31
Cuando
_____ abrió los ojos, eran las cinco y media de la mañana. A su
lado,
desnudo, el comandante dormía plácidamente y, tras despertarlo,
ambos se
marcharon de la habitación.
_____
cogió un taxi hasta el aeropuerto, donde se encaminó hacia el
helicóptero
que la esperaba. Una vez comprobó que todo estaba bien,
despegó en
dirección a Múnich.
Cuando
llegó, dejó el helicóptero en el hangar de siempre y tras tomar
otro taxi,
a las nueve y media de la mañana entraba en su casa. Estaba
agotada.
Llamó a
Asturias, habló con su madre y le dijo que ya estaba en casa
para que
se quedara tranquila. Más tarde, cuando hubiera dormido todo lo
que
necesitaba, la volvería llamar de nuevo. Una vez colgó el teléfono, se
tiró en su
cama sin desvestirse y se durmió.
Un ruido
estridente la despertó. _____ se restregó los ojos y cuando
identificó
que era el timbre de su casa, se puso la almohada sobre la cabeza
y decidió
seguir durmiendo. Pero cuando sonó el móvil, saltó de la cama y
al ver que
se trataba de Judith, lo cogió.
—¿Dónde
estás, _____?
—En casa,
en la cama.
—Pues
abre. Estoy en tu puerta, llamando.
Como una
zombi se levantó y fue a abrir. La sonrisa de su amiga la
llenó de
alegría. Tras darle dos besos, ésta preguntó:
—¿Duermes
vestida?
_____
sonrió al ver que ni siquiera se había quitado la ropa y Judith
volvió a
preguntar:
—¿Cuándo
has llegado?
_____ miró
su reloj. Vio que eran las tres de la tarde y respondió:
—Hará unas
cinco horas.
Horrorizada,
Judith se llevó las manos a la cara y murmuró:
—Aisss,
cariño... creía que llevabas más tiempo durmiendo. Me voy.
Descansa.
Pero _____,
una vez despierta, dijo:
—Ni se te
ocurra irte. Dame diez minutos para que me duche, ¿vale?
Ella
asintió y, enseñándole unas bolsas con comida, convino:
—De
acuerdo. He traído algo de comida.
Diez
minutos después, cuando _____ salió ya vestida del baño, se
encontró
la mesa puesta y cuando se sentó junto a su amiga, exclamó:
—Dios...,
estoy muerta de hambre.
—¿Dónde
está Sami?
—En
Asturias, con mi familia. Mañana iré a recogerla.
Judith
asintió y preguntó:
—¿Te
quedarás allí unos días?
—Seguramente,
aunque el jueves quiero estar ya de vuelta.
Durante la
comida, hablaron de todo, hasta que Judith, fijándose en el
cuello de _____,
dijo:
—¿Eso es
un chupetón?
Ella se
tocó donde le indicaba, se levantó y, al mirarse en el espejo y
verse
aquello, murmuró:
—Maldito
comandante.
—¿Comandante?
—repitió Judith tras ella.
Al
sentirse descubierta, ____ explicó:
—Un amigo.
—Pero ¿un
amigo... amigo... o un amigo para temas de sexo?
Sin ganas
de mentir, ella contestó:
—Un amigo
con el que tengo sexo cuando a ambos nos apetece. Vale,
entiendo
que pienses que es una locura y seguramente creerás que soy una
degenerada,
pero quiero que sepas que...
Poniéndole
la mano en la boca para callarla, Judith aseveró:
—Ni estás
loca ni eres una degenerada. Yo también tenía amigos así
antes de
casarme con Bill, por lo tanto, no tienes que justificarte.
Ambas se
miraron y Judith, deseosa de comentar una cosa con ella,
preguntó:
—¿Crees
que yo soy una degenerada por lo que me viste haciendo en
el
Sensations?
La cara de
_____ se contrajo y su amiga añadió:
—Sé que
vas al Sensations. Sé que me viste allí y quiero que
hablemos
de ello.
Bloqueada
por lo directa que era, _____ respondió:
—Ya se ha
ido de la lengua el tonto de tu amigo.
Jud
sonrió.
—Creo que
para ti es algo más que un amigo, ¿verdad? Y no... no es
tonto.
Poniéndose
rápidamente a la defensiva, _____ replicó:
—No sé qué
te ha contado el bocazas de James Bond, pero...
