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martes, 11 de noviembre de 2014

.- SORPRENDEME .- CAPITULOS 7º Y 8º

7
Dos días después, Judith y _____ quedaron para ir de compras. Se
pasaron media mañana en un centro comercial, adquiriendo cosas para los
niños y para ellas.
—Creo que a Sami le encantará esta corona de cristales y brillantes
multicolores. Tenemos mil coronitas, pero es que le gustan mucho. Mi niña
es toda una princesa —rió ______.
Una vez la compró y la guardó en la bolsa, las tripas le rugieron y
Judith dijo:
—Vamos, te voy a llevar a comer al mejor restaurante que hay en
Múnich.
Media hora después, entraban en Jockers, y Gordon, padre de Tom, al
reconocer a Judith, rápidamente la saludó.
—Pero cuánta mujer guapa y preciosa por aquí —comentó jocoso.
—Ya sé a quién ha salido tu hijo —se mofó Judith y, tras darle un
beso en la mejilla, dijo divertida—: Te presento a mi amiga española
_______ Muñiz.
—¿Española? Qué maravilla —asintió Gordon.
_______ le tendió la mano con una grata sonrisa.
—Encantada, señor.
Gordon le guiñó un ojo a la joven y cuchicheó:
—Sí me llamas Gordon te lo agradeceré. Eso de señor me recuerda el
ejército.
—¿Un recuerdo malo? —preguntó ______, curiosa.
Gordon, tras asentir con la cabeza, murmuró:
—Mi segunda mujer me dejó por un jodido americano.
—¿Era militar? —preguntó Judith.
El hombre cabeceó e, intentando sonreír, añadió:
—Sí. Comandante, para más señas. Por eso te digo que lo de «señor»
no me agrada, como tampoco suelen agradarme los americanos.
Las jóvenes se miraron y en ese momento Judith entendió lo que
_______ le había dicho y respondió:
—Vaya, Gordon, no lo sabía. Lo siento.
—Es algo que pasó hace unos años y ninguno quiere recordar. En
especial mi hijo mayor, que fue quien tuvo que tratar con ese yanqui en el
divorcio.
Conmovida por aquello, ________ susurró:
—Lo siento, Gordon.
El hombre asintió y, esbozando de nuevo una sonrisa, dijo:
—Creo que se me pasaría el disgusto con un saludo de esos españoles.
Judith, al ver la buena conexión entre ellos, repuso:
—Pero qué zalamero eres, Gordon. ¡Tú quieres dos besos!
—Pues claro, muchacha, ¿acaso lo dudas?
_______ sonrió y, acercándose a él, le dio dos besazos en las mejillas y
tras ello, preguntó:
—¿Se pasó el disgusto?
El hombre asintió y afirmó con una encantadora sonrisa:
—Totalmente.
Los tres sonrieron y Gordon comentó:
—¿Sabes que me encanta tu nombre?
________ abrió los ojos y, sonriendo, añadió:
—Entonces, seguro que te gusta la película Lo que el viento se llevó,
¿verdad?
El hombre asintió.
—Es la mejor película de todos los tiempos, aunque sea americana.
Ella soltó una carcajada y, acercándose a él, expuso:
—Para mis padres también. Con decirte, Gordon, que mi hermana se
llama Scarlett y yo _______, te lo digo todo.
Alucinado, preguntó:
—¿En serio, jovencita?
—En serio, Gordon. Esos nombrecitos son la cruz de nuestras vidas.
Al decir eso, los tres sonrieron y Gordon las llevó hasta una mesa. Tras
aconsejarlas sobre qué comer, se fue y Judith comentó:
—Siento lo que ha dicho sobre los americanos. Yo no pienso igual.
Creo que hay gente buena y mala en todos lados.
______ sonrió.
—Estoy acostumbrada. Por eso te dije que me guardaras el secreto.
Judith asintió y, aún sorprendida, preguntó:
—¿De verdad tu hermana se llama Scarlett?
—Sí... mis padres fueron así de originales, y que conste que si yo
hubiera sido un niño, me habría llamado sin duda alguna Rhett, como el
prota.
Entre risas, las dos devoraron lo que Gordon les ponía delante. Todo
estaba exquisito y Judith, tras beber un trago de su bebida, preguntó:
—¿Sales con alguien?
—No.
—¿Por qué?
