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martes, 18 de noviembre de 2014

.- SORPRENDEME .- CAPITULO 12

12
En la cancha de baloncesto, Tom le hizo un pase a su amigo Bill y
éste encestó justo en el momento en que un sonido estridente anunciaba
que había finalizado el tercer parcial del partido. Judith gritó de felicidad.
—Hola.
Judith miró a su lado y sonrió al ver a ______ sentarse junto a ella.
—¡Qué bien que hayas venido!
—Dora se ha quedado con Sami y me he podido escapar. ¿Cómo van?
—Vamos ganando, 65 a 59 —respondió Judith—. Pero todavía queda
el último parcial y los de Stuttgart son muy buenos.
Ambas sonrieron y comenzaron a charlar.
Bill se sorprendió al ver quién acompañaba a su mujer.
—Vaya..., la cosa se pone interesante —cuchicheó acercándose a su
amigo.
Tom, que en ese instante bebía de una botella que uno de los
asistentes le había pasado, miró hacia donde Bill le indicaba y al ver a ______
allí se echó agua por la cabeza.
—Interesantísima —murmuró.
Las miradas de los dos se cruzaron y Tom, con guasa, le guiñó un
ojo. _______ le susurró a su amiga:
—¿Cómo no me habías dicho que James Bond jugaba a básquet?
—Di por hecho que lo sabías.
—Pues no, no lo sabía. Y si lo llego a saber, te aseguro que no vengo.
Me apetece tener una noche tranquilita.
Judith sonrió sin saber a qué se refería y, acercándose a ella, la calmó:
—La tendrás. Él estará ocupado con la pelirroja que tenemos aquí
delante. Es más, te la voy a presentar.
Judith dio un toquecito a una mujer que estaba delante de ellas,
hablando por el móvil, y, mirándola, dijo:
—Maya, te presento a mi amiga _______ Muñiz.
La pelirroja sonrió sin levantarse de su asiento.
—Encantada, ________.
—Lo mismo digo, Maya.
Cuando ésta continuó hablando por teléfono, Judith comentó:
—Tom no vendrá a la cena. Creo que tiene planes con Maya. Y mi
intención es presentarte a algunos compañeros de Tom, como el número
doce, el dieciocho y el veintiuno. ¿Qué te parecen?
Con curiosidad, _____ miró a los hombres que ella le indicaba y sonrió.
La verdad era que todos ellos estaban muy bien, pero mirando a su amiga,
contestó:
—Si mi abuela te oyera, te diría que eres una alcahueta.
Judith sonrió.
—Mi hermana y mi padre también me lo dirían. Vamos, dime cuál
quieres que te presente.
Paseando sus ojos por los tres, ______ finalmente se decidió:
—El número doce.
Ambas rieron y segundos después, comenzó el cuarto parcial del
partido.
Las jugadas que realizaban cualquiera de los dos equipos eran
maravillosas. Todo un espectáculo y Judith pronto vio que ______ entendía
muchísimo más de baloncesto que ella.
Disfrutando del partido, ______ observó lo buen jugador que era Tom.
Se movía por la cancha con una agilidad que le secaba la boca.
Ella, que lo había visto en acción en otros menesteres, suspiró. Aquel
hombre era un espectáculo andante, tanto vestido con traje como desnudo o
con el equipo de básquet. Sin poder evitarlo, paseó su mirada por sus
fuertes brazos. Los brazos con los que había soñado la noche anterior y que
la volvían loca.
Marcó catorce puntos él solito y ______ aplaudió. Tom realmente era
increíble. Elegante en sus movimientos y asolador cuando atacaba. Y
cuando sonó el estridente timbre del final de la cuarta parte, Judith y
_______, encantadas, aplaudieron y silbaron. El equipo al que apoyaban
había ganado y eso debía celebrarse.
Mientras esperaban en la sala a que los jugadores salieran de las
duchas, ______ se fijó en la pelirroja que esperaba a Tom. Es más, creía
