3
En los
juzgados, aquel día todo salió bien para Tom. Había ganado dos
juicios
y eso lo hacía estar satisfecho.
—¿Quedamos
esta noche? —le preguntó una rubia espectacular.
Tom
sonrió. Era la abogada de la parte contraria. Paseó sus ojos color wiskie
por el
cuerpo de ella y, abriendo una agenda, le pidió:
—Dame
tu teléfono. Si no te llamo esta noche, te llamaré cualquier
otra,
¿te parece?
La
mujer sonrió y, tras apuntarle su teléfono, le guiñó un ojo, se dio la
vuelta
y se marchó. Tom la siguió con la mirada hasta que ella
desapareció
de su vista. Después miró su agenda y sonrió cuando leyó el
número
de teléfono y el nombre de Tamara.
Una
vez abandonó los juzgados, fue directo a Jokers, el restaurante de
su
padre:
—Papá,
ponme una cerveza bien fría —le pidió nada más entrar.
Con
una gran sonrisa, Gordon hizo lo que su hijo le pedía y le puso la
jarra
delante.
—¿Has
tenido un buen día hoy, hijo? —se interesó.
Tom
dio un gran trago y con complicidad cuchicheó:
—Buenísimo.
He ganado el juicio de Henry Drochen y el de Alf
Bermeulen.
Gordon
aplaudió. Estaba muy orgulloso de él. Además de ser un
excelente
hijo, era un gran abogado y un conquistador. Durante un rato,
Tom le
explicó lo ocurrido en los juzgados con sus casos, y el hombre
disfrutó
escuchándolo.
Cuando
llegó la hora de comer, Gordon dijo:
—Tu
hermano ha llamado esta mañana.
Tom
sonrió al pensar en Harry, su único hermano, y preguntó:
—¿Cómo
le va en Londres?
—Bien,
hijo, ya lo conoces —rió Gordon—. Como siempre, le va bien
en lo
suyo. Ah..., me ha dicho que lo llames. Por lo visto, mañana viene a
Múnich
con una flota de coches y entre ellos uno que tú querías.
Al oír
eso, Tom miró a su padre y preguntó:
—¿Va a
traer el Aston?
—No lo
sé, hijo. Sólo me ha dicho que lo llames.
Sin
dudarlo, Tom lo llamó. Dos timbrazos y Harry descolgó.
—No me
digas que vas a traerme el coche que quiero pero con el
volante
a la izquierda.
Harry
soltó una carcajada y respondió:
—Te lo
digo... y te lo confirmo. Un precioso Vanquish, color burdeos,
¿sigues
interesado en él?
—Por
supuesto. Siempre y cuando me hagas buen precio y te quedes
con el
Aston que tengo ahora.
—No
hay problema, Tom. Tu Aston se venderá fácilmente y el buen
precio
¡ni lo dudes! Eres mi hermano, joder.
Ambos
rieron y, tras hablar un rato, se despidieron hasta el día
siguiente.
Después
de comer con su padre, Tom salió de Jokers, y pasó por su
despacho.
Durante un par de horas se concentró en preparar los juicios que
tenía
para dos días después, hasta que le sonó el móvil. Era su amigo Bill.
—¿Qué
pasa, gilipollas?
Bill
al oír ese saludo, soltó una risotada y puntualizó:
—Eso
sólo me lo llama mi mujercita. No te acostumbres. —Ambos
rieron
y Bill prosiguió—: El domingo Jud hará una comida en casa,
vendrás,
¿verdad?
—¿Irán
mujeres guapas?
Bill
soltó una carcajada y contestó:
—Más
guapa que mi mujer, ¡imposible!
Ahora
el que soltó la carcajada fue Tom. Su amigo se había casado
con
una española encantadora y algo loca y estaba totalmente enamorado
de
ella. Eran como la noche y el día, pero se adoraban.
—Como
se te ocurra no venir, Jud te busca y te trae de la oreja.
—No lo
dudo —afirmó Tom divertido.