—Tom me ha
contado lo que tú ya sabes. Si hay alguien juicioso en
este mundo
ése es él y más tarde hablaremos sobre ese asunto. Pero ahora
quiero
saber por qué no me has dicho que me viste en el local.
Incómoda
con la conversación, finalmente ______ respondió:
—Me dio
vergüenza.
—¿Por qué?
—Porque
hablamos de sexo, Judith, y reconozco que me sorprendió
encontraros
allí. Bill y tú parecéis una pareja muy consolidada y...
—Somos una
pareja muy consolidada —remarcó ella—. Y nada en lo
referente
al sexo ocurre sin que el otro esté perfectamente convencido. —Y
al ver su
expresión, aclaró—: Cuando yo conocí a Bill, no practicaba este
tipo de
relaciones. Recuerdo que la primera vez que fui a un sitio así, me
escandalicé.
Pensé que las personas que hacían eso eran unas degeneradas
y un
sinfín más de tonterías, pero ahora, pasado el tiempo, te aseguro que
no me
escandalizo ni pienso así. He aprendido a diferenciar lo que es el
morbo, el
sexo y mi marido. El sexo fuera de mi cama es sólo sexo. Para
mí es un
juego entre Bill y yo, y lo afrontamos con nuestras propias
normas y
limitaciones.
_____ la
escuchaba y Judith añadió:
—Sé que
nos han criado para no hablar abiertamente de sexo. Estoy
convencida
de que a ti te han criado como a mí. El sexo es tabú y tocarse es
malo,
¿verdad? —____ asintió y ella prosiguió—: Yo no hablo de sexo con
cualquiera,
y es una pena que mi amiga Frida esté viviendo en Suiza,
porque con
ella me lo he pasado bomba hablando de estos temas y si tú
quieres,
tú y yo podemos pasarlo bomba también.
—¿Me estás
pidiendo que tú y yo...?
—Noooooooooo,
sólo me refiero a poder hablar de ello con
normalidad
—rió Judith—. A mí las mujeres no me gustan. Pero sí me
gusta
tener una amiga cercana con la que comentar cómo lo he pasado
haciendo
tal o pascual.
—Pero yo
vi cómo unas mujeres jugaban contigo y tú parecías pasarlo
bien.
—Y lo
pasaba bien. —_____ se sonrojó y Judith agregó—: Diana y su
novia son
tremendamente morbosas y, para que me entiendas, a mí las
mujeres no
me gustan, pero he descubierto que me encanta ser su juguete.
Me vuelve
loca dejar que sus bocas, sus dedos o cualquier juguetito que
incluyan
en nuestro juego entre en mí, te aseguro que a Bill le encanta
también.
Ver su cara cuando yo lo paso bien me provoca un morbo
increíble
y te garantizo que nuestras relaciones sexuales ¡son la bomba!
Colorada
como un tomate, _____ susurró:
—Te vi
también con Bill y Tom.
—¿Y?
—¿No os
incomoda que un amigo tan amigo como Tom juegue con
vosotros?
—Ese
comandante que te ha dejado el chupetón, ¿no es tu amigo?
Ella
asintió e, intentando explicarle lo que quería decir, respondió:
—Lodwud es
mi amigo. Pero me refiero a que Tom, Bill y tú sois
amigos en
el día a día. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Judith
asintió.
—La
primera vez que accedí a hacer algo así fue con Tom. En ese
momento yo
no lo conocía, pero Bill sí y tenía la máxima confianza con él.
Con el
tiempo, Tom se ha convertido en un buen amigo y no me da ningún
apuro
practicar sexo con él, porque él, Bill y yo tenemos muy claro todo en
nuestras
vidas. Por cierto, me parece fatal que fueras sola al Sensations.
—¡Además
de bocazas, portera!
Judith
soltó una carcajada y sin querer abandonar el tema, dijo:
—_____,
espero que a partir de ahora no te dé vergüenza hablar
conmigo de
sexo. Es bueno compartir las experiencias y te aseguro que es
como todo
en esta vida: ¡el saber no ocupa lugar!
—Intentaré
que esos tabús desaparezcan.
Judith
asintió.
—Esos
tabús, al menos entre nosotras, han de acabar. A las dos nos
gusta el
sexo de una manera que no todo el mundo practica, y me
encantaría
poder hablar de ello con normalidad contigo. Y, ojito, las
mujeres no
me van nada de nada, por lo que si me caliento mucho hablando
contigo,
como mucho, cuando llegue a casa, Bill tendrá una excelente
sesión
sexual.
