diferente. No vuelvas a insultarla
nunca más, ¿entendido?
Esas palabras cargadas de
enfado pusieron a Agneta sobre aviso,
nunca había visto a Tom
de aquella manera. Al no saber qué contestarle,
él tomó la palabra:
—Quiero que te vayas y
aceptes lo nuestro como lo que es: sexo y
nada más. Nunca ha habido
exclusividad entre nosotros y, por supuesto,
nunca lo habrá.
Acalorada al oír unas
palabras que nunca había esperado, la mujer
levantó el mentón, miró
con furia a _____, que los observaba desde el
interior del vehículo, y
dijo:
—De acuerdo. Cuando te
canses de ella, ya me llamarás.
Una vez se marchó, Tom se
dio la vuelta, caminó hacia el coche y
entró en él. Sin decir
nada, le dio al mando del parking para que se abriera.
Entonces _____ susurró:
—Oye..., en serio... Si
quieres, Sami y yo nos vamos y...
—______ —la cortó él y,
suavizando el tono, confesó—: Lo que más
deseo en este instante es
estar contigo y con Sami. No me prejuzgues, pero
tú no eres ella,
¿entendido?
_____ asintió y cuando la
puerta se abrió, Tom condujo hasta su plaza
de aparcamiento.
Cuando entraron en la
casa, la pequeña miró a su alrededor. Aquel
lugar tan enorme le
encantaba y _____, consciente de lo trasto que era su
hija, la agarró de la
mano y la advirtió:
—Recuerda, Sami, no se
toca nada, ¿entendido, cariño?
Ella asintió. En ese
momento sonó el teléfono de la casa. Al no
cogerlo, saltó el
contestador automático y se oyó la voz de una mujer.
—Hola,
mi amor, soy Kristel, ¿cómo estás? Te he llamado al móvil,
pero
no me lo coges. Llámame. Me muero por estar contigo.
La cara de _____ se
contrajo al oír eso tras lo que acababa de pasar en la
puerta del garaje. Pero ¿dónde
se estaba metiendo? Tom la miró y quiso
decir algo, pero ella,
conteniendo sus impulsos más primarios, levantó una
mano y se le adelantó:
—No digas nada. No quiero
saberlo. Somos adultos y solteros. No hay
más que hablar.
En silencio, caminaron
hacia la cocina y Tom preguntó:
—¿Qué os apetece?
_____ miró la nevera y,
con indiferencia, respondió:
—Sami merendará un
sándwich, ¿tienes jamón cocido y pan de
molde?
Él asintió, le entregó lo
que ella había pedido y _____ lo comenzó a
preparar. Tom la abrazó
por detrás y preguntó:
—¿Qué ocurre?
—Estoy furiosa...,
déjame. No quiero sentirme más ridícula de lo que
me siento en este
momento.
Incapaz de no decir nada
más, él murmuró:
—Lo nuestro es
especial...
—Pero ¿qué es lo nuestro?
¿Qué estamos haciendo?
Tom, al entender lo que
ella quería saber, respondió:
—Lo nuestro es una
relación, cariño. Una relación entre tú y yo. Creo
recordar que en Asturias
te dije que te sentía mía y tú me dijiste que me
sentías tuyo. Eso lo
explica todo, ¿no crees? —_____ no respondió y él
prosiguió—: Lo que tú y
yo tenemos es algo bonito que tú te empeñas en
ocultar. No quieres que
nuestros amigos lo sepan. ¿Por qué?
Ella no respondió y Tom
insistió:
—Sabes que eres especial
para mí. Sabes que desde que has entrado
en mi vida sólo existes
tú. Sabes que... que...
Al ver que dudaba, ella
preguntó:
—Que ¿qué?
—_____, siento algo muy
fuerte por ti. Me gusta el sexo. Adoro el sexo,
pero sin ti para mí el
sexo ya no es lo mismo. Nunca entendí mejor que
ahora lo que mi amigo Bill
sintió cuando conoció a Judith. Él me
explicaba que sin ella el
juego no tenía sentido, porque su disfrute había
desaparecido. Y eso es lo
que me ha pasado a mí contigo. Te has vuelto tan
importante para mí que,
de pronto, no concibo ir al Sensations ni a ninguna
fiesta con otra mujer,
porque sólo deseo estar contigo, jugar contigo y
disfrutar contigo. Los
celos me pueden. Odio pensar que otro te sonríe o se
te insinúa cuando estás
de viaje en tu trabajo y accedes a jugar con él.
Imaginarte con cualquier
hombre sin que yo esté me enfada, me perturba,
porque te considero algo
mío, algo que nadie a excepción de mí mismo
puede disfrutar y...
