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viernes, 26 de diciembre de 2014

.- SORPRENDEME .- CAPITULOS 31 Y 32

31
Cuando _____ abrió los ojos, eran las cinco y media de la mañana. A su
lado, desnudo, el comandante dormía plácidamente y, tras despertarlo,
ambos se marcharon de la habitación.
_____ cogió un taxi hasta el aeropuerto, donde se encaminó hacia el
helicóptero que la esperaba. Una vez comprobó que todo estaba bien,
despegó en dirección a Múnich.
Cuando llegó, dejó el helicóptero en el hangar de siempre y tras tomar
otro taxi, a las nueve y media de la mañana entraba en su casa. Estaba
agotada.
Llamó a Asturias, habló con su madre y le dijo que ya estaba en casa
para que se quedara tranquila. Más tarde, cuando hubiera dormido todo lo
que necesitaba, la volvería llamar de nuevo. Una vez colgó el teléfono, se
tiró en su cama sin desvestirse y se durmió.
Un ruido estridente la despertó. _____ se restregó los ojos y cuando
identificó que era el timbre de su casa, se puso la almohada sobre la cabeza
y decidió seguir durmiendo. Pero cuando sonó el móvil, saltó de la cama y
al ver que se trataba de Judith, lo cogió.
—¿Dónde estás, _____?
—En casa, en la cama.
—Pues abre. Estoy en tu puerta, llamando.
Como una zombi se levantó y fue a abrir. La sonrisa de su amiga la
llenó de alegría. Tras darle dos besos, ésta preguntó:
—¿Duermes vestida?
_____ sonrió al ver que ni siquiera se había quitado la ropa y Judith
volvió a preguntar:
—¿Cuándo has llegado?
_____ miró su reloj. Vio que eran las tres de la tarde y respondió:
—Hará unas cinco horas.
Horrorizada, Judith se llevó las manos a la cara y murmuró:
—Aisss, cariño... creía que llevabas más tiempo durmiendo. Me voy.
Descansa.
Pero _____, una vez despierta, dijo:
—Ni se te ocurra irte. Dame diez minutos para que me duche, ¿vale?
Ella asintió y, enseñándole unas bolsas con comida, convino:
—De acuerdo. He traído algo de comida.
Diez minutos después, cuando _____ salió ya vestida del baño, se
encontró la mesa puesta y cuando se sentó junto a su amiga, exclamó:
—Dios..., estoy muerta de hambre.
—¿Dónde está Sami?
—En Asturias, con mi familia. Mañana iré a recogerla.
Judith asintió y preguntó:
—¿Te quedarás allí unos días?
—Seguramente, aunque el jueves quiero estar ya de vuelta.
Durante la comida, hablaron de todo, hasta que Judith, fijándose en el
cuello de _____, dijo:
—¿Eso es un chupetón?
Ella se tocó donde le indicaba, se levantó y, al mirarse en el espejo y
verse aquello, murmuró:
—Maldito comandante.
—¿Comandante? —repitió Judith tras ella.
Al sentirse descubierta, ____ explicó:
—Un amigo.
—Pero ¿un amigo... amigo... o un amigo para temas de sexo?
Sin ganas de mentir, ella contestó:
—Un amigo con el que tengo sexo cuando a ambos nos apetece. Vale,
entiendo que pienses que es una locura y seguramente creerás que soy una
degenerada, pero quiero que sepas que...
Poniéndole la mano en la boca para callarla, Judith aseveró:
—Ni estás loca ni eres una degenerada. Yo también tenía amigos así
antes de casarme con Bill, por lo tanto, no tienes que justificarte.
Ambas se miraron y Judith, deseosa de comentar una cosa con ella,
preguntó:
—¿Crees que yo soy una degenerada por lo que me viste haciendo en
el Sensations?
La cara de _____ se contrajo y su amiga añadió:
—Sé que vas al Sensations. Sé que me viste allí y quiero que
hablemos de ello.
Bloqueada por lo directa que era, _____ respondió:
—Ya se ha ido de la lengua el tonto de tu amigo.
Jud sonrió.
—Creo que para ti es algo más que un amigo, ¿verdad? Y no... no es
tonto.
Poniéndose rápidamente a la defensiva, _____ replicó:
—No sé qué te ha contado el bocazas de James Bond, pero...
—Tom me ha contado lo que tú ya sabes. Si hay alguien juicioso en
este mundo ése es él y más tarde hablaremos sobre ese asunto. Pero ahora
quiero saber por qué no me has dicho que me viste en el local.
Incómoda con la conversación, finalmente ______ respondió:
—Me dio vergüenza.
—¿Por qué?
—Porque hablamos de sexo, Judith, y reconozco que me sorprendió
encontraros allí. Bill y tú parecéis una pareja muy consolidada y...