_____
sonrió y Jud añadió:
—Entre
cuatro paredes y con mi marido me entrego al placer. Adoro
que él me
posea con otros hombres y me vuelve loca ver a Bill disfrutar
cuando una
mujer o un hombre está entre nuestras piernas. El sexo que
comparto
con él y con Tom es fantástico y cuando vamos a alguna
fiestecita
privada, disfrutamos de todo lo que se nos pueda antojar en el
momento.
Te aseguro que a mí que tú estés en un reservado no me importa.
Sé lo que
me gusta y ya te he dicho que las mujeres no son mi fuerte, ¿lo
tuyo sí?
—Juego con
ellas —contestó ______—, y me gusta que jueguen
conmigo.
Judith
asintió y, divertida, preguntó:
—¿Te
incomoda que hablemos del tema?
Sorprendida,
____ negó con la cabeza y su amiga propuso:
—Ahora que
parece que nos hemos lanzado a contarnos intimidades,
háblame de
qué tipo de sexo has practicado.
—Sexo en
grupo —respondió _____ con tranquilidad—. Me gusta que
me posean
y poseerlos. Cuando tomo yo las riendas, disfruto una
barbaridad.
Jud soltó
una carcajada e inquirió:
—¿Sexo
anal?
—Sí, y
cuando vi a tu marido y a Tom hacerlo contigo, reconozco
que me
puse como una moto. Son dos hombres impresionantes.
Jud soltó
una carcajada y comentó:
—Espero
que no influya en nuestra amistad que Tom comparta con
nosotros
algo más que amistad.
—No..., no
por favor. Lo vuestro es algo en lo que yo no me voy a
meter. No
se me ocurriría.
—_____, lo
que los tres compartimos es morbo, sexo y fantasías. Y mi
única
manera de explicarlo es diciéndote que yo de Bill quiero todo.
Quiero
verlo disfrutar, quiero que disfrute de mí, quiero besarlo, que me
bese, que
me comparta, que yo lo comparta, que me abra las piernas, que
me folle y
disfrute cuando otros u otras lo hacen, y de Tom sólo quiero su
juego
morboso. Él no es mi pareja, ni mi amor. Él busca por su cuenta su
propio
disfrute, pero yo de eso no me preocupo. Yo sólo me preocupo de
Bill y de
mí. Bill es mío y yo soy suya. Eso es lo que marca la diferencia.
—Al ver
cómo la joven la escuchaba, añadió—: Creo que algo de lo que he
dicho lo
entiendes, ¿verdad? Es más, si vuestra relación hubiera
continuado,
estoy segura de que habríamos coincidido alguna vez en un
reservado,
¿no crees? —_____ se excitó con tan sólo imaginarlo. Judith
prosiguió—:
Parece frío lo que digo, pero así lo siento, _____. Yo amo
locamente
a mi marido y he aprendido a diferenciar el juego del sexo entre
cuatro
paredes de la vida real. Ahora bien, si no me caes bien en la vida
real, te
aseguro que tampoco te quiero en mi juego. Eso me pasa por
ejemplo
con Foski. ¡No la soporto!
Sonrieron.
El sentimiento que ambas tenían por Agneta era mutuo y
_____
dijo:
—Foski es
insoportable. Yo tampoco podría coincidir con ella en un
reservado.
Ambas se
miraron. Permanecieron en silencio unos segundos y Judith,
deseosa de
seguir hablando sobre lo que le rondaba por la cabeza,
prosiguió:
—Sé que Tom
y tú os habéis estado viendo y también sé que él ha
descubierto
que no eres azafata, sino militar. Y antes de que digas nada,
recuerda
que yo te dije que notaba que os atraíais, lo que no sabía era que
ya os
veíais y, tranquila, no te voy a reprochar que no me lo dijeras, pero sí
quiero
saber qué es James Bond para ti y por qué ese chupetón no te lo hizo
él sino
otra persona.
Retirándose
el pelo de la cara, _____ respondió:
—Tom vino
a verme a la base. Discutimos y me despreció quedando
delante de
mí con Agneta, tras regodearse de haberlo pasado bien con ella
días
antes. Yo estaba furiosa, necesitaba sexo y Lodwud siempre me lo da.
Y en
cuanto a Tom, reconozco que me gustó mientras duró.
—¿Sólo te
gustó?