—No tengo tiempo, Judith. Entre mi trabajo y Sami estoy muy
ocupada. —Y anclando la mirada en ella, añadió—: Pero tranquila, tengo
amigos con los que pasar un ratito divertido. Ésos nunca me faltan.
Al entenderla, Judith asintió y murmuró:
—Siento mucho lo de Mike. Debió de ser terrible.
_______ dio un trago a su bebida y musitó:
—Lo fue y lo es. Todavía pienso en él más de lo que se merece.
Sorprendida al oírla, Judith la miró y _______ aclaró:
—No sé por qué te cuento esto, pero necesito aclararte que Mike me
defraudó.
—¡¿Cómo?!
—Cuando murió, me enteré de que yo no era la única mujer que
existía en su corazón. Digamos que gracias a él tengo lo más bonito que
hay en mi vida, que es Sami, pero también gracias a él no creo en los
hombres ni en el amor. ¡Ni loca!
—No todos los hombres son iguales, ________.
—Permíteme que desconfíe y te diga que el que Bill sea un
loco enamorado de su mujercita, no quiere decir que todos sean como él.
Ambas sonrieron y Judith añadió:
—Algún día te contaré mi historia con Bill. No fue fácil, pero el amor
que nos profesamos pudo con todo y aquí nos tienes. Y antes de que digas
nada más, creo que si le dieras la oportunidad a un...
—Judith —la cortó ella—, lo último que quiero hoy por hoy en mi
vida es un hombre. Yo solita me valgo para sacar adelante a mi hija.
—¿No echas de menos que alguien te abrace?
—No.
—Pero alguien a tu lado te daría una seguridad que ahora no tienes y...
—No, Judith. Alguien a mi lado lo que me daría es inseguridad.
—Que te pasara eso con Mike no quiere decir que te tenga que volver
a pasar.
—Lo sé. Sé que tienes razón. Pero ahora ando con pies de plomo. No
me fío de ningún hombre. Además, soy militar, piensa en mi profesión.
¿Qué hombre querría vivir la vida que yo vivo?
—Dijiste que no quieres ser militar toda tu vida.
—Una cosa es lo que yo diga y otra la jodida realidad, Judith. Tengo
una hija y he de sacarla adelante como sea yo sola. Conseguir un trabajo de
ilustradora me encantaría, pero es algo bastante difícil, por lo tanto, de
momento debo tener los pies en la tierra y seguir siendo militar.
—Tienes que pensar en Sami y en ti.
—Lo sé... y lo hago. Pero si te soy sincera, en quien no puedo dejar de
pensar es en Mike. Con decirte que hasta pienso en él cuando estoy con
otros hombres.
—¡No me lo puedo creer!
________ asintió y, sin poderlo remediar, murmuró:
—Así de tonta soy. Me falla el amor de mi vida y yo sigo pensando en
él.
En ese momento, tras ellas se oyó una voz:
—¿Sigues pensando en mí? Por Dios, muñeca..., me horroriza saberlo.
Al volverse, vieron que se trataba de Tom; _______ resopló.
—Capullo a la vista.
Él se sentó al lado de su amiga y le dio un beso en la mejilla.
—A ti ni me acerco..., nena —aclaró mirando a la morena de ojos
negros.
 —Te lo agradezco..., nene —suspiró ella devolviéndole la mirada.
—¿Tienes miedo de que te guste mi cercanía?
—¡Serás fantasma!
Judith fue a decir algo cuando Tom, divertido, susurró:
—Ya te gustaría a ti estar entre mis sábanas.
________ soltó una carcajada.
—Nada más lejos de la realidad..., bonito.
—Hum... ¡¿bonito?! ¿Estás intentando decirme algo..., bonita? Porque
si es así, he de aclararte que prefiero las rubias mimosas y suaves a las
morenas embrutecidas y rasposas.
Al recordar a la mujer que lo acompañaba dos días antes en casa de
Judith, _______ soltó con sorna:
—Si las rubias mimosas y suaves son como la insoportable que te
acompañaba el otro día, ¡me encanta ser una morena embrutecida y
rasposa!
Judith, sin entender qué ocurría entre aquellos dos, los miró.
—Vamos a ver, ambos sois mis amigos, ¿no podéis estar cinco
minutos juntos sin tiraros flores?
—No —respondieron los dos al unísono.
Molesta con su actitud, la joven se levantó.
—Tengo que ir al servicio. Procurad no mataros en ese rato.