—Somos una pareja muy consolidada —remarcó ella—. Y nada en lo
referente al sexo ocurre sin que el otro esté perfectamente convencido. —Y
al ver su expresión, aclaró—: Cuando yo conocí a Bill, no practicaba este
tipo de relaciones. Recuerdo que la primera vez que fui a un sitio así, me
escandalicé. Pensé que las personas que hacían eso eran unas degeneradas
y un sinfín más de tonterías, pero ahora, pasado el tiempo, te aseguro que
no me escandalizo ni pienso así. He aprendido a diferenciar lo que es el
morbo, el sexo y mi marido. El sexo fuera de mi cama es sólo sexo. Para
mí es un juego entre Bill y yo, y lo afrontamos con nuestras propias
normas y limitaciones.
_____ la escuchaba y Judith añadió:
—Sé que nos han criado para no hablar abiertamente de sexo. Estoy
convencida de que a ti te han criado como a mí. El sexo es tabú y tocarse es
malo, ¿verdad? —____ asintió y ella prosiguió—: Yo no hablo de sexo con
cualquiera, y es una pena que mi amiga Frida esté viviendo en Suiza,
porque con ella me lo he pasado bomba hablando de estos temas y si tú
quieres, tú y yo podemos pasarlo bomba también.
—¿Me estás pidiendo que tú y yo...?
—Noooooooooo, sólo me refiero a poder hablar de ello con
normalidad —rió Judith—. A mí las mujeres no me gustan. Pero sí me
gusta tener una amiga cercana con la que comentar cómo lo he pasado
haciendo tal o pascual.
—Pero yo vi cómo unas mujeres jugaban contigo y tú parecías pasarlo
bien.
—Y lo pasaba bien. —_____ se sonrojó y Judith agregó—: Diana y su
novia son tremendamente morbosas y, para que me entiendas, a mí las
mujeres no me gustan, pero he descubierto que me encanta ser su juguete.
Me vuelve loca dejar que sus bocas, sus dedos o cualquier juguetito que
incluyan en nuestro juego entre en mí, te aseguro que a Bill le encanta
también. Ver su cara cuando yo lo paso bien me provoca un morbo
increíble y te garantizo que nuestras relaciones sexuales ¡son la bomba!
Colorada como un tomate, _____ susurró:
—Te vi también con Bill y Tom.
—¿Y?
—¿No os incomoda que un amigo tan amigo como Tom juegue con
vosotros?
—Ese comandante que te ha dejado el chupetón, ¿no es tu amigo?
Ella asintió e, intentando explicarle lo que quería decir, respondió:
—Lodwud es mi amigo. Pero me refiero a que Tom, Bill y tú sois
amigos en el día a día. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Judith asintió.
—La primera vez que accedí a hacer algo así fue con Tom. En ese
momento yo no lo conocía, pero Bill sí y tenía la máxima confianza con él.
Con el tiempo, Tom se ha convertido en un buen amigo y no me da ningún
apuro practicar sexo con él, porque él, Bill y yo tenemos muy claro todo en
nuestras vidas. Por cierto, me parece fatal que fueras sola al Sensations.
—¡Además de bocazas, portera!
Judith soltó una carcajada y sin querer abandonar el tema, dijo:
—_____, espero que a partir de ahora no te dé vergüenza hablar
conmigo de sexo. Es bueno compartir las experiencias y te aseguro que es
como todo en esta vida: ¡el saber no ocupa lugar!
—Intentaré que esos tabús desaparezcan.
Judith asintió.
—Esos tabús, al menos entre nosotras, han de acabar. A las dos nos
gusta el sexo de una manera que no todo el mundo practica, y me
encantaría poder hablar de ello con normalidad contigo. Y, ojito, las
mujeres no me van nada de nada, por lo que si me caliento mucho hablando
contigo, como mucho, cuando llegue a casa, Bill tendrá una excelente
sesión sexual.
_____ sonrió y Jud añadió:
—Entre cuatro paredes y con mi marido me entrego al placer. Adoro
que él me posea con otros hombres y me vuelve loca ver a Bill disfrutar
cuando una mujer o un hombre está entre nuestras piernas. El sexo que
comparto con él y con Tom es fantástico y cuando vamos a alguna
fiestecita privada, disfrutamos de todo lo que se nos pueda antojar en el
momento. Te aseguro que a mí que tú estés en un reservado no me importa.
Sé lo que me gusta y ya te he dicho que las mujeres no son mi fuerte, ¿lo
tuyo sí?
—Juego con ellas —contestó ______—, y me gusta que jueguen
conmigo.
Judith asintió y, divertida, preguntó:
—¿Te incomoda que hablemos del tema?