_____,
cerrando los ojos, decidió no seguir mintiendo y, angustiada,
musitó:
—Estoy
jodida, Judith. Totalmente jodida. Lo he hecho tan mal con
él, que me
avergüenzo hasta de pensarlo. Tom es el hombre más
maravilloso
que he conocido en toda mi vida y...
—Guau,
chica..., verdaderamente estás jodida.
Ambas
sonrieron y Judith agregó:
—Él
también está jodido. Como te dije, es un tipo excelente, pero
creo que
tu engaño le ha hecho mucho daño.
—Lo sé.
—¿Qué
tienes pensado hacer?
A _____ le
vino a la mente la conversación que había mantenido con su
amigo
Robert Smith. Él tenía razón: debía enseñarle a Tom que además de
militar
era mujer y, encogiéndose de hombros, respondió:
—No lo sé.
—Y encendiéndose un cigarrillo, añadió—: Me gustaría
hablar con
él, pero no creo que me dé la oportunidad.
—Si no lo
intentas, no lo sabrás. A mí me tienes para ayudarte en todo
lo que necesites
y creo que Tom merece que lo intentes, ¿no crees?
Por
primera vez en varios días, ____ sonrió y, mirando a su amiga,
asintió.
—Él lo
intentó con anterioridad conmigo y yo lo rechacé; lo mínimo
que puedo
hacer ahora es intentarlo. Intentar enmendar mi horrible error.
Él se lo
merece.
32
A partir
de ese instante, _____ lo intentó todo.
Lo llamó
por teléfono, pero él no se lo cogió.
Le envió
mensajes al móvil y a su mail, pero él no respondió.
Cansada de
no recibir contestación, pidió una cita en el bufete de
abogados.
Allí no podría rehuirla.
Vestida
con un traje oscuro y tacones, fue a la casa de Tom, con la
diferencia
de que en esta ocasión entró por la puerta del despacho y no por
la de la
vivienda. Mientras esperaba en la sala, le temblaban las rodillas y
cuando una
puerta se abrió y lo vio aparecer con su impoluto traje gris
marengo,
junto a otros hombres, creyó morir.
Tom la
miró sorprendido, ¿qué hacía ella allí? Con diplomacia y
saber
estar, se despidió de los hombres a los que había atendido y cuando
éstos se
fueron, su secretaria se levantó y anunció:
—Señor Kaulitz,
la señorita Parker tiene cita con usted.
Un
ofuscado Tom miró a la joven sentada en una de las sillas y con
voz
controlada dijo, señalando hacia una puerta:
—Señorita
Parker, por favor, pase a mi despacho.
Ella se
levantó e, intentando no caerse por los nervios, caminó en la
dirección
que él señalaba. Una vez entró en el despacho, aquel lugar donde
en alguna
ocasión habían hecho el amor, vio que Tom se sentaba al otro
lado de la
mesa; ella también tomó asiento.
Durante
unos minutos, él miró su agenda; no se había percatado de
que esa
cita era la de ella y, tras tacharla, cerró el libro y, mirándola, habló:
—Dígame,
señorita Parker, ¿para qué requiere mis servicios?
Con la
boca seca, ella lo miró.
—Tom,
quiero hablar contigo.
Él levantó
su mirada y, clavándola con furia en ella, siseó:
—Usted
dirá, señorita Parker.
Retorciéndose
las manos, _____ se sentó al borde de la silla y dijo:
—No suelo
contarle a nadie cuál es mi trabajo. Cuando comencé
contigo,
no creí oportuno decirte que era militar y después, cuando...
—Señorita
Parker —la cortó él—. Esto es un despacho de abogados.
Si su
problema no tiene nada que ver con lo que aquí se trata, le ruego por
favor que
se levante y se marche.
—Tom...,
por favor —suplicó.
Se miraron
a los ojos durante unos segundos, hasta que él,
levantándose,
masculló:
—Haga el
favor de salir de mi despacho.
Desesperada
por aquella frialdad, _____ se levantó también y, apoyando
las manos
en la cara mesa, insistió:
—Soy una
idiota, una imbécil, una descerebrada, pero, por favor,
¡escúchame!
Tom, te echo de menos, cariño.
Sus
palabras le dolían y replicó:
—No me
llames cariño, porque ni soy ni quiero ser nada tuyo.