haberla visto en el Sensations. Cuando él salió del vestuario, caminó
directamente hacia la pelirroja y, dándole un beso en la boca, murmuró
algo que sólo ellos pudieron oír y que la hizo sonreír.
Abstraída mientras lo observaba, _______ no se fijó en que un hombre se
ponía a su lado hasta que Judith, llamando su atención, dijo:
—_______, te presento a Damian, el dorsal número doce.
—Buen partido, Damian.
—Gracias, _______ —respondió aquel rubio, encantado.
Centrándose totalmente en el hombre que sonreía ante ella, ______ le dio
dos besos y él, feliz, los aceptó. Hablaron durante un rato, mientras el resto
del equipo terminaba y salía de las duchas, y cuando todos estuvieron, Bill
preguntó:
—¿Dónde os apetece ir a tomar algo?
Tras varios nombres, al final todos decidieron ir a la coctelería de uno
de los del equipo.
Cuando iban hacia allí, ______ vio que Tom, de la mano de la pelirroja,
los seguía.
—Pero ¿no has dicho que James Bond tenía planes? —cuchicheó
acercándose a su amiga.
Judith, al ver lo que ella indicaba, preguntó levantando la voz:
—¿Vienes a la coctelería, Tom?
Éste asintió y, con una sonrisa, respondió:
—Sí. Maya y yo tenemos sed.
_______ suspiró. Le molestaba tener que aguantarlo aquella noche e,
intentando no coincidir en ningún momento con él para que no le hablara,
al llegar al local se sentó lo más lejos que pudo.
Mientras miraba la carta de cócteles, Judith, divertida, comentó:
—Esta coctelería es de Svent y mira —afirmó, señalando con el dedo
—, tiene mi cóctel.
—¿Tu cóctel?
Judith soltó una carcajada y explicó:
—Una noche, Svent hizo un concurso de cócteles entre los asistentes,
ganó el mío y decidió incluirlo en la carta.
Sorprendida, _______ sonrió y, leyendo el nombre del cóctel,
preguntó:
—¿«Pídeme lo que quieras», ése es el nombre de tu cóctel?
Judith, encantada, asintió. Ella y quienes la conocían íntimamente
sabían el porqué de aquel nombre. Acto seguido, dijo:
—Pídelo, te va a encantar.
_______ soltó una carcajada y convino:
—Vale..., pero ¿qué lleva?
Sin querer revelar los ingredientes, Judith contestó:
—Yo lo voy a pedir. Tú pídelo también y luego, cuando lo pruebes,
me dices qué te parece.
Divertida, ______ asintió. Quería probar ese cóctel. Y cuando el
camarero se les acercó, ella lo miró y le informó:
—Nosotras queremos dos «Pídeme lo que quieras».
Judith sonrió...
Bill sonrió...
Y Tom, que la había oído, también... sonrió.
De aquel grupo, sólo ellos tres sabían que Judith llevaba esa frase
tatuada en el pubis, algo que a los tres les había despertado siempre mucho
morbo.
Cuando el camarero dejó la bandeja con varios cócteles, Bill cogió
uno de los que conocía y se lo tendió a su mujer, que, encantada, lo besó.
______ estaba mirándolos cuando Tom cogió el otro cóctel y, con mofa, se lo
tendió a ella, diciendo en un tono bajo:
—Pídeme lo que quieras.
Sin pillar el significado de esas palabras, ______ lo miró, tomó el vaso
que él le entregaba y, con una expresión que hizo reír a los demás, repuso:
—Te pediría que hicieras el pino con una mano, pero creo que te
despeinarías, muñeco.
Tom soltó una carcajada y, sin responder, se acercó a donde estaba
Maya y, besándola en el cuello, comenzó a hablar con ella, intentando
obviar a la mujer que realmente lo tenía abstraído.
_______ bebió un sorbo de su cóctel. Estaba rico. Era refrescante y,
cuando miró a Judith, preguntó:
—Esto lleva Coca-Cola, ¿verdad?
Su amiga rió y, tras dar un trago que le supo a gloria, la retó:
—Ahora adivina qué más.