Sorprendida, ____ negó con la cabeza y su amiga propuso:
—Ahora que parece que nos hemos lanzado a contarnos intimidades,
háblame de qué tipo de sexo has practicado.
—Sexo en grupo —respondió _____ con tranquilidad—. Me gusta que
me posean y poseerlos. Cuando tomo yo las riendas, disfruto una
barbaridad.
Jud soltó una carcajada e inquirió:
—¿Sexo anal?
—Sí, y cuando vi a tu marido y a Tom hacerlo contigo, reconozco
que me puse como una moto. Son dos hombres impresionantes.
Jud soltó una carcajada y comentó:
—Espero que no influya en nuestra amistad que Tom comparta con
nosotros algo más que amistad.
—No..., no por favor. Lo vuestro es algo en lo que yo no me voy a
meter. No se me ocurriría.
—_____, lo que los tres compartimos es morbo, sexo y fantasías. Y mi
única manera de explicarlo es diciéndote que yo de Bill quiero todo.
Quiero verlo disfrutar, quiero que disfrute de mí, quiero besarlo, que me
bese, que me comparta, que yo lo comparta, que me abra las piernas, que
me folle y disfrute cuando otros u otras lo hacen, y de Tom sólo quiero su
juego morboso. Él no es mi pareja, ni mi amor. Él busca por su cuenta su
propio disfrute, pero yo de eso no me preocupo. Yo sólo me preocupo de
Bill y de mí. Bill es mío y yo soy suya. Eso es lo que marca la diferencia.
—Al ver cómo la joven la escuchaba, añadió—: Creo que algo de lo que he
dicho lo entiendes, ¿verdad? Es más, si vuestra relación hubiera
continuado, estoy segura de que habríamos coincidido alguna vez en un
reservado, ¿no crees? —_____ se excitó con tan sólo imaginarlo. Judith
prosiguió—: Parece frío lo que digo, pero así lo siento, _____. Yo amo
locamente a mi marido y he aprendido a diferenciar el juego del sexo entre
cuatro paredes de la vida real. Ahora bien, si no me caes bien en la vida
real, te aseguro que tampoco te quiero en mi juego. Eso me pasa por
ejemplo con Foski. ¡No la soporto!
Sonrieron. El sentimiento que ambas tenían por Agneta era mutuo y
_____ dijo:
—Foski es insoportable. Yo tampoco podría coincidir con ella en un
reservado.
Ambas se miraron. Permanecieron en silencio unos segundos y Judith,
deseosa de seguir hablando sobre lo que le rondaba por la cabeza,
prosiguió:
—Sé que Tom y tú os habéis estado viendo y también sé que él ha
descubierto que no eres azafata, sino militar. Y antes de que digas nada,
recuerda que yo te dije que notaba que os atraíais, lo que no sabía era que
ya os veíais y, tranquila, no te voy a reprochar que no me lo dijeras, pero sí
quiero saber qué es James Bond para ti y por qué ese chupetón no te lo hizo
él sino otra persona.
Retirándose el pelo de la cara, _____ respondió:
—Tom vino a verme a la base. Discutimos y me despreció quedando
delante de mí con Agneta, tras regodearse de haberlo pasado bien con ella
días antes. Yo estaba furiosa, necesitaba sexo y Lodwud siempre me lo da.
Y en cuanto a Tom, reconozco que me gustó mientras duró.
—¿Sólo te gustó?
_____, cerrando los ojos, decidió no seguir mintiendo y, angustiada,
musitó:
—Estoy jodida, Judith. Totalmente jodida. Lo he hecho tan mal con
él, que me avergüenzo hasta de pensarlo. Tom es el hombre más
maravilloso que he conocido en toda mi vida y...
—Guau, chica..., verdaderamente estás jodida.
Ambas sonrieron y Judith agregó:
—Él también está jodido. Como te dije, es un tipo excelente, pero
creo que tu engaño le ha hecho mucho daño.
—Lo sé.
—¿Qué tienes pensado hacer?
A _____ le vino a la mente la conversación que había mantenido con su
amigo Robert Smith. Él tenía razón: debía enseñarle a Tom que además de
militar era mujer y, encogiéndose de hombros, respondió:
—No lo sé. —Y encendiéndose un cigarrillo, añadió—: Me gustaría
hablar con él, pero no creo que me dé la oportunidad.
—Si no lo intentas, no lo sabrás. A mí me tienes para ayudarte en todo
lo que necesites y creo que Tom merece que lo intentes, ¿no crees?
Por primera vez en varios días, ____ sonrió y, mirando a su amiga,
asintió.
—Él lo intentó con anterioridad conmigo y yo lo rechacé; lo mínimo
que puedo hacer ahora es intentarlo. Intentar enmendar mi horrible error.
Él se lo merece.