Cuando se quedaron solos en la mesa, ninguno habló, hasta que llegó
Gordon con una jarra de cerveza para su hijo y comentó:
—¿Has visto qué amiga más guapa tiene Judith?
Tom, mirando alrededor, preguntó:
—¿Dónde está esa belleza?
______ resopló y Gordon, al ver la guasa de su hijo, replicó:
—No te hagas el tonto, que sé que la has visto. Se llama _______. ¿A
que es precioso su nombre?
El joven dio un trago a su cerveza y respondió mirándola a ella:
—Porque lleve el nombre de la heroína de tu película preferida no
quiere decir que tenga que ser una belleza.
Gordon iba a contestar cuando uno de sus camareros lo llamó y se alejó
dejándolos de nuevo a solas. Los dos se retaron con la mirada hasta que
ella dijo:
—Me vas a desgastar de tanto mirarme.
—Lo mismo digo, aunque entiendo que me mires, todas lo hacen.
—¿En serio? —Tom asintió y ella, divertida, replicó—: ¿Y no te has
planteado que quizá te miren por la cara de tonto que tienes?
Ahora el que soltó la carcajada fue él.
—Eres tan parecida a Judith en tus respuestas que cualquier día me
dirás alguna de sus lindezas españolas.
Divertida ante ese comentario, ________ sonrió. Recordó lo que Judith le
había explicado que le decía a su marido cuando discutía con él y
murmuró:
—¡Serás gilipollas!
—Increíble —se mofó Tom—. Las españolas lleváis esa palabra en
los genes.
Atónita, fue a contestar cuando él preguntó:
—¿Tú siempre andas con la metralleta cargada?
—Ante atontados como tú... sí.
Tom dio un trago a su cerveza e, intentando apaciguar las ganas que
tenía de seguir metiéndose con ella, preguntó:
—¿Se le curó a la princesa Sami la herida del dedito?
Sorprendida porque recordara el nombre de su pequeña, cambió su
expresión y respondió:
—Sí. Realmente no fue nada. Pero una tirita de las Princesas Disney
siempre consigue calmarla.
—¿En serio?
________ sonrió.
—Totalmente en serio. Mi niña cree en el poder de las princesas y por
eso te dije esa absurda frasecita delante de ella.
Ambos sonrieron. Aquello era una pequeña tregua y ambos lo
entendieron como tal. Permanecieron unos segundos sin hablar hasta que
Tom dijo:
—¿Te gusta la comida de este restaurante?
—Riquísima —afirmó ella—. Nunca había venido, pero volveré.
Sobre todo me han encantado los brenz.
—Los brenz de mi padre son famosos en todo Múnich y el codillo
asado también.
—¿Gordon es tu padre? —Tom asintió y, divertida, ______ reconoció—:
Nunca lo habría imaginado. Él es tan simpático y tú tan capullo... pero
ahora que te miro con detenimiento, tenéis los mismos bonitos ojos.
—Vaya...
—¿Qué?
Él sonrió e ironizó:
—¿Eso que acabas de decir lo puedo tomar como un cumplido?
Al ser consciente de lo que había dicho, ______ asintió:
—Sí. Si tus ojos son bonitos, lo son y punto.
Tom apoyó los codos en la mesa y se echó hacia adelante.
—Tú también tienes unos ojos muy bonitos, ¿lo sabías? —comentó.
Aquella conversación la estaba comenzando a poner nerviosa y,
retirándose su oscuro pelo de la cara, ______ dijo:
—Gracias, pero no hace falta que tú me piropees también.
—Como has dicho, si tus ojos son bonitos, lo son y punto.
A ______ le entraron los calores.
Llevaba sin escuchar algo agradable de un hombre hacia ella más de
dos años. Una cosa eran las buenas palabras de los amigos o de los
hombres con los que se acostaba simplemente por sexo y otra muy
diferente que aquél la mirara con sensualidad y le hablara de esa manera.
Por ello, para romper el bonito momento, volvió a poner la sonrisilla en
sus labios y sacó a la teniente Parker.
—Me alegra que te gusten, pero no te emociones, no te miran con
deleite.
—¿Ah, no?
—No. Por norma, los chulos no me gustan.
—Para chula ya estás tú, ¿verdad?
Con un gesto que en cierto modo a él le gustó, ella preguntó:
—¿Cómo lo has sabido?