Ambas rieron y continuaron charlado con afabilidad mientras Tom
las observaba. Sin dejar de hablar con Maya, éste paseó su mirada por el
cuerpo de ______. Aquel pantalón de cuero negro, a juego con un chaleco
también negro y las botas de tacón, le quedaba muy, pero que muy bien.
Estaba muy sexy.
Tras varios cócteles, todos decidieron ir a comer algo o acabarían
borrachos como cubas.
En el restaurante, _______ se volvió a sentar lo más alejada que pudo de
Tom. Había reparado en cómo sus miradas se cruzaban en varias
ocasiones en la coctelería y no quería que nadie las malinterpretara. Él, que
también se había percatado de las miradas, sonrió. Se sentó en la otra punta
de la mesa, pero buscó un ángulo desde donde pudiera seguir
contemplando sus movimientos a la perfección.
No sabía qué le ocurría, pero aquella chulita española lo atraía como
un imán, y cuando a media comida ella se levantó y fue al baño, él hizo lo
propio después, con disimulo.
Cuando _______ salió del aseo, la agarró del brazo y, arrinconándola
contra la pared, preguntó:
—¿Irás al Sensations esta noche?
—A ti precisamente no te lo voy a decir.
Tom frunció el cejo y murmuró:
—Nunca he conocido a nadie como tú.
—Y nunca lo harás.
Él sonrió por esa chulería e insistió:
—¿Lo pasas bien con Damian?
Asombrada por la pregunta, ______ suspiró.
—Mira, nene..., ocúpate de tu pelirroja y deja de mirarme. Estoy harta
de tus miraditas y...
—Si sabes que yo te miro —la cortó él— es porque tú también me
miras a mí, ¿o me equivoco?
Boquiabierta por no saber qué contestar a aquello, _______ protestó:
—¿Quieres hacer el favor de soltarme, ¡imbécil!?
Pero Tom no se movió. Se dedicó a observarla con sus ojazos ambarinos,
hasta que ella, nerviosa, siseó:
—Tú y yo no tenemos nada que hacer juntos.
Al oír eso, con una peligrosa mirada, él sonrió y, acercando su boca a
la de ella, murmuró:
—Te equivocas... podríamos hacer muchas cosas.
Y, sin más, la besó. Acercó su boca a la suya, la aplastó y metió la
lengua, dispuesto a disfrutar de lo que llevaba ansiando desde que la había
visto sentada en las gradas de la cancha y en ese instante había ido a
buscar. No obstante un mordisco de ella en el labio lo hizo soltarla.
—¡Serás bruta!
—¿Yoooooooooooooo?
Tocándose el labio, Tom se sorprendió al ver que tenía sangre y,
molesto, le espetó:
—¿Cómo se te ocurre morderme?
Con una sonrisita en los labios, ______ respondió al ver la sangre:
—Tengo una tirita de princesas en el bolso, ¿quieres que te la ponga?
La expresión de él le hizo saber lo enfadado que estaba por aquello.
Eso le gustó y, sin amilanarse, afirmó con chulería:
—Vuelve a besarme y juro que te arranco la lengua. —Y antes de
marcharse, añadió—: Y súbete la cremallera del pantalón..., capullo.
Sin más, se dio la vuelta y se marchó, dejando a Tom dolorido por el
mordisco. Él no pensaba caer de nuevo en la tontería de la cremallera del
pantalón. Cuando consiguió reponerse, volvió a la mesa donde estaban
todos y uno de sus compañeros gritó:
—Colega..., súbete la cremallera, que el pajarito se escapa.
Tom resopló ante las risas de todos. Se llevó las manos a la
cremallera y se la subió, mientras observaba que ______ lo miraba con cara
angelical y parpadeaba.
La cena fue fantástica y Damian resultó ser un hombre increíble. _____
habló con él sobre básquet, dejándolo sorprendido al ver lo mucho que ella
conocía de ese deporte. Al final, ______ le confesó que había estado en un
equipo en su época de estudiante y cuando el jugador lo dijo en voz alta,