Si
algo tenía claro de Jud es que era una fuera de serie. Le encantaba
su personalidad,
su decisión y, sobre todo, la confianza que siempre había
depositado
en él para todo.
—Iré.
Dile que allí me tendrá. ¿Llevo el vino?
—Vale.
¿Vendrás con compañía?
—¿Hace
falta llevarla?
—No.
Pero es por saber cuántos seremos.
Divertido,
Tom murmuró:
—Llevaré
el vino y compañía.
—De
acuerdo. Ahora te dejo, que tengo una reunión en diez minutos.
Una
vez colgaron, Tom sonrió. Bill y Jud eran sus mejores amigos.
Unos
amigos que siempre estaban para lo bueno y para lo malo. Con una
sonrisa
maliciosa, al pensar en la esposa de su amigo, abrió su móvil y
marcó
un número.
—Hola,
preciosa —dijo en tono meloso.
La
mujer, al oírlo, bajó su tono de voz y respondió:
—Hola,
Tom, justamente pensaba en ti.
—¿Pensamientos
buenos o malos?
La
risa cristalina de ella resonó y contestó:
—Ambas
cosas. Buenos porque son placenteros y malos porque eras
muy...
muy malo.
—Interesante
—susurró él al escucharla.
Aquella
sensual y morbosa mujer era una de sus conquistas. Se
llamaba
Agneta Turpin y era una de las presentadoras más guapas y
conocidas
de la CNN alemana. Su relación era excepcional. Sexo... sexo y
más
sexo, sin exigencias ni ataduras. Una combinación perfecta, porque era
lo que
ambos buscaban.
—¿Qué
haces el domingo, Agneta?
—Desnudarme
para ti... si lo deseas.
Ambos
rieron y Tom aclaró:
—Nada
me gustaría más, pero me acaba de llamar mi amigo Georg. El
domingo
va a haber una comida en su casa, ¿te apetece ser mi
acompañante?
—Comida...
en plan familia.
Al
entenderla, Tom explicó:
—Sólo
comida y prometo que Jud ni se te acercará.
Agneta
valoró la proposición. Conocía a los amigos de él y
precisamente
Judith, la mujer de Bill, y ella nunca habían hecho buenas
migas.
No le gustaba nada cómo la miraba. Pero comer con Tom
significaba
sexo nocturno en su casa o en la de él. Y sin pensarlo dos veces,
contestó:
—De
acuerdo. Te acompañaré.
—¡Perfecto!
Continuaron
hablando hasta que él preguntó:
—¿Dónde
estás?
—En
este momento llegando a casa. Ha sido un día agotador. Por lo
que
ahora me desnudaré y me meteré en un relajante y maravilloso jacuzzi
lleno
de espuma.
—¿Sola?
Agneta,
tras soltar el bolso sobre su carísimo sofá de diseño,
respondió:
—Todo
depende de ti.
Tom
miró su reloj y, levantándose, musitó:
—Desnúdate
y prepárate. En veinte minutos estoy en tu casa con un
amigo.
Colgó
el teléfono. Agneta era caliente, y eso le gustaba. Metió en su
maletín
el portátil y unos documentos. Como su casa y el despacho sólo
estaban
separados por una puerta, dejó el maletín sobre la mesa del
comedor
y, sin quitarse el carísimo traje de Armani que llevaba, bajó al
garaje
y cogió su deportivo tras telefonear a su amigo Roland.
Cuando
llegó a la puerta de la casa de Agneta, llamó al portero
automático.
Subió en el ascensor y, al llegar al rellano del lujoso edificio,
vio la
puerta abierta. Al oír la música que provenía del interior, sonrió.
Sade
cantaba No ordinary love.
Sin
demora, abrió la puerta, entró y la cerró. Acto seguido, ante él
apareció
una sensual Agneta vestida únicamente con una bata de raso rojo.
Se
miraron. No hablaron mientras ella se desabrochaba la bata y ésta
resbalaba
por su cuerpo hasta caer al suelo.