Tom se rió. Aquella mujer lo atraía y no era precisamente por sus
bonitos ojos, pero sin ganas de entrar de nuevo en otra guerra dialéctica,
dijo levantándose:
—Como siempre, no ha sido un placer verte.
—Lo mismo digo.
Sin mirar atrás, Tom se encaminó hacia su padre. Sin quitarle la vista
de encima, _______ observó el buen rollo que había entre ellos y tuvo que
sonreír al ver cómo Gordon le revolvía el pelo a su hijo. Instantes después,
Judith regresó del baño y, mirándola, exclamó:
—No me lo puedo creer. ¿Tom te ha dejado sola?
—Lo he echado yo, no te preocupes.
—Pero bueno, ¿qué os ocurre a vosotros dos? ¿Por qué siempre que os
veis estáis igual?
_______, encogiéndose de hombros, sonrió:
—No lo sé. El caso es que entre ese guaperas y yo no hay feeling.
En ese momento, Judith oyó su nombre, miró hacia atrás y vio que
Tom se despedía de ella y se marchaba. Cuando él desapareció, miró a su
amiga, que bebía tranquilamente de su cerveza, y dijo:
—Pues lo creas o no, Tom es un tipo estupendo.
_______ sonrió y, acercándose a ella, repuso:
—No lo dudo. Pero cuanto más lejos esté de mí... mejor.

8
El martes de la semana siguiente, cuando ______ dejó a Sami en la
guardería, regresó a su casa para llamar a su familia en Asturias. Tras dos
timbrazos, oyó:
—Dígame.
Era su hermana y, divertida, adoptó un tono de voz sureño y dijo:
—Señorita Escarlaaata..., señorita Escarlaaata, al habla la señorita
_______.
—Mira que eres payasa, _____ —rió su hermana y añadió—: Que sepas
que hoy estoy muy cabreada.
—¿Por qué?
—Mamá ha hablado con papá.
—¿Y?
—Que cuando cuelga, siempre está histérica y al final hemos
discutido. No entiende que yo quiera regresar a Fort Worth. Según ella,
aquí vivo mejor que allí, pero...
—Dale tiempo, Scarlett. Aunque se haga la dura, no ha superado
todavía el haber dejado a papá, y si tú también te vas...
—Vaya dos, ________ —la cortó su hermana—. Me van a volver loca. Y ni
te cuento la abuela. Menuda ojeriza le ha cogido a papá con la pasión que
le tenía. Se pasa todo el santo día llamándolo de todo. Y, oye, yo quiero
mucho a la abuela, pero me harta está escuchándola todo el rato despotricar
de papá.
Ambas reían cuando Scarlett dijo:
—Abuela..., un segundo. Estoy hablando yo. —Pero finalmente,
dándose por vencida, le anunció—: _______, te paso a la abuela, no sé qué
narices te quiere decir. Luego seguimos hablando.
Divertida, _______ cabeceó hasta que oyó decir a gritos:
—¿Cuándo vienes, neña?
—Hola, abuela. Pronto, pero no sé la fecha todavía.
—Aisss, ¡descastá! Cualquier día la palmo y me ves ya amortajada.
—¡Abuela!
—Eso sí, en el testamento te he dejado unas pocas perras para ti y la
rapaza. No te olvides de pedirlas, que tu madre y tu hermana son muy
listas.
—¡Abuela, por Dios! —rió ella al escucharla.
Covadonga, que era una vivaracha mujer de ochenta y seis años,
insistió:
Neña... ven pronto que la güela te quiere ver. Además, si vienes te
haré pastel de cabracho, que sé que te gusta mucho y compraré sidrina en
casa de Ovidio para ti.
Pensar en aquel rico pastel hizo que a ______ le rugieran las tripas y
respondió:
—Vale, abuela. Haré todo lo posible por ir.
—Por cierto, ¿algún mozu curiosu a la vista?
—No. Ningún mozo a la vista —rió divertida.
—Que sepas que el Ceci llama muy a menudo. A tu padre fáltale un
fervor.
 —Abuela, papá se llama Cedric... ¡Cedric! no Ceci y... no es tonto, por
mucho que te empeñes. Es normal que llame. Querrá hablar con mamá y
con Scarlett.
La carcajada de Covadonga finalmente hizo reír a ______. Acto seguido
oyó la voz de Scarlett:
—Desde luego, la abuela qué jodía. Mira que le gusta meter cizaña.
Mira que decirte que mamá y yo nos quedaríamos con tu parte de su
herencia. ¡Pa matarla!