todos la miraron.
Tom, aún molesto por el mordisco, propuso:
—Cuando quieras te reto a unas canastas. Pero tranquila, te daré
ventaja.
Ella sonrió lo mismo que todos los demás y replicó:
—Tranquilo, muñequito. Sin ventaja, te ganaré.
—¿Seguro?
—Segurísimo. —Y, sin darle tregua, preguntó—: ¿Qué te ha pasado
en el labio? Parece que lo tienes hinchado.
Todos lo miraron. Tom maldijo por aquella indiscreción y siseó:
—Me he mordido sin querer.
_______ sonrió. Hizo una bola con una miga de pan y, sin levantarse de su
silla, la lanzó y, tras dar en el centro de la frente de Tom, murmuró:
—Donde pongo el ojo, pongo la bola.
Eso los hizo reír a todos a carcajadas. Tom, molesto por la poca
vergüenza de aquella mujer, cogió la bolita de pan y, sin moverse tampoco
de su sitio, la lanzó, introduciéndola en el escote de ella y añadió:
—Donde pongo el ojo, meto lo que quiero.
De nuevo las risas y esta vez por el doble sentido de lo que él había
dicho. ______ se sacó la bola de pan de entre los pechos y cuando fue a
responderle, Tom preguntó:
—¿De verdad te crees tan buena, nena?
Sin un ápice de piedad ante los retos, la teniente Parker clavó su
oscura mirada en él y respondió con decisión:
—Si me lo propongo, nene, soy la mejor.
De nuevo risas y aplausos ante aquel duelo de titanes. Judith miró a su
amiga y al ver la guasa en el gesto de Tom, cuchicheó:
—Pasa de él. ¿No te das cuenta de que lo hace para picarte?
_______ sonrió y, divertida, repuso antes de seguir hablando con Damian:
—Que pase él de mí. Le saldrá más a cuenta.
Judith al oírla y ver cómo Tom la miraba, sacó sus propias
conclusiones. Miró a su marido. Allí ocurría algo y, acercándose a él,
murmuró:
—Creo que entre estos dos hay temita.
—¿Temita? —repitió Bill, divertido.
Abrazándose a él para que ______ no la oyese, preguntó:
—¿Tú no crees que entre Tom y _______ hay algo? No sé, quizá sea mi
sexto sentido, pero esa manera de mirarse y retarse me indica que se
atraen. ¿No crees tú lo mismo?
Bill miró a los aludidos y, tras beber un trago de su cerveza, posó su
mirada en su preciosa mujer y respondió:
—Pequeña, sólo diré que de estos dos me espero cualquier cosa.
Ambos sonrieron divertidos. El destino siempre hacía de las suyas.
Cuando pidieron los postres, ______ sonrió sin poder evitarlo. Le
encantaba el chocolate. Tom se encargó de pedir varias fondues de
chocolate y frutas y cuando sus miradas se cruzaron, él pinchó una fresa, la
mojó en chocolate y, tras pasársela por los labios, se la introdujo en la
boca, aunque la cara se le contrajo al notar el dolor del labio.
Tom conocía un secreto de ella que ______ no quería revelarle a nadie.
La gente no solía ver con buenos ojos el tipo de sexo que él, Bill, Jud o
aquella deslenguada practicaban. Si lo supieran, seguro que los tacharían
de lo que no eran.
Conmocionada por el morbo de haberlo visto comiéndose la fresa con
chocolate, ________ pinchó un trozo de plátano. Lo mojó en la fondue y, cuando
fue a sacarlo, el plátano había desaparecido. Sorprendida, miró el pincho y,
con el rabillo del ojo, vio a Tom sonreír. ¡Maldito!
Intentó no hacerle caso. No mirarlo. Pero sus ojos sólo lo querían
mirar. Y cuando vio cómo él le pasaba a su amiga Maya un trozo de
plátano bañado en chocolate por los labios y luego se los chupaba, se
excitó. Aquel simple acto le pareció lo más sensual que había visto en
mucho tiempo y cuando se repuso de su acaloramiento y se encontró de
nuevo con los ojos de Tom, éste sonrió.