Consciente
de que iba a tener que emplearse al mil por mil, se tragó la
furia que
sentía por su desprecio y replicó:
—Una vez
dijiste que luchabas por mí porque sabías que yo estaba
receptiva.
Pues bien, ahora la que va a luchar por ti soy yo, para que me
perdones y
me entiendas, hasta que me quede sin fuerzas y...
—Muy
yanquis y peliculeras tus palabras. Pero déjalo, no luches por
algo que
desde ya te digo que tienes perdido.
—Tom.
Dando un
manotazo a la mesa y fulminándola con la mirada,
masculló,
intentando no gritar ni montar un escándalo en el bufete:
—Señorita
Parker, haga el favor de salir de mi despacho
inmediatamente.
Usted y yo nada tenemos que hablar.
Mordiéndose
el labio inferior ante la impotencia que sentía, ____ se
levantó y,
como pudo, se marchó de allí. Cuando llegó a la calle, respiró y,
acalorada,
se dirigió a una cafetería que había enfrente del despacho. No
pensaba
desistir tan fácilmente.
Durante
dos horas, permaneció en aquella cafetería sin quitarle la
vista de
encima al edificio y cuando vio que salían las personas que había
visto
trabajando allí, se tomó una nueva copa para infundirse valor para lo
que quería
hacer.
Al entrar
en su casa, Tom se quitó la americana y la tiró sobre el
sofá. Puso
música y se sirvió un whisky. La visita de _____ lo había
descentrado
y todavía era incapaz de controlar la furia que sentía. Cogió su
móvil y
tecleó:
«Te espero
en mi casa».
Dos
segundos después, cuando Agneta respondió encantada, él sonrió
y se dirigió
a la ducha.
Veinte
minutos más tarde, cuando llevaba únicamente un pantalón
negro, el
timbre de su puerta sonó. Sorprendido, miró el reloj. Agneta se
había
adelantado e, intentando sonreír, abrió, pero la sonrisa se le congeló
cuando vio
a _____ delante de él. Su insistencia lo estaba comenzando a
agobiar y
le preguntó, apoyándose en la puerta:
—¿Qué
narices haces aquí?
Entrando
en su casa sin ser invitada, ella respondió:
—Tenemos
que hablar.
Tom,
todavía apoyado en la puerta, la miró y preguntó:
—¿Te he
invitado a entrar en mi casa?
—No, pero
tras ver cómo me has tratado hoy en tu despacho, imagino
que
tampoco me vas a invitar a entrar en tu casa, por lo tanto, ¡me acabo de
invitar
sola!
Alucinado
como habitualmente por las contestaciones de ella, levantó
las cejas
y murmuró:
—En tu
línea... como siempre.
Después de
un silencio más que significativo, ____, sin quitarle ojo,
musitó:
—Tom,
yo...
Dando un
portazo que hizo temblar los cimientos del edificio, él le
espetó con
furia:
—Joder,
¿cuándo me lo pensabas decir? Eres una jodida militar, ¿a
qué
esperabas para decírmelo?
—Tienes
razón... tienes razón.
—Claro que
tengo razón —replicó malhumorado.
Tener a
_____ ante él le hacía plantearse mil cosas. La deseaba. La
necesitaba.
La quería, pero ella lo había defraudado. Fue a hablar, pero
ella,
plantándose ante él, dijo:
—Soy la
teniente ____ Parker Muñiz, hija del mayor Parker.
—Lo sé...,
nena..., pero no gracias a ti.
—Trabajo
para el ejército de Estados Unidos y desde hace años piloto
un Air
Force C-17 Globemaster. Me gusta mi trabajo, me gusta el ejército
y no creo
que todos los americanos seamos lo que tú piensas. Creo que
debes
entender que gente buena y mala la hay en todos lados y si no te dije
antes nada
fue porque no quería que pensaras de mí que soy...
—¿Que
pensara qué de ti? ¿Y ahora qué crees que pienso?
—Escucha, Tom...,
además de militar soy una mujer que...
—No me
cuentes gilipolleces... bonita —explotó él—. Me he vuelto
loco por
primera vez en mi vida por una mujer, ¡por ti!, y loco estaría si
volviera a
confiar en ti. Pero ¿qué quieres ahora? Me engañas, te ríes de
mí, me
echas de tu vida diciéndome que yo no soy especial para ti y ahora
vuelves.
¿Qué quieres, ____?