—Y no olvides que ha aprovechado también para decirme que a papá,
al Ceci como dice ella, le falta un hervor.
Ambas se rieron por aquello. Su abuela era un caso. Nunca superaría
que su hija Luján se hubiera casado con un hombre de nombre
impronunciable para ella y menos aún su separación.
Tras despedirse de su hermana, _______ puso una lavadora y la tendió. Se
sentó en el sillón para leer, pero cinco minutos después ya estaba en pie.
No podía parar quieta. Se puso ropa cómoda y se marchó a correr. Un poco
de ejercicio nunca venía mal.
Veinte minutos después, ataviada con ropa deportiva y una gorra,
salió a la calle. Encendió su iPod y rápidamente la canción Pump it, de The
Black Eyed Peas, comenzó a sonar. Le gustaba aquel grupo y subió el
volumen a tope.
Sin descanso, corrió durante una hora hasta que al pasar junto a una
salida de vehículos, uno la tocó y terminó en el suelo.
Atontada por el susto, resopló. No le había pasado nada grave, pero al
mirarse la rodilla vio que se había roto el pantalón y tenía sangre. De
pronto, alguien le quitó los auriculares de los oídos y con voz preocupada
preguntó:
—¿Estás bien?
Cuando fue a responder, se quedó sin habla al ver que ante ella estaba
el amigo de Judith. Aquel con el que le gustaba meterse. Parpadeó. No
podía ser. ¿Qué hacía él allí?

Tom, tan sorprendido como ella al verla, murmuró:
—No me lo puedo creer.
—Joder, ni yo.
Soltándose de él, se levantó de un salto y apartándose unos pasos,
gritó:
—¿Tú no miras cuando sales del puñetero garaje?
Ante aquel estallido, Tom respondió:
—Claro que miro cuando salgo de mi casa, pero...
—Pues quién lo diría —lo cortó ella, mientras se oía la música a todo
volumen.
Mirándose la rodilla, _______ maldijo cuando él gruñó:
—El problema quizá lo tienes tú, bonita, al llevar la música tan alta y
no oír lo que pasa a tu alrededor.
Ella cerró los ojos y masculló algo ininteligible. Él tenía razón.
Apagó el iPod y la música estridente dejó de sonar. Se fijó en el lujoso
coche y, señalándolo, dijo:
—Para tu horror, te informo de que te acabo de rayar el coche.
Tom miró en la dirección que ella señalaba y replicó:
—El coche no me importa, lo que me importa es que tú estés bien.
Vaya... el muñequito era menos materialista de lo que imaginaba y
ella se mofó:
—De ésta no me muero.
Pero cuando puso el pie en el suelo, blasfemó:
—¡Joder! ¡Joderrrrrrrrrrrrrrrr!
—¿Te duele?
______ asintió y él se disculpó:
—Pues lo siento. No tengo tiritas de las princesas para que te quiten el
dolor. ¿Tú tienes alguna?
______ al oírlo, siseó:
—Vete a tomar por...
—Esa boca..., bonita.
—Eh... eh... eh..., capullo, ni se te ocurra mandarme callar.
Tom suspiró. Aquella mujer lo sacaba de sus casillas, pero deseoso
de ayudarla, cerró con el mando el coche, la cogió en sus brazos y propuso:
—Vamos, te llevaré a mi casa y miraremos ese tobillo.
—¡Suéltame!
Él no hizo caso.
Continuó su camino y cuando un golpe en la cara lo echó para atrás y
ella bajó de un salto de sus brazos, gritó:
—Pero ¿tú estás chalada o qué? ¿Por qué me golpeas?
—Te he dicho que me bajaras y no lo has hecho.
Tocándose la nariz, Tom quiso estrangularla. ¡Menudo porrazo le
acababa de dar! Pero conteniendo sus impulsos, dijo:
—Mira, guapa, está claro que tú y yo, cuanto más lejos estemos,
mejor.
—Me jode reconocerlo, nene..., pero por una vez tienes razón.
Tom resopló. Aquella mujer era cuando menos impertinente y,
echando mano de su saber estar, dijo:
—Te acabo de atropellar y lo mínimo que puedo hacer como persona
sensata y decente que soy es preocuparme por ti. Ahora bien, si tú,
Superwoman, puedes regresar a tu casa con el pie como lo tienes, cojo mi
coche y me voy. Por lo tanto, dime, ¿necesitas ayuda o no?