Una vez se acabaron las fondues, Judith y ______ decidieron ir al
baño. Allí, tras lavarse las manos, _______ se las pasó por su corto cabello y,
echándoselo hacia atrás, preguntó:
—Y ahora ¿adónde vamos?
—Seguramente a tomar una copilla al bar del entrenador. Al final,
casi siempre terminamos allí.
—¡Perfecto!
Judith, deseosa de preguntarle algo, finalmente se decidió.
—¿Te gusta Tom? —Y al ver cómo la miraba ______, añadió—: Te lo
digo porque me parece curioso como os estéis desafiando continuamente.
Y si te digo esto es porque conozco a Tom y me da la sensación de que...
—¿Ese energúmeno?
—Los polos opuestos se atraen y creo que vosotros sois...
—Judith, por favor..., tengo mejor gusto para los hombres.
Sorprendida por sus palabras, su amiga murmuró:
—Pero si Tom es un bombón...
______ asintió e, intentando disimular lo que inexplicablemente le estaba
ocurriendo, añadió:
—No lo dudo. Pero no a todas nos gustan la misma clase de
bombones, ¿no crees?
La puerta del baño se abrió y entró un hombre. Un alemán, rojo como
un cangrejo. Judith, al verlo, le miró y dijo:
—Éste es el baño de mujeres. ¿Qué tal si vas al de hombres?
Pero él llevaba alguna copa de más y, mirándola, siseó:
—Cállate, puta.
Sorprendidas, las dos jóvenes se miraron y entonces, ______, dando
un paso al frente, habló empujando al borracho:
—Voy a contener mi lengua viperina y no decirte lo que pienso, pero
sí te diré que lo de puta se lo vas a decir a quien yo te diga. ¡Fuera de aquí,
ya!
Una vez lo sacó del baño, cerró de un portazo y se apoyó en la madera.
—¡Será gilipollas!
La puerta se volvió a abrir de golpe con tal ímpetu que lanzó a ______
contra la pared de enfrente. Se golpeó en la boca contra los azulejos, y
rápidamente comenzó a sangrar. Judith, al ver aquello, no lo dudó y de
inmediato utilizó lo aprendido años atrás en sus clases de taekwondo para
reducir al individuo.
______ maldijo al notar el sabor ácido de la sangre. Su rostro se
demudó y, levantándose del suelo, se lanzó sobre el hombre con fuerza y le
comenzó a dar puñetazos mientras Judith, sorprendida, la observaba.
—El ejército tiene un código de honor, idiota —gritó _______— y es no
pegar a las mujeres. Y si ves que uno lo hace, lo único que has de hacer es
darle su merecido y patearle las putas pelotas.
El individuo, noqueado por las dos, se quedó tirado en el suelo,
cuando un amigo de él entró en el baño y, sorprendido, preguntó:
—Pero ¿qué le habéis hecho?
En ese instante, Tom y Bill, que habían oído el revuelo, llegaron
también. Horrorizados por lo que vieron, se acercaron mientras ______ decía:
—Lo mismo que te vamos a hacer a ti, capullo, como se te ocurra
propasarte lo más mínimo con nosotras.
—Pero, bueno, ¿qué ocurre aquí? —preguntó Tom, mientras
observaba cómo su amigo se acercaba a su mujer y, con gesto furioso, le
pedía explicaciones.
______, secándose con la mano la sangre del labio, gritó, señalando al
borracho:
—Aquí, el machote, que tenía ganas de jaleo.
Sorprendido, Tom la miró cuando el amigo del otro iba a decir algo y
ella siseó:
—Abre esa bocaza que tienes y te juro por mi hija que te pateo las
pelotas.
Tom, impresionado por la fuerza que había en su voz, de pronto fue
consciente de la sangre que ella tenía en la boca.
—Estás herida.
—Estoy bien. No pasa nada —repuso ______ sin darle importancia.
Él la miró con detenimiento.
—Sangre en el labio... Vaya, eso me recuerda a... —murmuró.
Al intuir lo que iba a añadir, ella lo cortó con voz furiosa.