Tom la
observó con deleite. Sus ojos devoraron el bonito y fino
cuerpo
de aquella mujer, mientras notaba cómo su erección comenzaba a
crecer.
Sin apartar los ojos de ella, se quitó el largo abrigo de cuero que
llevaba.
Después la chaqueta oscura y se desanudó la corbata.
—Acércate
y date la vuelta —pidió Tom.
Agneta
hizo lo que le decía.
Él se
quitó la camisa blanca y la dejó sobre una silla. Después se
deshizo
del cinturón, se acercó a ella y, pasándoselo por el trasero desnudo,
preguntó
cerca de su oído:
—¿Has
sido buena?
—No.
Hoy he sido muy... muy mala.
La
contestación lo hizo sonreír y con el cinturón le dio un azote en el
trasero.
Ella jadeó y suplicó.
—Otro.
Repitió
la operación y ella volvió a jadear.
Acto
seguido, Tom soltó el cinturón, que cayó al suelo al tiempo que
se
desabrochaba el pantalón. Cuando se quedó desnudo como ella, se puso
un
preservativo que había cogido y siseó:
—Te
voy a follar como se folla a las chicas malas.
No
dijo nada más. No hacía falta.
Le
abrió las piernas con rotundidad, la expuso a él y de un duro y
certero
empellón la penetró. Agneta gritó mientras Tom buscaba su propio
placer
y ella encontraba el suyo. Ambos eran egoístas en eso. Su placer
primaba
sobre el de la otra persona y, enloquecidos, se volvieron a empalar
el uno
en el otro sin importar nada más. Ése era su juego. Un juego
buscado
y consentido por los dos. Una vez alcanzaron el orgasmo, cuando
él
salió de ella, Agneta murmuró:
—Tengo
el jacuzzi preparado.
En ese
instante sonó el timbre de la casa y Tom comentó.
—Perfecto,
Roland ya está aquí.
Aquella
noche, cuando Tom llegó a su casa estaba cansado y saciado
de
sexo.
Al día
siguiente, no muy lejos de la casa de Tom, la teniente ________
Parker
hablaba con su madre mientras ésta hacia la maleta para regresar a
Asturias.
—Robert
me dio recuerdos para ti.
—¿Robert
Smith?
—Sí,
mamá. Iba a ir a tomar algo con él ayer, pero le adelantaron la
hora
de despegue y no pudo ser.
Luján,
al pensar en aquel muchacho amigo de su hija de toda la vida,
sonrió.
—Qué
majo que es Robert y qué monada es Savannah. Aún recuerdo
su
boda, ¡qué bien lo pasamos!
Al
recordar aquella boda, un año antes, _____ sonrió y su madre
preguntó:
—¿Consiguieron
el traslado a Fort Worth?
—Sí.
Y, por cierto, papá les está ayudando mucho con todo el papeleo.
Oír
hablar de su marido, a Luján le hizo perder la sonrisa.
—Tu
padre, cuando quiere es un amor y cuando no, ¡un ogro! —
cuchicheó.
_______
soltó una carcajada y su madre prosiguió:
—¿Cómo
vas con el curso de diseño que estás haciendo por Internet?
—Abandonado,
mamá. Apenas tengo tiempo.
Luján
suspiró y añadió:
—A Peggy
Sue ya le he echado comida. Por cierto, qué asquito me
dan
esas ratas.
—Mamá,
no es una rata, es el hámster de Sami —rió ______ al recordar
que
Robert se la había comprado a la niña.
—No le
echéis tanto de comer, está tan ceporra que casi no se puede
mover
—insistió Luján mirando aquel bichejo blanco.
_______
miró a Peggy Sue y sonrió. El hámster verdaderamente
estaba
muy
gordo.
—Vale,
mamá. Intentaré controlar a Sami —respondió.
Luján
sonrió, pero mirando a su hija, musitó:
—Me
voy preocupada por ti, que lo sepas.
—Mamá,
no tienes por qué preocuparte.
—¿Cómo
no me voy a preocupar, _______? —protestó la mujer—. Eres
igualita
que tu padre. El ejército corre por tus venas y ante eso nada puedo
hacer.