_______ lo pensó. El pie le dolía, pero como él había dicho, cuanto más
lejos estuvieran el uno del otro, mejor, y mirándole, le ordenó:
—Vete. Puedo continuar yo sola.
—¿Seguro?
—Segurísimo.
Tom se dio la vuelta, caminó hacia su coche y una vez entró en él,
arrancó y se marchó. A la mierda con aquella listilla.
Cuando _______ vio que se marchaba, se sentó en unos escalones que
había al lado del garaje. Se miró el tobillo y suspiró aliviada al ver que
estaba bien. Sólo era una simple torcedura. Como siempre, su
autosuficiencia había hablado por ella. El pie le dolía y sabía que le iba a
costar llegar a su casa, pero lo lograría. En peores situaciones se había
encontrado.
Acostumbrada al dolor, se levantó y, despacito, comenzó a caminar.
Llegaría a su casa, ¡claro que lo conseguiría! Pero el pie se resentía y más
que andar iba dando saltitos. De pronto se dio cuenta de que un coche iba
escoltándola. Al comprobar que se trataba de Tom, se puso las manos en
la cintura y preguntó:
—¿Pretendes atropellarme de nuevo?
—No caerá esa breva —se mofó él—. Anda, sube.
—No.
—Sube de una vez Ironwoman.
—Que noooooooooooooo.
Mel continuó andando y Tom, con paciencia, la siguió mientras
tarareaba Let’s stay together , de Al Green, que sonaba en su moderno
deportivo.
Sin apartar los ojos de la cabezota que iba dando saltitos por la acera,
esperó a que desistiera. Finalmente, cuando ella no pudo más, se paró,
caminó hacia el coche, abrió la puerta y tras sentarse, molesta ante el gesto
guasón de él, dijo:
—Vivo muy cerca de ti. Cinco calles más adelante.
—¡Qué ilusión, vecinitos! —murmuró él.
—Mira, guapo, ¡no me calientes!
—Yo a ti... ¡Dios me libre! —se mofó divertido.
El semáforo se puso rojo y ninguno de los dos habló. Tom tarareaba
aquella canción y ______, mirándolo, murmuró:
—Deberías escuchar buena música.
—Eso escucho.
Ella apoyó la cabeza en el respaldo del coche y contestó:
—The Black Eyed Peas, Bon Jovi, ZZ Top o AC/CD, eso sí que es
música.
—Prefiero el soul.
—Musiquita romanticona, ¡qué horror!
Tom la miró y ella, al ver que la observaba, se burló:
—Ah, claro, muñeco, olvidaba que eres todo un conquistador y a
vosotros os va ese ronroneo de musiquita.
Tom resopló. Si comenzaba de nuevo a meterse con él, directamente
la echaba del coche. Por ello, bajándose las gafas de sol para que le viera
los ojos, replicó:
—Si sigues por ese camino, al final irás andando a tu casita...,
muñeca.
El semáforo cambió y _______ decidió callar. Con el dolor de tobillo que
tenía, prefería ir en coche. Cuando pasó por delante de la guardería de su
hija, inconscientemente comentó:
—Ésta es la guardería de Sami. —Y mirando su reloj murmuró—:
Joder, tengo que recogerla en cuarenta y dos minutos.
Tom no respondió, condujo y cuando ella le ordenó parar ante un
edificio alto, lo hizo. Se bajó para acompañarla, pero ella, mirándolo, dijo:
—Gracias y adiós.
Sin decir nada, la cogió de nuevo en brazos y sujetándole las manos
para evitar cualquier imprevisto ataque, la advirtió alto y claro:
—Como me vuelvas a pegar, juro que te suelto de golpe.
—Atrévete.
Tom sonrió. Por primera vez vio que tenía el control de la situación y
murmuró divertido:
—No me tientes... No me tientes.
________ sacó una llave del bolsillo y abrió el portal. Una vez dentro,
llamaron el ascensor y, tras subir a la cuarta planta, _______ le indicó una
puerta con la letra D y anunció:
—Hemos llegado. Suéltame.
Él no hizo caso y ella, al ver que no se movía, siseó:
—Gracias. Te puedes ir. Bye... Bye... Ciao... Bon voyage.
Descolocado como nunca en su vida, Tom la miró. Nunca una mujer
se lo había quitado de encima con tal descaro y, aunque quería marcharse,
algo en él le pedía a gritos que se quedara. Pero finalmente se dio la vuelta
y se fue. Era lo mejor
.