32
A partir de ese instante, _____ lo intentó todo.
Lo llamó por teléfono, pero él no se lo cogió.
Le envió mensajes al móvil y a su mail, pero él no respondió.
Cansada de no recibir contestación, pidió una cita en el bufete de
abogados. Allí no podría rehuirla.
Vestida con un traje oscuro y tacones, fue a la casa de Tom, con la
diferencia de que en esta ocasión entró por la puerta del despacho y no por
la de la vivienda. Mientras esperaba en la sala, le temblaban las rodillas y
cuando una puerta se abrió y lo vio aparecer con su impoluto traje gris
marengo, junto a otros hombres, creyó morir.
Tom la miró sorprendido, ¿qué hacía ella allí? Con diplomacia y
saber estar, se despidió de los hombres a los que había atendido y cuando
éstos se fueron, su secretaria se levantó y anunció:
—Señor Kaulitz, la señorita Parker tiene cita con usted.
Un ofuscado Tom miró a la joven sentada en una de las sillas y con
voz controlada dijo, señalando hacia una puerta:
—Señorita Parker, por favor, pase a mi despacho.
Ella se levantó e, intentando no caerse por los nervios, caminó en la
dirección que él señalaba. Una vez entró en el despacho, aquel lugar donde
en alguna ocasión habían hecho el amor, vio que Tom se sentaba al otro
lado de la mesa; ella también tomó asiento.
Durante unos minutos, él miró su agenda; no se había percatado de
que esa cita era la de ella y, tras tacharla, cerró el libro y, mirándola, habló:
—Dígame, señorita Parker, ¿para qué requiere mis servicios?
Con la boca seca, ella lo miró.
—Tom, quiero hablar contigo.
Él levantó su mirada y, clavándola con furia en ella, siseó:
—Usted dirá, señorita Parker.
Retorciéndose las manos, _____ se sentó al borde de la silla y dijo:
—No suelo contarle a nadie cuál es mi trabajo. Cuando comencé
contigo, no creí oportuno decirte que era militar y después, cuando...
—Señorita Parker —la cortó él—. Esto es un despacho de abogados.
Si su problema no tiene nada que ver con lo que aquí se trata, le ruego por
favor que se levante y se marche.
—Tom..., por favor —suplicó.
Se miraron a los ojos durante unos segundos, hasta que él,
levantándose, masculló:
—Haga el favor de salir de mi despacho.
Desesperada por aquella frialdad, _____ se levantó también y, apoyando
las manos en la cara mesa, insistió:
—Soy una idiota, una imbécil, una descerebrada, pero, por favor,
¡escúchame! Tom, te echo de menos, cariño.
Sus palabras le dolían y replicó:
—No me llames cariño, porque ni soy ni quiero ser nada tuyo.
Consciente de que iba a tener que emplearse al mil por mil, se tragó la
furia que sentía por su desprecio y replicó:
—Una vez dijiste que luchabas por mí porque sabías que yo estaba
receptiva. Pues bien, ahora la que va a luchar por ti soy yo, para que me
perdones y me entiendas, hasta que me quede sin fuerzas y...
—Muy yanquis y peliculeras tus palabras. Pero déjalo, no luches por
algo que desde ya te digo que tienes perdido.
—Tom.
Dando un manotazo a la mesa y fulminándola con la mirada,
masculló, intentando no gritar ni montar un escándalo en el bufete:
—Señorita Parker, haga el favor de salir de mi despacho
inmediatamente. Usted y yo nada tenemos que hablar.
Mordiéndose el labio inferior ante la impotencia que sentía, ____ se
levantó y, como pudo, se marchó de allí. Cuando llegó a la calle, respiró y,
acalorada, se dirigió a una cafetería que había enfrente del despacho. No
pensaba desistir tan fácilmente.
Durante dos horas, permaneció en aquella cafetería sin quitarle la
vista de encima al edificio y cuando vio que salían las personas que había
visto trabajando allí, se tomó una nueva copa para infundirse valor para lo
que quería hacer.
Al entrar en su casa, Tom se quitó la americana y la tiró sobre el
sofá. Puso música y se sirvió un whisky. La visita de _____ lo había
descentrado y todavía era incapaz de controlar la furia que sentía. Cogió su
móvil y tecleó:

«Te espero en mi casa».

Dos segundos después, cuando Agneta respondió encantada, él sonrió
y se dirigió a la ducha.
Veinte minutos más tarde, cuando llevaba únicamente un pantalón
negro, el timbre de su puerta sonó. Sorprendido, miró el reloj. Agneta se
había adelantado e, intentando sonreír, abrió, pero la sonrisa se le congeló
cuando vio a _____ delante de él. Su insistencia lo estaba comenzando a
agobiar y le preguntó, apoyándose en la puerta:
—¿Qué narices haces aquí?
Entrando en su casa sin ser invitada, ella respondió:
—Tenemos que hablar.
Tom, todavía apoyado en la puerta, la miró y preguntó:
—¿Te he invitado a entrar en mi casa?
—No, pero tras ver cómo me has tratado hoy en tu despacho, imagino
que tampoco me vas a invitar a entrar en tu casa, por lo tanto, ¡me acabo de
invitar sola!
Alucinado como habitualmente por las contestaciones de ella, levantó
las cejas y murmuró:
—En tu línea... como siempre.
Después de un silencio más que significativo, ____, sin quitarle ojo,
musitó:
—Tom, yo...
Dando un portazo que hizo temblar los cimientos del edificio, él le
espetó con furia:
—Joder, ¿cuándo me lo pensabas decir? Eres una jodida militar, ¿a
qué esperabas para decírmelo?
—Tienes razón... tienes razón.
—Claro que tengo razón —replicó malhumorado.
Tener a _____ ante él le hacía plantearse mil cosas. La deseaba. La
necesitaba. La quería, pero ella lo había defraudado. Fue a hablar, pero
ella, plantándose ante él, dijo:
—Soy la teniente ____ Parker Muñiz, hija del mayor Parker.
—Lo sé..., nena..., pero no gracias a ti.
—Trabajo para el ejército de Estados Unidos y desde hace años piloto
un Air Force C-17 Globemaster. Me gusta mi trabajo, me gusta el ejército
y no creo que todos los americanos seamos lo que tú piensas. Creo que
debes entender que gente buena y mala la hay en todos lados y si no te dije
antes nada fue porque no quería que pensaras de mí que soy...
—¿Que pensara qué de ti? ¿Y ahora qué crees que pienso?
—Escucha, Tom..., además de militar soy una mujer que...
—No me cuentes gilipolleces... bonita —explotó él—. Me he vuelto
loco por primera vez en mi vida por una mujer, ¡por ti!, y loco estaría si
volviera a confiar en ti. Pero ¿qué quieres ahora? Me engañas, te ríes de
mí, me echas de tu vida diciéndome que yo no soy especial para ti y ahora
vuelves. ¿Qué quieres, ____?
—Te quiero a ti —respondió con un hilo de voz—. Te quiero, Tom,
maldita sea. Te quiero como nunca he querido a nadie y necesito que me
perdones para poder estar contigo. Eres importante para mí. Eres especial.
Sin ti muchas cosas han perdido sentido. Cuando te conocí, era una mujer
negada para muchas cosas, pero tú me enseñaste a creer que la felicidad en
pareja existe, me besaste, me animaste a bailar, me regalaste flores,
enamoraste a mi hija, a mi abuela y yo... yo no me porté bien contigo, pero
quiero que sepas que estoy dispuesta a pedirte disculpas todos los días
hasta que me perdones. Te quiero y necesito que me quieras.
Escuchar ese «Te quiero y necesito que me quieras» era lo máximo
que Tom podía escuchar. Él nunca se había atrevido a decirle esas
palabras, pero allí estaba ella, diciéndoselas, mientras con ojos suplicantes
le pedía una nueva oportunidad.
Tras un silencio incómodo entre los dos, la miró con una frialdad que
a ella le llegó al corazón y dijo:
—Lo siento, señorita Parker, pero ya no existe nada de lo que existió.
Fuiste especial para mí, pero eso se acabó. No te necesito, no te quiero y
mucho menos quiero que me quieras, ¿entendido?
_____, dolida, asintió. Se lo merecía, pero el rechazo era doloroso. Lo
intentó de nuevo.
—Tom, eres muy especial para mí, créeme.
Terriblemente enfadado porque la situación se le estaba yendo de las
manos, gritó:
—Pues tienes una manera muy curiosa de demostrarlo. —____ se
encogió—. Me contaste que el padre de tu hija murió en Afganistán. Me
dijiste que era un jodido militar americano. ¿Por qué no me dijiste que tú
también lo eras y que tu padre también lo es y me dejaste creer que eras
una azafata de Air Europa, cuyo inglés era muy americano por haber
trabajado en American Airlines?
—Porque...
—Ya no me interesan tus explicaciones —la cortó.
Desesperada al ver que era incapaz de llegar a él, ____ insistió:
—¿Qué importa la nacionalidad o la profesión que yo tenga, Tom?
Yo soy yo... soy _____, el resto no debería importarte.
—Pues me importa. ¡¿No ves que me importa?! Y tus mentiras me
han hecho daño, ¿no lo ves?
_____ se calló. Veía el dolor en sus ojos. Durante unos minutos,
ninguno habló, hasta que él dijo:
—¿Cómo crees que me quedé cuando, preocupándome por ti, me
enteré de quién eras y a qué te dedicabas? Te aseguro que leí al menos
cinco veces las cosas porque no me lo podía creer. No podía creer que la
mujer que me había robado el corazón, la mujer por la que estaba
volviéndome loco fuese una jodida militar, además de una mentirosa.
Ella asintió. No había jugado limpio. Bloqueada por los sentimientos
contradictorios que experimentaba en ese momento, fue a responder,
cuando él dijo con dureza:
—La diferencia entre tu trabajo y el mío es que yo dialogo y hago
tratos con personas en los juzgados y tú vas a las guerras. Allí no se
dialoga, _____, allí las personas disparan armas y se matan por infinidad de
desacuerdos. ¿Ves algo por lo que me tenga que preocupar? ¿Ves el peligro
en lo que haces? ¿Ves por qué no quiero saber nada de ti?
Ella cerró los ojos, negó con la cabeza y se explicó:
—Intento desvincularme cuando no estoy de misión, y llevar una vida
relativamente normal por Sami y por mí. Por eso vivo en Múnich y no en
la base de Ramstein. —Al ver que él no contestaba, sólo la miraba con
gesto duro, prosiguió—: Te acabo de decir que lo siento, que lo hice mal,
que te quiero, que no puedo vivir sin ti, ¿qué más quieres?
—No quiero nada de ti, _____, ¿todavía no te has dado cuenta?
Su rotundidad le hizo ver la realidad: él no la quería y no pensaba
darle otra oportunidad. Pero no quería perderlo y, sorprendiéndolo,
preguntó:
—¿Tampoco podemos ser amigos?
Enfadado, la miró. Quería gritarle, echarla de su casa, pero su mente,
su cuerpo y su corazón no lo dejaban; finalmente respondió:
—No.
—¿Por qué?
—Porque yo decido a quién quiero como amigo —aclaró con gesto
duro.
Con un conflicto interno terrible, Tom echó a andar hacia la puerta,
pero desesperada por hacerle entrar en razón, _____ se le adelantó y,
metiéndose entre la puerta y él, lo agarró y, tirando para acercarlo, lo besó.
Fue un beso duro, un beso anhelado, un beso deseado. Ambos lo
disfrutaron hasta que, de pronto, sonó el timbre de la puerta y Tom,
soltándola, dio un paso atrás y le advirtió:
—No vuelvas a besarme.
—¿Por qué? Me deseas, lo acabo de notar.
Con una sonrisa que a ella no le gustó, Tom le cogió la barbilla y,
mirándole el cuello, siseó:
—Bonito chupetón. —La soltó con desprecio y añadió—: Márchate.
Tengo una cita.
Sin moverse de la puerta, miró al hombre que adoraba y suplicó,
intentando quemar su último cartucho:
—Si no quieres continuar con lo que teníamos porque te he
defraudado como pareja, al menos intenta ser mi amigo. No te quiero
perder, Tom.
Ser amigos no entraba en sus pensamientos. Necesitaba olvidarla y lo
que ella pedía era una locura. Por ello, forzando una sonrisa que sabía que
le dolería, respondió:
—Mira, guapa, si lo que quieres es sexo, no me apetece tenerlo
contigo, y tú solita sabes muy bien cómo conseguirlo.
Sus palabras cargadas de rabia le dolieron y más cuando abrió la
puerta sin importarle que ella estuviera apoyada en ésta y lo viera decir con
una espectacular sonrisa:
—Hola, Agneta. Pasa, te estaba esperando.
_____ vio entrar a la siempre sensual presentadora de la CNN, que se
quedó parada mirándola. Ambas mujeres se contemplaron y Agneta,
agarrando a Tom por la cintura, preguntó:
—¿Qué hace ella aquí?
Él, con gesto impasible, la besó en el cuello.
—Tranquila. Ha sido una visita inesperada. Adiós, ______.
Su frialdad, cómo la miraba aquella mujer y el besito íntimo que
Tom le había dado en el cuello la hicieron temblar de frustración. La rabia
por lo que le estaba haciendo se apoderó de su cuerpo y, saliendo por la
puerta, gritó:
—Eres un capullo, ¡un grandísimo capullo!
Una vez ella salió, Tom dio un portazo, miró a Agneta y dándole un
azote en el trasero, dijo:
—Prepárame un whisky. Voy a terminar de vestirme y en dos minutos
nos vamos.
Cuando su amiga se fue al salón, Tom apoyó una mano en la puerta,
mientras con la otra se retiraba el pelo de la cara e intentaba calmarse,