—Tom —lo cortó ella y,
pasándose las manos por el oscuro cabello,
murmuró—: Yo también
siento algo muy fuerte por ti y quiero que estés
tranquilo. Cuando estoy
de viaje no tengo ojos para nadie, porque sólo
puedo pensar en ti. Nunca
estaría con otro mientras tú y yo estemos juntos,
porque tú eres mi mayor
deseo y...
Tom no la dejó terminar.
La acercó a él y la besó con desesperación.
Cuando se separó de ella,
_____ sonrió y él dijo:
—Estoy tan bien contigo,
que comienzo a tener miedo de que algo o
alguien lo pueda
estropear.
—No hay terceros, Tom.
Esto es algo sólo entre tú y yo, cariño.
—¿Y por qué no quieres
que nadie lo sepa?
A _____ el sentimiento de
culpa le taladraba la cabeza y finalmente
respondió:
—Porque tengo miedo de
que nuestras vidas se normalicen y la chispa
que hay entre tú y yo
desaparezca. Pienso que este secretismo sigue
aumentando nuestro morbo
y...
—Pero qué malota eres
—rió Tom.
—Muy... muy malota
—convino ______, al ver que lo había convencido.
Él asintió y, ______,
tras darle un último beso, se deshizo de su abrazo y
se marchó totalmente
descompuesta en busca de su hija. ¿Cómo podía ser
ella tan mala persona?
Tom recordó algo que
tenía en la nevera y sin dudarlo lo sacó.
Mientras ella le daba de
merendar a Sami, él cortó trocitos de fruta y una
vez lo tuvo todo
preparado, fue con ello hasta el comedor, donde _____ lo
esperaba.
Cuando ésta lo vio,
sonrió mientras Sami olvidaba su sándwich para
centrarse en el tentador
chocolate líquido. Durante un rato, los tres rieron y
la pequeña lo llenó todo
de chocolate. Quería ser la primera en probarlo y
cuando se sació, se sentó
en el suelo y comenzó a sacar del enorme bolso
de su madre todos sus
juguetes.
—Pero ¿eso es un bolso o
una tienda? —se mofó Tom.
_____, olvidando lo ocurrido minutos antes, con una
cautivadora sonrisa explicó:
—Cuando eres mami, el bolso se convierte en el almacén de
juguetes.
No conozco una sola madre que no tenga un bolso mágico.
Tom, al ver que la niña les dejaba un pequeño margen, mojó una
fruta en chocolate y, acercándose a ______, murmuró,
tentándola:
—Abre la boca.
Divertida, ella preguntó:
—¿Qué pretendes hacer con mi hija delante?
—Abre la boca y lo verás.
_____ lo hizo y él, tras dejarle caer unas gotas de chocolate
en los
labios, introdujo la fruta en su boca. Después la atrajo hacia
él y con su
lengua rebañó las gotas que antes había dejado caer, mientras
decía:
—Así voy a mojar mi fresa y la voy a chupar después —dijo.
Acalorada, _____ soltó una carcajada y con el rabillo del ojo,
Tom
observó que Sami continuaba atareada con el bolso de su madre.
—¿No tendrá sueño? —preguntó mirando a la pequeña.
—No... duerme la siesta en la guardería —se mofó.
—¡Mierda!
—Sí... ¡mierda!
Tom sonrió y murmuró:
—Te deseo...
—Y yo a ti... y más tras saber lo que pretendes hacer con «tu
fresa».
—Ambos rieron—. Pero cuando hay niños, el sexo pasa a un
segundo
plano, pínsipe morboso.
Deseoso de desnudarla y pringarla de chocolate como aquel día
en el
hotel, él sonrió, pero la sonrisa se le congeló en la boca al
ver que Sami
estaba delante de la estantería donde guardaba sus joyas
musicales en
vinilo. Horrorizado, observó cómo cogía uno de aquellos discos
y,
plantándole las manos sucias de chocolate, lo soltaba en el
suelo y se
sentaba sobre él.
______, al ver su gesto, miró en la dirección en que él miraba
y de un
salto se levantó del sillón, corrió hacia su hija y rescató el
vinilo de debajo
del trasero de la pequeña.
—Esto no se toca, Sami. Es de mayores —la regañó.
—Me gustaaaaaaaaaa.
Tom, cogió el disco de las manos de ella y lo miró.
Reprimiendo lo
que quería decir, murmuró en tono suave:
—No pasa nada.
______ sonrió.
—Vamos. Protesta o la cabeza te explotará.
Tom, al entender por qué decía eso, exclamó:
—¡Joder! Este vinilo es un clásico de Jim Morrison. —Y al ver
la cara
de ella, añadió—: Disculpa, pero no estoy acostumbrado a que
vengan
niños a mi casa.