Pero tienes que pensar en tu hija. Ella te necesita. Necesita una
madre
que la cuide y la mime y, sobre todo, ¡que le dure muchos años!
Pero
¿no te das cuenta de que tu trabajo no es compatible con tu vida?
Su
madre tenía razón. Por su situación de madre soltera todo era muy complicado.
Cada vez que tenía que partir en alguno de sus viajes se las veía y deseaba
para dejar
a la
pequeña. Aunque con esfuerzo y tesón siempre lo conseguía. En
Múnich,
Dora, una vecina de la edad de su madre y sobre todo de total
confianza,
se ocupaba de la niña cuando ella hacía viajes cortos, aunque
cuando
duraban más de cuatro días, era la propia Luján la que se trasladaba
a
Múnich para cuidar a su nieta o _______ se la llevaba a Asturias.
—Escucha,
mamá, me gusta lo que hago y...
—Ya sé
que te gusta lo que haces. Te repito que eres como tu padre.
Él
antepuso el ejército a la familia y mira lo que pasó.
______
resopló y su madre continúo:
—No
entiendo cómo tú hermana y tú podéis ser tan diferentes. Ella
nunca
ha querido saber nada del ejército, pero tú...
—Mamá,
Scarlett es Scarlett y yo soy yo. ¿Cuándo te vas a dar cuenta
de
eso?
—Nunca
—gritó la mujer, enfadada—. Yo quiero una hija que no
corra
peligro. Quiero una hija que sea feliz con una familia. Quiero una
hija
que se deje cuidar por un buen marido. ¿Por qué no piensas lo que
digo?
Molesta
por la misma cantinela de cada vez que se veían, miró a su
madre
y replicó:
—Tú
tenías todo eso. Una vida sin peligros, una familia feliz y un
hombre
que te cuidaba. Creo que precisamente tú eres la persona menos
indicada
para hablar así.
Al
oírla, Luján cerró los ojos y, sentándose en la cama, respondió:
—Tienes
razón. Yo tenía todo eso. Pero no olvides que también vivía
con la
incertidumbre de si tu padre regresaría de sus misiones o no.
También
vivía con sus drásticos cambios de humor. También vivía con sus
pesadillas
nocturnas cuando regresaba de sus misiones. ¿Quieres que
continúe?
_______
negó con la cabeza. No había sido justa con su madre y,
abrazándola,
murmuró:
—Vale,
mamá, perdona. Tienes razón y yo no soy nadie para decirte
lo que
te he dicho.
—Escucha,
______, sabes que adoro a tu padre. Lo quiero a pesar de que
él me
odie por haberme separado. Pero lo que no quiero es que algún día
alguien
te odie a ti porque antepongas el ejército a la familia.
—Mamáááá...
—No
quiero que tengas pesadillas como él. No quiero que tu vida sea
sólo
el ejército. Quiero que tu vida se normalice y puedas ser feliz con un
hombre
que...
—No
tengo intención de emparejarme con nadie.
—Pero
¿por qué, cariño? Mike era un hombre bueno, pero estoy
segura
de que podrás encontrar a otro que te llene por completo el corazón.
Luján
no sabía la triste realidad de lo que descubrió sobre Mike e,
intentando
que guardara el recuerdo que de él tenía, ______ añadió:
—No
necesito un hombre, mamá. Vivo muy bien como lo hago. Yo
soy la
dueña de mi vida y no necesito que nadie venga a mangonearme.
—A lo
que tú llamas «mangonear», yo lo llamo «querer». ¿No vas a
volver
a querer a nadie?
—Ya os
quiero a ti, a papá, a Sami, a Scarlett, a la abuela...
Desesperada
por la cabezonería de su hija, Luján insistió:
—Sami
crecerá.
—Eso
espero, mamá. Los pañales son muy caros —se mofó.
—¿Cómo
crees que se tomará ella que tú te vayas y la dejes sola?
—Nunca
estará sola. Para eso os tengo a vosotros.