—Te quiero
a ti —respondió con un hilo de voz—. Te quiero, Tom,
maldita
sea. Te quiero como nunca he querido a nadie y necesito que me
perdones
para poder estar contigo. Eres importante para mí. Eres especial.
Sin ti
muchas cosas han perdido sentido. Cuando te conocí, era una mujer
negada
para muchas cosas, pero tú me enseñaste a creer que la felicidad en
pareja
existe, me besaste, me animaste a bailar, me regalaste flores,
enamoraste
a mi hija, a mi abuela y yo... yo no me porté bien contigo, pero
quiero que
sepas que estoy dispuesta a pedirte disculpas todos los días
hasta que
me perdones. Te quiero y necesito que me quieras.
Escuchar
ese «Te quiero y necesito que me quieras» era lo máximo
que Tom
podía escuchar. Él nunca se había atrevido a decirle esas
palabras,
pero allí estaba ella, diciéndoselas, mientras con ojos suplicantes
le pedía
una nueva oportunidad.
Tras un
silencio incómodo entre los dos, la miró con una frialdad que
a ella le
llegó al corazón y dijo:
—Lo
siento, señorita Parker, pero ya no existe nada de lo que existió.
Fuiste
especial para mí, pero eso se acabó. No te necesito, no te quiero y
mucho
menos quiero que me quieras, ¿entendido?
_____,
dolida, asintió. Se lo merecía, pero el rechazo era doloroso. Lo
intentó de
nuevo.
—Tom, eres
muy especial para mí, créeme.
Terriblemente
enfadado porque la situación se le estaba yendo de las
manos,
gritó:
—Pues
tienes una manera muy curiosa de demostrarlo. —____ se
encogió—.
Me contaste que el padre de tu hija murió en Afganistán. Me
dijiste
que era un jodido militar americano. ¿Por qué no me dijiste que tú
también lo
eras y que tu padre también lo es y me dejaste creer que eras
una
azafata de Air Europa, cuyo inglés era muy americano por haber
trabajado
en American Airlines?
—Porque...
—Ya no me
interesan tus explicaciones —la cortó.
Desesperada
al ver que era incapaz de llegar a él, ____ insistió:
—¿Qué
importa la nacionalidad o la profesión que yo tenga, Tom?
Yo soy
yo... soy _____, el resto no debería importarte.
—Pues me
importa. ¡¿No ves que me importa?! Y tus mentiras me
han hecho
daño, ¿no lo ves?
_____ se
calló. Veía el dolor en sus ojos. Durante unos minutos,
ninguno
habló, hasta que él dijo:
—¿Cómo
crees que me quedé cuando, preocupándome por ti, me
enteré de
quién eras y a qué te dedicabas? Te aseguro que leí al menos
cinco
veces las cosas porque no me lo podía creer. No podía creer que la
mujer que
me había robado el corazón, la mujer por la que estaba
volviéndome
loco fuese una jodida militar, además de una mentirosa.
Ella
asintió. No había jugado limpio. Bloqueada por los sentimientos
contradictorios
que experimentaba en ese momento, fue a responder,
cuando él
dijo con dureza:
—La
diferencia entre tu trabajo y el mío es que yo dialogo y hago
tratos con
personas en los juzgados y tú vas a las guerras. Allí no se
dialoga, _____,
allí las personas disparan armas y se matan por infinidad de
desacuerdos.
¿Ves algo por lo que me tenga que preocupar? ¿Ves el peligro
en lo que
haces? ¿Ves por qué no quiero saber nada de ti?
Ella cerró
los ojos, negó con la cabeza y se explicó:
—Intento
desvincularme cuando no estoy de misión, y llevar una vida
relativamente
normal por Sami y por mí. Por eso vivo en Múnich y no en
la base de
Ramstein. —Al ver que él no contestaba, sólo la miraba con
gesto
duro, prosiguió—: Te acabo de decir que lo siento, que lo hice mal,
que te
quiero, que no puedo vivir sin ti, ¿qué más quieres?
—No quiero
nada de ti, _____, ¿todavía no te has dado cuenta?
Su
rotundidad le hizo ver la realidad: él no la quería y no pensaba
darle otra
oportunidad. Pero no quería perderlo y, sorprendiéndolo,
preguntó:
—¿Tampoco
podemos ser amigos?
Enfadado,
la miró. Quería gritarle, echarla de su casa, pero su mente,
su cuerpo
y su corazón no lo dejaban; finalmente respondió:
—No.