—Se nota —asintió _____—. Esto es el paraíso de destrucción de
un
niño. ¡Lo tienes todo a mano! Si pretendes que mi hija vuelva
por aquí,
creo que deberías replantearte ciertas cosas, ¿no crees?
De pronto, la televisión se encendió a todo volumen. Sami
tenía el
mando en las manos y con un dedo iba dándole a todos los
botones,
cambiando de canal. Los dos corrieron hacia ella y cuando Tom
le quitó el
mando de su carísimo televisor, la niña lo miró y preguntó:
—¿No se toca?
—No, princesa.
—Vale... —Y se encogió de hombros.
______, acercándose a él, sonrió y, mirándolo, murmuró:
—Muy bien, pínsipe..., lo has hecho muy bien.
Pero en ese instante se oyó un golpe contra el suelo. Al
mirar, vieron
que se trataba de una figura y Sami, mirándolos, dijo,
levantando las
manitas:
—¡Ups! Se ha caío solito.
Tom caminó hacia allá. _____ suspiró y sentenció:
—Hora de la muerte, las 18:30. Descanse en paz.
Al oírla, Tom quiso protestar, pero ella añadió:
—Prometo que abriremos la hucha y te compraremos una más
bonita.
Al ver el apuro en su cara, Tom sonrió y, besándola en el
cuello,
respondió:
—Ni se te ocurra... No te preocupes, Sami es pequeñita.
Pero dos minutos después, cuando la pequeñita había dejado las
huellas de sus dedos por todas partes, tirado varios discos y
tocado todos
los botones de su portátil, ya no pensaba igual e, intentando que
aquel
pequeño diablo de ojos azules se relajara, preguntó,
olvidándose de _____:
—¿A qué quieres jugar, Sami?
—A las pinsesassssssssssssss y sus caballitosssssssssssssss.
______ soltó una carcajada. Sabía lo que su hija quería decir
y, sin que
ella se moviera, la pequeña fue hasta su bolso, de donde sacó
dos coronitas
rosa con piedrecitas brillantes y varios pequeños ponis. Una
se la puso a su
madre y cuando fue a ponerle la otra a Tom, éste murmuró
mirando a
_____:
—¿Tengo que ponerme esto?
—Ajá... y escoger un poni. El rosa de pintitas amarillas no,
que es su
preferido.
Con la coronita en la mano, la cría lo miró e indicó:
—Mami es la pinsesa Bancanieves y tú la pinsesa Bella.
—¡Dirás Bello!
—Noooooooo. —Y poniéndole la corona en la cabeza, aclaró—: Tú,
pinsesa Bella.
_____, siguiéndole el juego, miró a Tom y preguntó:
—Princesa Bella, ¿quieres que te pintemos los labios?
Tom, totalmente descolocado, no supo qué decir y cuando Sami
sonrió, esa sonrisa le llegó al corazón y finalmente musitó:
—Vale..., pero no se lo contéis a nadie.
_____ asintió muerta de risa y, contra todo pronóstico, Tom
lució una
estupenda coronita en la cabeza durante más de cuarenta y
cinco minutos,
se dejó pintar los labios por Sami y jugó a correr con los
ponis.
Finalmente, ______, para echarle una mano, propuso:
—Sami, ¿quieres ver dibujitos?
—Sííííííííííííí.
Sin dudarlo, ______ cogió el mando de la tele, comenzó a
buscar dibujos
y cuando apareció Dora la Exploradora, la pequeña se sentó en
el suelo y,
como si tuviera un interruptor, se desconectó. Dejó de hablar,
de correr y
de exigir.
Tom, aturdido por todo lo que había ocurrido en la última
hora, se
sentó en el sillón y mirando a una divertida _____, preguntó:
—¿Por qué no le has puesto antes los dibujos?
—Porque quería que disfrutaras de la pequeñita.
—Eres malvada, ¿te lo he dicho alguna vez?
Ella sonrió.
—Sí, pero nunca con coronita y los labios rojos.
Al ver la guasa en sus palabras, y en especial de sus gestos,
rió y le
hizo cosquillas en la cintura. Cuando paró, se levantaron y
caminaron hacia
la cocina para dejar allí las frutas sobrantes y el chocolate.
_____ cogió papel
de cocina y, tras darle un cariñoso beso, le limpió los labios
mientras
preguntaba:
—¿Dónde has comprado este chocolate tan rico?
—En una tienda donde sólo venden delicatessen. Se supone que
este
chocolate es para calentar y jugar. —______ sonrió y él añadió
en un tono
íntimo y tentador—: Lo de tu fresa queda pendiente para otro
día. No veo
el momento de comerte otra vez con chocolate.
Divertida, lo besó.
—¿Sabes que estás muy sexy con la coronita?