—Por
supuesto que nos tienes a nosotros, cariño, pero la pequeña te lo
reprochará
a ti —siseó Luján mirando a su hija—. Ya ha perdido a su padre
y no
puede perderte a ti también.
—Mamáááá...
—¿Has
olvidado las cosas que le decías a tu padre cuando eras
pequeña
y se marchaba? ¿Crees que Sami no te las dirá a ti?
—Mamáááá...
—¿Has
olvidado cómo llorabas cuando se iba o cómo te asustabas
cuando
regresaba de alguna misión y tenía aquellas horribles pesadillas?
—Yo no
tengo pesadillas, mamá.
—¡Las
tendrás!
La
joven cerró los ojos. Su madre tenía razón. Había comenzado a
tener
pesadillas. Pero nada, excepto su propia hija, la ataba al mundo e,
intentando
no pensar en ello, se levantó y murmuró:
—Mira,
mamá, de momento quiero seguir con lo que hago. No hay
ningún
hombre en mi vida y soy feliz. Tengo lo que necesito y...
—¿Cómo
que tienes lo que necesitas?
—Mamááááá...
—Tú
necesitas estabilidad emocional, hija. Un hombre que te abrace,
que te
quiera, que te mime...
—Paso
de todo eso, mamá... Paso... paso.
Luján
no se daba por vencida.
—Desde
que ocurrió lo de Mike, ¿has vuelto a tener alguna cita? —
insistió.
—No.
—Entonces,
¿cómo puedes tener todo lo que necesitas?
Sin
querer desvelar su vida íntima, miró a su madre y musitó:
—Si te
refieres a si me he acostado con algún hombre, la respuesta es
sí.
Ese terreno lo tengo muy bien cubierto.
Boquiabierta,
Luján la miró y susurró:
—Uy...
qué sinvergüenza.
Ese
comentario hizo que ambas rieran; abrazando a su madre, ______
murmuró:
—Tú
tranquila, mamá. Hasta el momento mi vida va bien. Tengo un
trabajo
que me gusta, una familia que me cuida, una hija preciosa y un
amplio
abanico de hombres que me dan lo que yo necesito, cuando yo
quiero
y como yo quiero.
—No
quiero escuchar más.
—Pero
si has sido tú quien me ha preguntado... —replicó ______.
—_______
Parker Muñiz, he dicho que no quiero escuchar más.
Ella
sonrió. Siempre que se enfadaba, su madre decía su nombre y
apellidos
al completo.
Luján,
horrorizada por lo que su hija insinuaba, cerró la maleta y
añadió:—
Tú y yo volveremos a hablar de esto, jovencita. No me hace
ninguna
gracia que vayas de flor en flor, como seguro que hace tu padre.
—Mamáááááá...
—Ahora,
vamos, llévame al aeropuerto o perderé el avión de regreso a
España.
Media
hora después, abuela, hija y nieta se dirigían al aeropuerto. A la
salida,
un mimo le regaló a la pequeña una pegatina con una carita
sonriente.
______ sonrió y pensó que aquello era una buena señal. ¡Había que
sonreír más!
HOLA!!! BUENO AQUI ESTA EL TERCER CAPITULO :)) ESPERO Y LES ESTE GUSTANDO MUCHOOO!!! BUENO YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ... ADIOS Y QUE TENGAN BUENA NOCHE :))
Ya quiero que se conoscan!!
ResponderEliminarFalta mucho para ello??
Siii Virgii el puto blogger noo se vee cuando actualizas.. Igual estare al pendienteee.. ;)
Siguelaaa prontooo..
Me esta encantando esta novela *.*
ResponderEliminarSube pronto
Me encanto jaja ese Tom es todo un "Don Juan" pero cuando se van a conocer?? falta mucho?? ya me muero x leer ese cap y que dirá Tom cuando la ves x primera vez?? que intriga virgi espero el proximo cap!!!
ResponderEliminarBueno ya hay 4 comentarios virgii así que sube el cap 4 que me muero x leerlo please amo esta fic!!!
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