—¿Por qué?
—Porque yo
decido a quién quiero como amigo —aclaró con gesto
duro.
Con un conflicto
interno terrible, Tom echó a andar hacia la puerta,
pero
desesperada por hacerle entrar en razón, _____ se le adelantó y,
metiéndose
entre la puerta y él, lo agarró y, tirando para acercarlo, lo besó.
Fue un
beso duro, un beso anhelado, un beso deseado. Ambos lo
disfrutaron
hasta que, de pronto, sonó el timbre de la puerta y Tom,
soltándola,
dio un paso atrás y le advirtió:
—No
vuelvas a besarme.
—¿Por qué?
Me deseas, lo acabo de notar.
Con una
sonrisa que a ella no le gustó, Tom le cogió la barbilla y,
mirándole
el cuello, siseó:
—Bonito
chupetón. —La soltó con desprecio y añadió—: Márchate.
Tengo una
cita.
Sin
moverse de la puerta, miró al hombre que adoraba y suplicó,
intentando
quemar su último cartucho:
—Si no
quieres continuar con lo que teníamos porque te he
defraudado
como pareja, al menos intenta ser mi amigo. No te quiero
perder, Tom.
Ser amigos
no entraba en sus pensamientos. Necesitaba olvidarla y lo
que ella
pedía era una locura. Por ello, forzando una sonrisa que sabía que
le
dolería, respondió:
—Mira,
guapa, si lo que quieres es sexo, no me apetece tenerlo
contigo, y
tú solita sabes muy bien cómo conseguirlo.
Sus
palabras cargadas de rabia le dolieron y más cuando abrió la
puerta sin
importarle que ella estuviera apoyada en ésta y lo viera decir con
una
espectacular sonrisa:
—Hola,
Agneta. Pasa, te estaba esperando.
_____ vio
entrar a la siempre sensual presentadora de la CNN, que se
quedó
parada mirándola. Ambas mujeres se contemplaron y Agneta,
agarrando
a Tom por la cintura, preguntó:
—¿Qué hace
ella aquí?
Él, con
gesto impasible, la besó en el cuello.
—Tranquila.
Ha sido una visita inesperada. Adiós, ______.
Su
frialdad, cómo la miraba aquella mujer y el besito íntimo que
Tom le
había dado en el cuello la hicieron temblar de frustración. La rabia
por lo que
le estaba haciendo se apoderó de su cuerpo y, saliendo por la
puerta,
gritó:
—Eres un
capullo, ¡un grandísimo capullo!
Una vez
ella salió, Tom dio un portazo, miró a Agneta y dándole un
azote en
el trasero, dijo:
—Prepárame
un whisky. Voy a terminar de vestirme y en dos minutos
nos vamos.
Cuando su
amiga se fue al salón, Tom apoyó una mano en la puerta,
mientras
con la otra se retiraba el pelo de la cara e intentaba calmarse,
quitarse
de la cabeza a _____ y su maravilloso olor a fresas.
HOLA!!! AQUI OTROS CAPS ... TOM NO PIENSA PERDONAR A ____ PERO LA ESPERANZA ES LO ULTIMO QUE MUERE, EL CAPI 32 ME DAN GANAS DE GOLPEAR A TOM POR HACERLA QUE LE RUEGE ... BUENO YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ADIOS :))
Ay Tom!! Encima llamas a Agneta a ella!! Pobre rayita pero pues le toca sufrir ni modooo.
ResponderEliminarSiguelaa virgiii :)
_______ tiene razón, Tom es un capullo, pero bueno, en parte ella se lo merece un poco también
ResponderEliminarSigueeeee
ResponderEliminarAhora le toca a tn sufrir . bueno se lo merece :(
ResponderEliminarSube pronto :)
no puedo creerlo tom la rechazo, bueh era lo que me imaginaba, ojala tn pueda convencerlo y el la perdone pero tom se paso al besar agneta delante de tn eso fue muy duro para ella.. y ahora que pasara.. me encanto espero los proximos caps..
ResponderEliminarOjala tom perdone a tn :/
ResponderEliminarSube pronto :)
Oo maldita estupida de esa. Agneta uiiii tom por que e stan cruel u.u casi lloree dios. U.u ojala la perdine pronto o morireeee :((( please subeeeee pronto te lo suplico jajajajajqj. Esta fic me tiene colgadisina. . Bye cuidate muchooo , q estes bien (:
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