—Como se te ocurra decir algo más de la sangre en mi boca, juro que
voy a pagar contigo el cabreo que llevo. Por lo tanto, ¡cierra el pico!
—Pero qué chulita eres, bonita —replicó él, molesto.
Una vez los amigos del borracho se llevaron a éste, Tom, sin pensar
en las consecuencias, agarró a _____ del brazo y metiéndola en el baño, junto
a Bill y Judith, dijo:
—¿Os habéis vuelto locas?
_______, moviéndose, siseó:
—Suéltame.
Bill, malhumorado por lo ocurrido, miró a su mujer y gruñó:
—¿Cuándo vas a dejar de ser tan impetuosa? ¿No ves que te podía
haber ocurrido algo, pequeña?
Jud, acostumbrada a aquel tono de voz de su marido cuando se
enfadaba, lo miró y respondió:
—Iceman, no empieces. Ese imbécil ha entrado aquí y...
—¿Y por qué no has acudido a mí?
Judith soltó una carcajada y, tras mirar a _____, que la observaba,
contestó:
—Porque no ha dado tiempo, cariño.
Dos minutos después, Bill y Jud, inmersos en una de sus tremendas
discusiones, abandonaron el local, dando la noche por finalizada.
Una vez se quedaron solos en el baño, Tom miró a _____ y dijo:
—Te vas a estar quietecita y me vas a dejar mirarte la herida del
labio.
—¿Ahora vas de doctorcito?
Con gesto ceñudo, él la miró. El buen humor se había esfumado y
replicó:
—Yo también puedo ser muy chulo si me lo propongo.
—Guau, ¡qué miedito! —Y levantando una mano, añadió—: Mira
cómo tiemblo.
Con ganas de estrangularla por lo osada que era, Tom levantó la voz
y siseó furioso:
—He dicho que te estés quieta.
______ resopló y finalmente hizo lo que le pedía. Damian entró en el
baño y, al ver lo ocurrido, fue a sustituir a Tom para atenderla, pero éste
no lo dejó. No pensaba apartarse para que aquél la tocara. Al final, Damian
se dio por vencido y, malhumorado, salió del baño.
Cuando Tom le limpió la sangre que tenía en la barbilla, salieron
también ellos dos. _______, sin cortarse un pelo al ver cómo la miraba uno de
los amigos del borracho, gritó:
—¿Qué pasa? ¿Quieres que te patee los huevos a ti también, capullo?
Tom, alucinado, la agarró por la cintura y se la llevó en volandas tras
pedirle al tipo que la miraba con gesto no muy amable que la perdonara.
Estaba loca. Cuando estuvieron fuera de la vista de aquéllos, la soltó y le
espetó:
—Pero ¿a ti te falta un tornillo?
Sin ningún miedo, ______ replicó:
—Mira, guapo, que sea la última vez que te metes en mis asuntos,
¿entendido?
Y, sin más, se dio la vuelta para echar a andar hacia la puerta. Pero
Tom la agarró y preguntó:
—¿Se puede saber adónde vas?
—A donde me dé la gana.
—¿Sola?
Con descaro, ______ se volvió hacia él y repuso:
—Más vale sola que mal acompañada. Y ahora, ¿qué tal si me
sueltas?
Con gesto de desagrado al ver cómo lo miraba, él comentó:
—Te juro que he conocido a muchas clases de mujeres en mi vida,
pero tu chulería me deja sin palabras.
—Dejarte a ti sin palabras no es difícil, muñeco.
Con ganas de darle un azote en el trasero por desagradable, Tom
replicó:
—¿Se puede saber qué te pasa para que siempre estés con la escopeta
cargada? Joder, chica, mirarte es como leer un cartel de «¡Peligro, alto
voltaje!».
Eso la hizo sonreír. La habían llamado de todo, pero nunca cartel de
alto voltaje e, intentando suavizar la voz, lo retó:
—Me voy a mi casa, ¿alguna objeción?
Agradecido por su tono más calmado, él, sin soltarla, se ofreció:
—Te acompañaré.
—¿De qué vas ahora, de caballero de brillante armadura?
De nuevo aquella sonrisita de superioridad que lo sacaba de sus
casillas apareció en la cara de ella. Tom repuso:
—Voy de hombre juicioso que vela por una loca de atar, que como
poco debe de ser la fundadora de Los Ángeles del Infierno. Simplemente
intento que no te partan la cara antes de que llegues a tu casa.
—Vayaaaaaaaaaaa... —Y, divertida, añadió—:. No necesito niñera,
muñeco.
—Sí. Sí la necesitas, muñeca.
Molesta porque no le soltaba el brazo, siseó:
—Te recuerdo que el abejorro te espera.
—¿El abejorro? ¿Qué abejorro? —preguntó Tom, sorprendido.
Sin ganas de ser agradable, ______ aclaró:
—La abeja Maya de morros siliconados y canalillo profundo te espera
en la mesa, ¿la vas a dejar colgada?
Oír esa descripción de su acompañante lo hizo sonreír y la soltó.
Dibujó un movimiento brusco con las manos indicándole que no se
moviera de donde estaba y se marchó.
Al ver eso, ______ puso los ojos en blanco y, convencida de que aquel
hombre era idiota, pero idiota profundo, salió del restaurante y caminó
hacia su coche, ofuscada. Se encendió un cigarrillo. No necesitaba que un
imbécil la protegiera. Ella solita sabía hacerlo muy bien. Pero dos
segundos después, oyó unos pasos rápidos tras ella y al volverse y ver que
era Tom, preguntó:
—¿Se puede saber adónde vas?
—He dicho que te acompañaría. Esos tipos pueden aparecer y...
—Pero ¿de qué hablas?
—_______, ¿en qué mundo vives?
—En el mismo que tú. Con la diferencia de que soy una mujer y sé
sacarme solita las castañas del fuego. ¿Acaso has olvidado que soy la novia
de Thor?
Ese comentario hizo sonreír a Tom, que murmuró:
—Vamos..., te llevaré a tu casa.
—No necesito una niñera —insistió ella, echándole el humo en la
cara.
La sonrisa de él desapareció rápidamente.
—Fumar no es bueno y como vuelvas a llamarme «niñera», te juro
que...
—Me juras que ¿qué?
Se miraron en silencio. Las espadas de ambos en alto, hasta que ella
insistió:
—Sé defenderme. ¿No lo has visto?
Tom, con gesto contrariado, la miró. Su paciencia estaba llegando al
límite. No pensaba ceder y siseó furioso:
—¡Se acabó! No quiero discutir contigo. A partir de este instante, vas
a cerrar el pico, te vas a meter en mi puto coche y te voy a llevar tu
puñetera casa para que luego yo me pueda marchar a pasarlo bien,
¿entendido?
—¿Acabas de llamar «puto» a tu pobre Aston Martin?
—Por el amor de Diossssssssssss, ¿quieres cerrar tu jodido pico? —
gritó Tom.
—Iré a mi casa en mi coche, te guste o no y no..., no cierro el jodido
pico.
Desesperación. Eso fue lo que sintió él al oírla y, convencido de que
era una cabezota intratable, respondió:
—Muy bien. Iré en tu puto coche. Cierra de una vez el pico y vamos.
Molesta por su insistencia y sin muchas ganas de discutir, ______ al final
claudicó, pero queriendo quedar como siempre por encima, añadió:
—No vuelvas a llamar «puto» a mi coche. Que el tuyo lo sea no quiere
decir que lo tenga que ser el mío, ¿entendido?
Tom no respondió. Tenía ganas de matarla. ¿Cómo podía ser tan
chula e insoportable?
Una vez en el Opel Astra de ella, Tom miró a su alrededor y se
horrorizó. Tras ellos había una sillita de bebé rosa, que supuso que era de
Sami y el techo del vehículo estaba lleno de cientos de pegatinas de fieltro
de princesas. En el suelo había de todo: envoltorios de galletas, botellas de
agua y juguetes por doquier. Aquello era un auténtico caos que nada tenía
que ver con su impoluto vehículo.
Sin ganas de hablar con él, ______ encendió el CD del coche y la música
cañera de Robin Thicke y Pharrell Williams, Blurred lines, sonó a toda
pastilla y ella comenzó a cantar y a mover los hombros al ritmo de la
canción.