—Coronita... te voy a dar yo a ti —respondió Tom apretándola
contra
su cuerpo.
Unos besos calientes contra la encimera de la cocina los puso
a ambos
como una moto. Se deseaban. Se necesitaban. Y sin querer, ni
poder
remediarlo, con un ojo puesto en la entrada de la cocina, Tom
le
desabrochó los pantalones, se bajó los suyos y, dándole la
vuelta,
murmuró:
—Odio el sexo rápido, pero creo que no tenemos otra opción.
______ asintió. No había otra opción. Lo deseaba y colocándose
en un
lugar donde la pequeña no los veía pero desde el cual ella
controlaba sus
movimientos, dijo:
—Hazlo....
Se agarró a la encimera que ocultaba su cuerpo mientras Tom le
sacaba una pierna del pantalón y las bragas. Una vez liberada,
le separó las
piernas, paseó su mano por la húmeda vagina y murmuró:
—Sorpréndeme. ¿Qué quieres que te haga, preciosa?
—Fóllame.
Se puso detrás de ella, sacó su duro pene del calzoncillo y,
sin
preliminares, le abrió la vagina y la penetró. _____ dio un
respingo y jadeó.
—Chisss... no seas escandalosa, pinsesa Bancanieves —rió Tom.
______ asintió y dispuesta a que sintiera lo mismo que ella
había sentido,
movió las caderas y cuando lo oyó gemir, se mofó.
—Chisss... pinsesa Bella, no levantes la voz.
Agarrándola por la cintura, Tom sonrió y, sin descanso, una y
otra
vez la penetró en un juego morboso e infernal que lo excitó. _____
disfrutó y
se dejó mover. Ansiaba sentir lo que él le ofrecía y dejó que
llevara la
iniciativa, dedicándose a disfrutar hasta que llegaron al
clímax.
Tras un par de minutos en los que ninguno de los dos se movió,
Tom
cogió papel de cocina, limpió a _____ y su erección y, dándole
un cariñoso
cachete en el culo, murmuró:
—Vístete antes de que desee comenzar otra vez.
Divertida, ella se recompuso y, cuando terminó, se volvió
hacia él y,
acercando su boca a la suya, le confesó:
—Te voy a echar de menos estos días.
—¿Por qué me vas a echar de menos? —preguntó sorprendido.
Sin decirle la verdad de su viaje, respondió:
—Mañana tengo que trabajar y estaré un par de días fuera.
—¿Vuelas?
—Sí.
—¿Adónde vas?
—A Escocia —respondió sin pensar.
—¿Y cuándo me lo pensabas decir?
—Pues ahora.
Tom frunció el cejo. Sus viajes cada vez lo tensaban más.
Además,
los escoceses tenían fama de mujeriegos. No quería perderla de
vista, pero
al ver que ella sonreía, sonrió a su vez y musitó:
—Quiero verte vestida de azafata. Llámame cuando regreses e
iré a
recogerte al aeropuerto.
______ soltó una carcajada y, sin contestar, salió hacia el
salón, donde su
hija esperaba.
Aquella noche, tras hacer furtivamente el amor en la cocina,
él la
invitó a que se quedaran a dormir allí, pero _____ no aceptó.
Al día siguiente
tenía que volar.
Cuando ella se marchó con Sami y Tom se quedó solo en su casa,
miró a su alrededor. El caos que reinaba en el salón era
tremendo, su coche
olía a vómito, pero se dirigió a la cama sonriendo.
HOLA!!! BUENO AQUI ESTA OTRO CAPS ... ESPERO Y LES GUSTE ... OIGAN LES ADELANTO QUE YA MERO TOM SE VA A ENTERAR DE LA VERDAD, NO SE SI EN EL SIG O EN EL QUE LE SIGUE ... BUENO YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ADIOS :))
Ay ay ay ay que miedo de que Tom se entere de todo... no puedo imaginarme como se lo tomará cuando se entere, jo me da penita que rompan, pero bueno yo lo de tom no veo motivo suficiente ese para que odie a los americanos, pero bueno él sabrá JAJAJAJAJAJA se tomó bastante bien lo de que _____ fuera americana
ResponderEliminarSigueeee
Uii que pasara cuando tom se intere :o como reaccionara :o
ResponderEliminarAjajaj le vomito el carro nuevo
Ohh ya entiendo porque odia a los americanos
Sube pronto
Me encantaaa cuando estan los tres!!
ResponderEliminarHahahaha ahora Judith ya se enterooo..
Siguelsaa esta hermosaa :)
Sigueeeeee
ResponderEliminarUiiiii. Pero porque no le dijo toda toda la verdad u.u cada capitulo me encanta mas. C: subeee prontoii porfii byee
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