quitarse de la cabeza a _____ y su maravilloso olor a fresas.



HOLA!!! AQUI OTROS CAPS ... TOM NO PIENSA PERDONAR A ____ PERO LA ESPERANZA ES LO ULTIMO QUE MUERE, EL CAPI 32 ME DAN GANAS DE GOLPEAR A TOM POR HACERLA QUE LE RUEGE ... BUENO YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ADIOS :))

7 comentarios:

  1. Ay Tom!! Encima llamas a Agneta a ella!! Pobre rayita pero pues le toca sufrir ni modooo.

    Siguelaa virgiii :)

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  2. _______ tiene razón, Tom es un capullo, pero bueno, en parte ella se lo merece un poco también

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  3. Ahora le toca a tn sufrir . bueno se lo merece :(
    Sube pronto :)

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  4. no puedo creerlo tom la rechazo, bueh era lo que me imaginaba, ojala tn pueda convencerlo y el la perdone pero tom se paso al besar agneta delante de tn eso fue muy duro para ella.. y ahora que pasara.. me encanto espero los proximos caps..

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  5. Ojala tom perdone a tn :/

    Sube pronto :)

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  6. Oo maldita estupida de esa. Agneta uiiii tom por que e stan cruel u.u casi lloree dios. U.u ojala la perdine pronto o morireeee :((( please subeeeee pronto te lo suplico jajajajajqj. Esta fic me tiene colgadisina. . Bye cuidate muchooo , q estes bien (:

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