Ok now he was close, tried to domesticate you.
But you’re an animal, baby, it’s in your nature.
Just let me liberate you.
Hey, hey, hey.
You don’t need no papers.
Hey, hey, hey.
That man is not your maker.

Tom la miró. Estaba claro por sus aullidos que intentaba molestarlo.
Nadie cantaba tan horrorosamente mal. Y cuando vio que ella sonreía,
decidió callar lo que pensaba.

Everybody get up.
Everybody get up.
Hey, hey, hey.
Hey, hey, hey.
Hey, hey, hey.

Pero varios minutos después, con la cabeza como un bombo por sus
gritos y el volumen de la música, al notar que pisaba algo y ver que se
trataba de un pequeño poni malva, bajó la música de un manotazo y ante la
atenta mirada de ______ preguntó:
—¿Por qué llevas el coche así?
Sin entender a qué se refería, ella lo miró. Él le mostró en una mano el
desangelado poni y en la otra un trozo de galleta mordida. ______ sonrió y se
justificó:
—Tengo una hija.
—¿Y tener un hijo te convierte en un cerdo?
Ella frenó de golpe. Tom se dio contra el cristal delantero, pero sin
importarle su gesto contrariado, la joven lo miró y preguntó con chulería:
—¿Me acabas de llamar «cerda»?
—Pero ¿te has vuelto loca? —gritó ofuscado—. ¿Cómo se te ocurre
frenar así?
Estaba claro que la comunicación entre ellos era inexistente y ______,
tras resoplar, ordenó:
—Abre la jodida puerta del coche y baja de él. ¡Ya!
Sin moverse de su sitio, Tom cogió un par de botellas de agua vacías
y enseñándoselas junto a lo que ya tenía en las manos, insistió:
—¿Me vas a decir que esto no es basura?
De un manotazo, ella se lo quitó todo, lo volvió a echar en el asiento
de atrás y, con cara de enfado, siseó:
—Sal del coche.
—No.
—Repito: ¡sal del coche!
Tom la miró. No pensaba achantarse con aquella fiera y le indicó:
—Arranca y vamos a tu casa.
—No.
—Pues entonces llévame donde está mi coche.
—Yo no soy tu chófer, nene.
Jorobado por lo borde que podía ser, la miró con superioridad.
—Muy bien, pues llévame al Sensations. He quedado allí.
—¿Con el abejorro?
Nada más decir eso, _______ se arrepintió y más cuando lo oyó desafiarla
con mofa:
—Si quieres puedes entrar en el reservado con nosotros. Seguro que lo
pasas bien con Maya y conmigo. Falta te hace relajarte... ¡nena!
Y antes de que ella dijera nada, la agarró del cuello, pero cuando iba a
besarla vio la herida en su labio, se acordó de la suya propia y dijo:
—No te beso porque no quiero que ambos suframos más daño en los
labios. Pero quiero que sepas que me encantaría chuparte y devorarte. Me
deseas tanto como yo te deseo a ti. Lo sé cuando discutimos, cuando me
miras o cuando te miro. —Tom chocó con delicadeza su nariz contra la de
ella—. Terminemos ya con esto y hagámoslo de una vez. Podemos ir a tu
casa, a la mía o a un hotel. Como tú quieras, preciosa. En tu mano está que
yo finalice la fiesta con la pelirroja o contigo.
La tentación estaba servida.
Su voz...
Su mirada...
Su propuesta...
Todo era tentador...
La temperatura dentro del vehículo subió en décimas de segundo. _______
lo deseaba. La atraía una barbaridad y cuando intuyó que iba a perder la
cordura y lanzarse sobre él, le ordenó:
—Sal del puto coche.
Sin darse por vencido, él paseó su boca por la cara de ella y con voz
tentadora, dijo:
—Lo de puto... lo acabas de decir tú ahora de tu coche. —E,
insistiendo, murmuró—: Venga..., gruñona, podemos pasarlo bien.
—Sal del jodido coche de una vez antes de que te arranque la cabeza,
¡capullo! —insistió _____, tremendamente excitada.
Tom claudicó.
Él no le suplicaba a nadie. Se quitó el cinturón de seguridad, abrió la
puerta sin mirarla, se bajó y cerró de un portazo. En ese instante, ella subió
la música a tope, arrancó y lo dejó totalmente descolocado en medio de la
acera. El rechazo no era algo a lo que estuviera acostumbrado y, contra todo
pronóstico, sonrió.
¡Maldita cabezota!
Durante un par de minutos caminó por las frías calles de Múnich.
Necesitaba refrescarse o iría tras ella de nuevo. ¿Por qué aquella chulita
perdonavidas le llamaba tanto la atención?
Al tocarse el bolsillo de la americana, notó que tenía algo pegado. Con
cuidado, lo arrancó y sonrió al ver una descolorida pegatina de princesas.
Con cuidado, se la guardó en el bolsillo. Diez minutos después vio un taxi

y lo paró. La noche continuaba y Maya lo esperaba.


HOLA!!! MUY LARGO .... Y SIGUEN LAS PELEAS ... YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ADIOS :))

5 comentarios:

  1. Ay (tn) ya no te hagas de rogar!! Aceptalo de una vez!!

    Me desesperaaa..

    Siguelaaa :D

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  2. Cada vez me gusta más esta novela JAJAJAJA
    sigue plizzzz

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  3. :O me encantoooo, hay (Tn) xq eres tan dura con Tom?? hayyy ya quiero que estén juntos.. espero el proximo cap!!!

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