Al entrar en su casa, _______ fue directa a la cocina. Allí sacó un paquete
de guisantes del congelador y se lo puso en el tobillo. Por suerte seguía sin
hincharse, pero le molestaba. Cerró los ojos. Necesitaba descansar un poco.
Estaba sudada por las carreras que se había dado y dolorida por el golpe.
Pensó en Tom y se percató de que el olor de su colonia se había quedado
impregnado en su ropa. Con curiosidad, la olió y asintió. Aquel hombre
olía muy bien.
Quince minutos después, se levantó cojeando y fue en busca de su
vecina. Necesitaba que recogiera a su hija de la guardería, pero nadie le
abrió la puerta. Eso la agobió y, activándose, se duchó con rapidez y se
vistió. Ella misma iría a buscarla.
Cuando estaba poniéndose el abrigo, llamaron a la puerta. A la pata
coja y con el pelo aún húmedo por la ducha, abrió y se quedó a cuadros
cuando vio que eran Tom, una cuidadora de la guardería y su pequeña.
La niña, al verla, le abrió los brazos y ______, boquiabierta, la abrazó.
Antes de marcharse, la cuidadora de la guardería le dijo con una grata
sonrisa que se mejorara del pie y luego, tras pasear con descaro su mirada
por el hombre, se marchó. Cuando ______ se quedó ante un Tom que no
había abierto la boca, preguntó, entornando la puerta de su casa:
—Pero ¿qué haces tú con mi hija?
—Has dicho que tenías que ir a buscarla y como he supuesto que tu
marido no llegaría a tiempo, te he solucionado el problema.
Al oír eso, a ______ se le puso la carne de gallina. Su marido no existía,
pero dejando de pensar en ello, frunció el cejo y preguntó:
—¿Y por qué te han creído? No te conocen.
—Escucha...
Enfadada con la situación, lo cortó:
—No. No te escucho. No tenían que haber sacado a la niña de la
guardería. Lo tienen prohibido. Pero ¿qué clase de guardería es ésa, que le
dan los niños a todo el mundo? Los voy a denunciar. Les voy a meter un
puro que se van a enterar.
Tom asintió. Ella tenía razón, pero para tranquilizarla comentó:
—Conozco a dos de las cuidadoras y saben dónde vivo y dónde
trabajo. Les he dicho que somos amigos y que tú no podías recoger a la
pequeña. —Y al ver su gesto de enfado, añadió—: Venga, mujer, tómalo
por el lado positivo. Así no tienes que salir a buscarla. Y, tranquila, la niña
no se la dan a cualquiera, ya has visto que una de las cuidadoras me ha
acompañado hasta tu casa.
En ese momento, la pequeña Samantha le echó los brazos a Tom y
éste, sonriendo, la cogió y dijo:
—Princesa Sami..., dile a mamá: «¡No te enfades, mamá!»
—No te fades, mamááá.
_______ sonrió y quitándole a su pequeña de los brazos, fue a decir algo
cuando él se le adelantó:
—Me voy. Siento mucho lo que ha ocurrido.
Al ver que se marchaba, _______ intentó ser amable por primera vez y
musitó:
—Oye..., gracias.
Tom no la miró, asintió y continuó su camino hasta el ascensor. Sin
querer pensar más en ello, salió del edificio, cogió su Aston Martin y se

perdió en el tráfico. Tenía cosas que hacer.



HOLA!!! BUENO AQUI ESTAN DOS CAPS ... ESTAN CORTOS POR ESO LOS AGREGE JUNTOS, ESTOS SIGUEN PELEANDO :)) A VER EN QUE ACABA TODO, Y EL PAPA DE TOM ES UN COQUETO COMO EL HIJO JAJAJAJA, BUENO YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ADIOS :))

4 comentarios:

  1. Virgii.. Si no entro para ver no me doy cuenta q hs subidoo..
    Puto blogger no figura la actualizacion.

    Siguelaa prontooo :) ya quiero q se lleven bien :)

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  2. A mi me paso lo mismo que Jennifer virgi :S hay estos si pelean x dios jajaja ya quiero que se lleven bien y que haya acción entre ellos!!!!

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  3. Me encanta me encanta me encanta
    No tengo mucho tiempo para leer y comentar porque tengo mucho lio, pero esta genial y sigueeee pliz

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